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Aprender a leer a otra América Latina

Indira Kempis

Dedicado a Susana Teresita Crelis Secco

El silencio no es sólo la ausencia del lenguaje, sino la ausencia de tí

… Quiero comenzar con su última página escrita, la del cáncer que le robó el brillo de sus ojos verdes y su acento uruguayo, pero nunca sus ganas de cambiar al mundo. Ella sabía bien que las letras eran como nacer y morir en cada punto y aparte. Por eso las posibilidades infinitas de encontrar una historia que dejara la puerta abierta a lo posible. No puedo negar que duele teclear su nombre, pero.. “es parte de vivir chiquitina”, eso diría mientras se le escapa el humo de un cigarro.

Sin ella no concibo el mundo universitario detrás de los libros que me enseñaron a leer a otra América Latina. Las narrativas que toman forma en países tan desfigurados como los nuestros. Donde no sabemos si somos parte de un cuento bien contado o si el realismo mágico de Gabriel García Márquez no es más que el retrato de tantos pueblos bananeros. Romper con los “héroes que nos dieron patria” de la mano de Ibargüengoitia, meternos a las redes de poder en los ojos de Mario Vargas Llosa e ir de paseo entre las anécdotas de Fernando Vallejo.

Susana entendía que no podía apegarse a una metodología rígida que nos hiciera profundizar en los autores, sus contextos socio históricos, la vida misma, su relación con nosotros, darnos el tiempo para pensar. Así que solía hacer su propia lista de libros. Que no faltara Pablo Neruda ni Inés Arredondo ni Elena Garro. “Andá y hacer un círculo”, decía en cada primera clase. Preguntas y más preguntas, comentarios sarcásticos revestidos de una sensibilidad dirigida a quienes creían que vivían en el  “país de las maravillas”.

Sus enojos principales eran por dos cosas: La pésima ortografía –no por ser incorrecta, sino por estar en la universidad y no haber aprendido lo suficiente-. Lo segundo que la hacía explotar era la carencia de análisis y crítica hacia la sociedad ausente de las decisiones públicas, los gobiernos corruptos y todo lo que tuviera la más mínima señal de autoritarismo. Solía conversar sobre el arribo de los militares al poder en Uruguay. De la huida a otro continente de la mano de su esposo, Edison. Del refugio que encontró en México. Tal vez de ahí su excedida insistencia a “romper la burbuja” de quienes en el Tec de Monterrey tenían lo suficiente para encararse a la búsqueda de su propia libertad y de la justicia tan necesitada en nuestros países.

De su querida Uruguay conservó el acento y las muecas de inconformidad cuando le preguntaban si era argentina. De ese pedazo de país no se apartó nunca. A menudo recordaba episodios que con sus habilidades de gran conversadora se hacían presentes como si fuera ese momento. La defensa de sus amigos y familiares. La defensa de quienes padecían la represión. La defensa de las voces únicas en un campo minado por la impunidad. La defensa de los derechos humanos por quienes saben de los  tiempos de dictaduras imperfectas y la perfecta mexicana.

Susana amaba a nuestro país. Es el país de sus dos hijas: Laura y Eva. Tierra de sus nietos. Espacio para la música de su amado pianista con quien recorrió los caminos de Rumania teniendo escasos 20 años. Se nacionalizó mexicana. México le parecía un país con oportunidades en sus jóvenes. La misma cantaleta en cada clase, en cada mirada, en cada sorbo de café…  Si el país está muy mal, si no tiene esto, si ya nos vieron la cara otra vez, si no hay rebeldía que alcance. Parecía quejarse demasiado, pero era su propio experimento para que algo saliera de esas mentes despiertas universitarias, que ella tuviera la fortuna de escuchar una buena idea para impulsarla, de sentir que alguien encuentra su propia historia  las verdades, de ver cómo las pupilas saltan por la indignación y rompen en respuestas que parecen resolver nuestros problemas.

Esas eran nuestras conversaciones. Encontré en ella la mejor amistad de mi paso por el Tec, ¿cómo reunir el coraje de un continente para crear otras condiciones de vida?, ¿cómo juntar al norte con el sur?, ¿cómo ir en la búsqueda de quienes quieren una América Latina cuyas noticias en los periódicos sepan menos a muerte? Porque todos los autores de su lista de libros coincidían en exhibir las atrocidades cometidas a una población que ignora hasta la percepción de su realidad.

Recuerdo habernos detenido por días en la lectura de no más de tres páginas, no sólo porque la mayoría de mis compañeros no leía, confieso que a veces yo tampoco, (aunque Susana se encargaba de que tarde o temprano lo hiciéramos), sino porque mantenía su esperanza firme en que en algún momento recordarían esos pasajes a fuerza de repasarlos. Recuerdo las sesiones de “Los Pasos de López” en donde entendimos que la historia de Miguel Hidalgo y Costilla era tres veces menos romántica que como lo adornaba la historia oficial. Nuestra independencia es una farsa.

Con las arrugas en las manos, el cabello blanco grisáceo por las canas, enfundada en sus vestidos primaverales, Susana derrocaba una y otra vez en cada semestre a la dictadura. Hacía movilizaciones de conciencias, gritaba todo su enojo, nos hacía enfadarnos con ella. Tendríamos que aprender de la República Dominicana bajo el régimen de Rafael Leónidas Trujillo en la pluma de Vargas Llosa. Los efectos sociales, políticos y económicos del negocio del poder que genera el vacío de la sumisión encerrada en una jerarquía impuesta. Las atrocidades que deben ser denunciadas por la ficción, aunque ésta rebase la imaginación misma. Susana no paraba de hacer que contrastáramos entre las circunstancias dominicanas y las colombianas, las venezolanas y las nuestras…. Tanta gente en el exilio, otra más ahí adentro, engulléndose entre la perversión de sociedades que engendran años en donde ningún día es distinto porque todos se emanan de la concentración del poder en manos de unos mismos cuantos.

Cortázar era el de la voz suave y pausada con sus delirios por las calles de París y Buenos Aires. Entre esas hojas de Rayuela encontrabas a la sensualidad, la pasión el amor de las bocas que tienen propósito… “Detrás de toda acción hay una protesta, porque todo hacer significa salir de para llegar a, o mover algo para que esté aquí y no allá… , es decir que en todo acto está la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que es posible hacer, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente”. Protesta de no quedarse quieto. Rebeldía de amantes. Reto de futuros.

Pedro Páramo y Cien Años de Soledad marcarían nuestro realismo mágico. La cotidianidad como salida de una fantasía, pero que no deja de ser común. Susana afirmaba que no se podía interpretar a los autores, pero cuánto bien nos hacía cuestionarlos para abrir nuestras propias mentes. Todavía conservo el mapa de personajes de la obra maestra de García Márquez, cada vez que lo repasaba me quedara claro que nuestros pueblos están pintados a mano por quienes sin pretenderlo hicieron una autocrítica de lo que tendría que ser sacado de un lote de imaginación confundido entre la realidad que realmente es, valga el pleonasmo.

Una lectura llevaba a otras. Las noticias de los periódicos, por ejemplo. A veces cargaba con ellos, subrayando su hipocresía, sus mentiras, o una que otra verdad entredicha. Ella me enseñó a leer las líneas editoriales, confiaba que mi capacidad de análisis daría para ir al Colegio de México y estudiar Lingüística. Era su sueño, que pudiera salir a descubrir con los lenguajes de otros a los paisajes de un mundo que no entendía.

No le cumplí su sueño. Ni ese ni el de casarme con Juan. Pero… Me aferré a su voz ronca para unirla en oposición y resistencia. Ahí donde el lenguaje se usa como arma para defender a las minorías, a los vulnerables, a la vida. Como bien, lo escribió el escritor y profesor José Luis Espíndola, su mejor amigo: “Me decía que poco puede hacerse para cambiar al mundo pero tenía una fe irresistible de que los jóvenes podían cambiar y cambiar al mundo. Nunca se instaló en lo políticamente correcto, ni en esa cobardía disfrazada de prudencia, menos aún en la comodidad del silencio cuando había que decir una verdad. Créanme allí tenemos todos mucho que aprender”.

Susana hizo de su vida un libro con capítulos dignos de ser contados. Era tan libre, que sus alumnos, al menos los que pudimos romper la barrera de “dura” como parecía su personalidad, nos sentíamos profundamente cómodos… Como escuchan y observan los buenos escritores, ella lo hacía con nosotros. Se preocupaba por nuestras inquietudes. Drogas, alcohol, sexo, amor, rencor. Todo el drama, la tragicomedia, la novela de quienes la llenamos de juventud en su mejor oficio: el de dar clases.

“El mundo es caca”, dijo una vez su nieto a una edad en donde apenas se puede hablar. Ella, tan irreverente y tan a favor del uso correcto de las palabras, llegó feliz a contar la anécdota. No era una sonrisa, era una carcajada estruendosa. Sabía que si nosotros sabemos la mierda que pisamos, entonces, con los ojos bien abiertos, podremos caminar entre ella. Porque en esta América Latina tan golpeada por el interés de esa élite que no necesariamente está en la política partidista, sino también en las empresas, en el crimen organizado, necesita de que estemos atentos, despiertos, moviéndonos.

José Luis narra los últimos momentos al lado de su mejor amiga: “Hasta en su enfermedad dio ejemplo de una fortaleza impresionante; amaba la vida, pero ni yo ni su familia le vimos derramar una sola lágrima por su muerte que ella sabía inminente. Le ví llorar por otras cosas: su familia, el problema escabroso de algún chico, alguna desazón, pero no por ella ¿O nos quiso hacer la vida menos pesada dándose fuerzas e imbuyéndonos de su serenidad?”. Le respondo a José en este artículo que es un homenaje para quienes como ella han encontrado en la literatura una causa de su rebeldía contra un mundo que debería ser más amable para todos: Porque si Susana estuviera nos querría fuertes, alegres, con infinitas ganas de cambiar y mover al mundo. Porque si algo nos enseñó fue a creer en que eso es posible.

 

 

¿Agonizan las religiones?

Indira Kempis

No he vivido en otro tiempo, pero considero por la experiencia que en ningún otro los jóvenes tuvimos más de una opción para elegir, no sólo en los aspectos profesionales, también en nuestro consumo  o incluso en las preferencias sexuales. Muchos factores han influído para que hayamos llegado a este punto del proceso social en donde tenemos una mayor libertad que la que tuvieron nuestros padres o abuelos para determinar algunas decisiones que consideramos trascendentales en nuestra vida. Es curioso, cuando se sugirió el tema para esta publicación, no me sentí atraída. Saco a colación esto justo por lo que acabo de escribir: cuestiones que son trascendentales en nuestras vidas. Si son trascendentales, entonces, ¿por qué a mí no me hizo sentido?

Quise comenzar por investigar cuántas religiones existen en el mundo, cuántas en México, de éstas cuáles son las que tienen mayor número de practicantes, las de menor, las más populares, las que se han metido en problemas mediáticos, los imaginarios colectivos… Socialmente, hay mucho que hablar de las religiones en el mundo. Sin embargo, me llamó la atención observar esa falta de ansiedad por descubrirlo, tanta que la primera pregunta que encontré fue tan clara como sencilla: ¿Cuál es mi definición de religión? La religión es distinta de la fe. La fe, que es una expectativa segura de las cosas que se esperan, mueve a los creyentes a actuar conforme a sus normas, costumbres, tradiciones, que constituye a la religión. Desde esta visión, la fe tiene un carácter individual y la religión social. La religión, entonces, sería un conjunto de fe. A ese conjunto, se le otorga un nombre visible y se va creando un lenguaje simbólico que permita sociabilizar conceptos más profundos como dios o dioses, la vida, la muerte, el perdón, entre otros temas.

Con resistencia y sin intentar consultar otras definiciones, resolví el primer cuestionamiento. El segundo e inmediato tiene que ver algo más que con las cifras que encuentro. Todos, sin ser científicos, entendemos que, por ejemplo, México es un país inminentemente católico. A donde vayas, encontrarás una iglesia, un santo colgado, un sacerdote reconocido o un ser humano que se persigna. Al menos, la religión que sustituyó a nuestras antiguas religiones hace poco más de 500 años, después de la conquista espiritual, creó un lenguaje, mezcla de las cosmovisiones de ambos mundos, propio, que se convirtió en parte de nuestra identidad nacional años tarde y que nos ha formado el gen cultural en el paso del tiempo. Lo mismo ha sucedido en otros países del mundo, si vamos a uno prredominantemente budista, encontraremos monjes caminando por las calles, a Buda en pequeñas o grandes esculturas y sus respectivos templos. Así que, de alguna u otra forma, se ha construido una identidad grupal que pervive en esa dinámica social.

Sin embargo, ya nada es como antes… Si en algún  momento de la línea histórica del tiempo pensamos que de una religión dependería nuestro sistema de creencias, nos equivocamos. Significado importante es saber que si hay tres religiones en el mundo que son las de mayores adeptos, son, precisamente, las de los países con mayor población, las que representan los mundos opuestos: oriente y occidente, las que representaron en algún momento las grandes conquistas imperiales. Lo que tampoco es fortuito es que con los cambios que hemos experimentado como sociedades, se hayan roto las fronteras en este tema.

Regreso a mi pregunta, ¿la religión tiene sentido para mí? No y lo expongo con franqueza porque en el tránsito de buscar mayor información encontré que no soy la única persona que piensa que, si bien es indispensable estudiar a la religiones por todo lo que representan para nuestras sociedades, también lo es que el concepto comienza a ser desfasado y que para esta generación la espiritualidad ha sustuido al concepto. Sin pretender que no sea un tema de importancia, es necesario hacer una radiografía que nos permita comprender por qué su significado ha dejado de ser tan relevante para algunos jóvenes, como para otros lo es tanto que comienzan a temprana edad a realizar sus propias búsquedas para determinar por sí solos cuál es la religión que desean practicar. De ahí que usted conozca más de una familia que esté en la situación donde ya no todos sus integrantes practican la misma religión.

El primer factor por lo que la religión agudiza como concepto social es por el desencanto. Hemos visto “el síndrome del desencanto” por todos lados. Los jóvenes menores de 30 años somos esa generación que ha vivido tantas crisis que no reconoce otro modus vivendi. Nos mandaron a la escuela (a algunos) para tener trabajo. No tenemos. Nos dijeron que seguir el modelo de familia papá, mamá e hijos sería parte de la fortaleza al núcleo de las sociedades para ser mejores. No lo somos, de hecho, en México se ha incrementado la tasa de divorcios en los últimos 25 años. El año pasado, el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, informaba que 20 de cada 100 parejas firman el acta de divorcio antes del primer año de casados. Y, para variar, también nos prometieron que todos esos derechos por los que se derramó sangre en revoluciones serían respetados. Hoy, México, ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en asesinatos y violaciones a los derechos humanos, de hecho para este tiempo tenemos condicionada hasta la partida presupuestal de nuestro vecino país del norte por no atender estos casos. Para acabar este párrafo pronto: Somos la generación del desencanto.

En esa premisa encontramos que la religión, ante el descubrimiento y testigos de casos fuertes, ha comenzado a agonizar debido al comportamiento de algunos de sus miembros. Se han fincado responsabilidades sobre casos de abuso sexual a mujeres y niños, extorsión, corrupción, colución con el crimen organizado, suicidios colectivos, entre otras cosas. Nosotros crecimos escuchando o leyendo sobre estos casos. Con el beneficio de la duda o con todas las interrogantes que se puedan generar, aprendimos que las religiones no son intocables, que dentro de ellas existe impunidad y que, de alguna u otra manera, la apertura ha permitido cuestionarlas.

Toda esta información no la sabríamos de no ser por el segundo factor: la globalización y las nuevas tecnologías de comunicación. Después del proteccionismo económico de los años 80, una vez abiertas las fronteras y ante la crisis del petróleo, la migración entre las ciudades y del campo a la ciudad ha desatado un fenómeno social imposible e inplensable detener hasta este tiempo. Se proyecta que para el 2025 más del 70 por ciento de la población viviremos en las ciudades y además no precisamente en las que son cercanas a nuestro origen geográfico. Por tanto, esto nos puede explicar la facilidad que ha permitido las fronteras que con la globalización y esas nuevas tecnologías se vuelve cada vez más prenetrables. De tal forma, que con relativa sencillez se pueden conocer otras formas no sólo formas de ver a las religiones, sino adoptar nuevas creencias e implementarlas en los lugares destino. Por eso no debe sorprendernos que en los últimos 20 años existan en nuestro país más practicantes de iglesias protestantes, después de todos los migrantes mexicanos que residen en Estados Unidos, como tampoco las de los últimos 5 años, a partir de la expansión del “Tigre Asiático” con las religiones orientales.

En esa interacción, conforme más se avanza en la industria de la comunicación, más se puede hacer la evangelización de nuevos conceptos, algunos que son cercanos a las grandes religiones como el budismo, el cristianismo o el hinduismo y otras que ya no se denominan religiones en sí mismas sino que generan corrientes con conceptos integrales, incluyentes y no orgánicos (es decir, sin estructuras o jerarquía definidas) para poder aglutinar a las personas afines que comulgan con este tipo de concepciones o visiones del mundo de lo intangible.

El tercer factor lo relaciono con la sociedad líquida de la que profundiza Zigmun Bauman en su libro Tiempos Líquidos, en el cual nos explica estas sociedades posmodernas han cambiado su definición sobre sí mismas a partir de las transformaciones descritas en los dos factores anteriores. Seres humanos que se deshacen de sus relaciones humanas para establecer conexiones, que se conciben así mismos como una red, que les es difícil comprometerse. La metáfora misma de lo que significa el estado físico del agua: un cubo sólido que ante esas y otras variables, dejan de ser permanentes, estables, inmutables para trasladarse a sus antónimos. No significa que esto sea peor o mejor que lo anterior, sin embargo, este autor coincide con el sociólogo Alain Touraine cuando describen a una sociedad donde las estructuras, las instituciones o lo que conocimos como el status quo comienza, ante la falta de respuestas o resultados inconclusos, a cuestionarse.

Las religiones son parte de esas estructuras que agonizan. Algunas han tenido que reinventarse o verse en la crítica situación de desaparecer. Otras, muchas más, han podido establecerse bajo los conceptos e imaginarios de los habitantes. Otras han sido cuestionadas severamente por los casos que hemos citado, pero tampoco podemos hablar del fin de las religiones cuando siguen siendo parte de esos ejes estructurales que han dominado sobre la costumbre, la cultura o la idiosincrasia. Tan el lenguaje simbólico ha dejado de ser el mismo que son las mismas religiones las que ahora utilizan el desencanto, la globalización y nuevas tecnologías, como esta sociedad de características “lìquidas”, como las maneras de ganar adeptos o recuperarlos. Tan sólo echemos un vistazo a las redes sociales para ver que cada día más miembros de estas iglesias predican desde ahí o incluso tienen sus propios canales de televisión. Es esta dicotomía lo que ha generado incluso debates dentro de las mismas religiones sobre si es o no la manera de convencer a los demás de sus creencias.

De ahí, el punto por dónde comenzamos este artículo. Es indudable que al enumerar todas las religiones que conozcamos caeremos en la cuenta que son más de las que habían hace treinta años. Pero al volverme a preguntar por qué en mi agenda personal no existe ese significado vital o trascendental que para otros representa, encontré por las respuestas de otros amigos de estas generaciones que estamos justo en esa parte del proceso en donde vamos definiendo ante un contexto diferente en la historia de la humanidad cuál es el papel de las religiones tanto en nuestras vidas personales como en la colectividad.

Si bien es cierto que hay posturas sobre la separación de las religiones del Estado, al ser éste laico según las leyes mexicanas, también lo es que el tener la libertad de decidir si queremos o no tener religión y si la tenemos cómo vamos a vivir esos predicamentos, es un derecho al que todos los ciudadanos debemos acceder en un país que se dice democrático. Los jóvenes participamos en las dinámicas sociales que van marcando las pautas del contexto social para otorgarle a las religiones ese renovado papel que necesitamos. Somos esta generación que reflexionando en todo lo escrito puede determinar el rumbo de las religiones, tanto practicantes como creyentes. Al gestarse estas nuevas formas nos hacemos susceptibles a comprometernos al respeto a las diversas, cada vez más diversas, maneras en las que los seres humanos han coincidido que pueden establecer una relación con su fe, su espiritualidad y sus dioses.

 

#otranarrativa: La organización social para combatir la desigualdad (En 4 escenas y un… ¿Final?)

Indira Kempis

Escena 1

Es sábado por la madrugada. El silencio cabe en los bolsillos rotos porque la noche no alcanza para las letras. Algo interrumpe mi insomnio. Son tweets que transitan por este espacio público virtual, ¿estoy leyendo bien? El título lo dice y mis pupilas saltan sobre cada letra del texto: suicidios ráramuris por hambruna. Un trago al té para comenzar a buscar en Internet.

Sin información que pueda confirmarse a esas horas, quisiera dormir, pero no dejo de preguntarme cuál es el propósito del video, ¿qué necesidad tendría alguien de hacer tales afirmaciones? Regreso a Google para descubrir que hay notas que se expresan de la Tarahumara como uno de los mejores lugares turísticos de nuestro país para visitar, pero también que es el reflejo del abandono del Estado con indígenas que ni siquiera aparecen en las estadísticas. Continue reading #otranarrativa: La organización social para combatir la desigualdad (En 4 escenas y un… ¿Final?)

La generación del siglo XXI: Los indignados

Cinthya Araiza

“Las prioridades de toda sociedad avanzada han de ser la igualdad, el progreso, la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad ecológica y el desarrollo, el bienestar y la felicidad de las personas”  Comunicado de prensa de “Democracia real Ya” (17/05/2011)

¿Democracia u oligarquía? ¿Bien común ó egoísmo institucional? ¿Por qué si somos una generación brillante, preparada, el futuro de nuestros países, nos sentimos indignados? Qué es lo que en realidad buscamos de nuestros gobiernos como ciudadanos? “¡Democracia Real Ya!” El resultado del desempleo masivo (a nivel mundial), la mala remuneración de los jóvenes profesionistas, las precarias condiciones de vida, son tan sólo algunas detonantes de una iniciativa global que surgió este mismo año y que se ha expandido, ha borrado fronteras y  sus voces han unido fuerzas. Un movimiento de indignados que desean –pacíficamente- una democracia justa y real y un futuro digno…hacer valer años de preparación, dedicación y estudio.

No sólo es un movimiento, es una iniciativa ciudadana que por primera vez se organizó al coordinar diversas manifestaciones pacíficas en cada rincón del mundo capitalista. Se ha convertido en más que una forma de expresar inconformidades, pues expresa el cólera de una generación entera que no ve futuro y que ha quedado  sin fe en las instituciones tradicionales, en la política y en el sistema financiero internacional. Dicho fenómeno global tiene sus miles de razones de ser, bien fundamentadas; las reformas fallidas, las crisis financieras protagonizadas por los bancos, las leyes limitantes de beneficios, todas estas son razones suficientes para que esta generación de indignados se manifieste ante los poderes económicos y políticos para exigir lo que les corresponde con justicia.

La indignación y las quejas van hacia la misma dirección en todos los países, ya sea europeos ó latinos, de centro ó periferia, de naciones desarrolladas ó subdesarrolladas: el olvido y rezago de la gran mayoría contra un sistema oligárquico y no democrático, en donde sólo se benefician unos cuantos. Es como piensan todos quienes forman parte de este movimiento social, de qué me sirve titularme con los mejores promedios ó de que me sirve tener 2 e incluso 3 maestrías, doctorados y diplomas, si de todas formas voy a seguir viviendo mediocremente, siempre en búsqueda de una vida más digna; seguramente no sólo ellos, sino todos los que pertenecemos a esta generación de indignados nos hemos preguntado lo mismo al menos una vez. Probablemente no había existido un fenómeno así, un movimiento tan masivo en décadas pasadas por que la humanidad no había despertado; se trataba de generaciones más sumisas y conformistas, sin embargo, y con el surgimiento de nuevas ideologías, pensamientos y ganas de salir adelante para tener una mejor calidad de vida e incluso el mismo espíritu de competencia del ser humano se ha despertado de este largo y utópico sueño, en donde si vivo en un país democrático, mis representantes deben hacer lo mejor para mí y los míos- pues el sistema democrático debe ser así, pero no lo es.

España fue la gota que derramó el vaso de agua, fue el hasta aquí de una generación de eruditos desempleados y de desperdicio intelectual masivo. Hasta hoy van más de 719 ciudades y 76 países. Si bien la globalización y los medios de comunicación masiva así como las redes sociales han sido fuertes aliados y grandes herramientas de este fenómeno global.

Agricultura de Subsistencia en América Central y el Caribe

Profesor Carlos Borroto Cuba

La zona es importadora de alimentos. Se encuentra en una geografía especialmente sensible al cambio climático, debido a que estos países tienen frontera con la costa. La temperatura del agua ha aumentado, y esto generará mayores turbulencias atmosféricas.

Urge mejorar la distribución de los alimentos disponibles.

Tiene que darse un incremento sustancial de producción de alimentos, debido a la creciente población urbana de los países, y todo esto debe llevarse a cabo de manera sostenible.

En Cuba se fomenta el cultivo de biotecnología vegetal, el cultivo de tejidos, sus bioproductos.

Existe un caso de estudio en la adquisición de plaguicidas químicos. En 1990 se utilizaban 21 mil cien toneladas; en 1998, siete mil 900; en el año 2002, cuatro mil 200, y en el año 2003, mil 900.  Se disminuyó en 11 veces su uso.

Otro caso es el control de garrapatas. Se vacunó al ganado contra las enfermedades contenidas en las garrapatas, y el efecto más positivo fue una disminución importante en las muertes de personas que caían enfermas al contaminarse a través de los alimentos.

Reglamentación

Roger Vichy

Director del Instituto Nacional de Alimentación y Agricultura de E.E.U.U.

¿Cómo atravesar las barreras para hacer una diferencia en 20 años?

¿Cuáles son los retos gobales?

  • Abastecimieno alimentario.
  • Estimular la economía rural para mantener la cohesión social.
  • Establecer una polítca global para el desarrollo de los productos agrícolas.
  • Seguridad alimentaria.
  • Nutrición y salud.
  • Bioenergía y biomateriales.
  • Alimentar a dos mil millones de personas más.
  • El mundo es más rico y urbano.
  • Reducir el consumo de agua en la agricultura, del 72 por ciento actual del total.
  • Incrementar la producción de comida en 70 por ciento. Se incrementa la agricultura en un 1.4 por ciento por año, cuando requerimos 1.7 por ciento.

Los países importadores no invierten en agricultura. Estados Unidos exportará productos agrícolas por 140 mil millones de dólares, y sólo se invierte el uno por ciento en investigación.

El cambio climático incrementará las pérdidas en agricultura en un 25 por ciento.

Se requiere de una agricultura sostenible, para lo cual hay que:

  • Mejorar el Ecosistema
  • Mejorar la fertilidad de las cosechas
  • Reducir el uso de químicos
  • Mejorar la calidad del agua y reducir su uso

Esta agricultura debe ser económicamente sostenible y socialmente aceptada. Para ello, se requiere:

  • Innovación
  • Cosechas resistentes a insectos
  • Cosechas transgénicas
  • Menos equipo para la cosecha y, por ende, menos gasto en combustible.
  • Biotecnología en cosechas de frutas y verduras, para reducir el uso de pesticidas.

Existen muchos casos de ingeniería genética en muchos países que han aumentado su producción entre 5 y 75 por ciento, con una gran disminución de productos químicos.

INQUIETUD AMBIENTAL

¿Existen riesgos reales o solo potenciales? La evidencia recopilada hasta la fecha indica que hay factores muy bajos, o casi nulos, de riesgo, y que esos riesgos seguramente son menores que el uso de los químicos y pesticidas en las cosechas y su efecto en la salud.

Los aspectos socioeconómicos son, entre otros:

*        Mejorar salud y disminución de costos.

*        Mayor disponibilidad de comida y más amplios beneficios.

*        Preocupación del control de la industria, manteniendo un control local.

*        Preocupación por incrementar la  huella ecológica a través de la agricultura modificada.

 

COSTOS DE LA REGULACIÓN

*        falta de capacidad para comprender las nuevas tecnologías.

*        La difusión del conocimiento es lenta y ambigua.

*        Se necesitan proyectos de evaluación compartida entre países.

*        ¿Cómo se van a evaluar las nuevas tecnologías?

 

Muchas de las tecnologías actuales se han desarrollado en el sector público y pequeñas empresas, y debido a que los procesos de aprobación no están claramente definidos, aumentan los costos. Existe una dicotomía asociada entre la aprobación local y la global. Esta problemática hace que se desincentiven la inversión y la innovación.

En Estados Unidos, Europa y China, se han realizado múltiples estudios de la biotecnología y sus efectos en las cosechas, y todos concluyen que el proceso es seguro. La máxima preocupación de todos es la seguridad alimentaria.

Estamos convencidos de que la biotecnología posee un potencial enorme para llevar a cabo los retos que se nos presentan, pero el objetivo prioritario es romper con el círculo vicioso de la poca comunicación que existe entre los políticos y los científicos. Y más bien son los primeros los que huyen de lo desconocido, para no arriesgar su permanencia en el poder.

Hay muchas maneras de matar…

Indira Kempis

Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre, quitarte el pan, no curarte una enfermedad, meterte en una mala vivienda, empujarte al suicidio, torturarte hasta la muerte por medio del trabajo, llevarte a la guerra, etcétera. Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.

Las letras del poeta y dramaturgo alemán Bertolt Bretch no distan de ser tan vigentes como en los  ecos de las críticas a la Primera Guerra Mundial.  Nuestro país, actualmente, es uno de los focos rojos a nivel internacional por el incremento diario de las estadísticas de la violencia, la delincuencia y el crimen organizado. Mucho se ha escrito sobre las causas de la situación que nos tiene intranquilos y con el futuro incierto. La mayoría se ha centrado en establecer la relación del narcotráfico con la corrupción en las esferas del poder, una estrategia para legitimar la presidencia, o bien, la tan aclamada crisis de valores.

Probablemente, todas las respuestas quepan en el caleidoscopio multifactorial del problema. Sin embargo, poco se ha comentado de esas otras armas que sin ser tener un número de serie, han propiciado sociedades, que como caldo de cultivo perfecto, son productoras de niños y jóvenes que entran a las actividades delictivas, de ciudadanos que viven en el silencio de lo que sucede en su entorno, de políticos sin voluntad y empresarios a sueldo.

La relación pobreza-narcotráfico a veces parece evidente con el simple hecho de colocar a la pobreza como una de las piezas del rompecabezas. No obstante, esta relación es más profunda de lo que imaginamos o lo que aparentan en las estadísticas o de esa clasificación que se ha hecho por parte de la Secretaría de Desarrollo Social: la pobreza alimentaria, la patrimonial y la de capacidades.

La relación pobreza-narcotráfico en los ojos de la realidad mexicana se ha convertido en EL factor de riesgo latente, en el negocio de los pobres, la fuerza de trabajo del narcotráfico y lo que nos adolece a todos y todas: los peores escenarios para la nota roja del día siguiente.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata…

Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local
, así describía a los pobres el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Sin embargo, aunque no lo queremos ver, “no son cifras, tienen nombre”, tal como un grupo de activistas y defensores de derechos humanos, a nivel nacional, (@contingenteMX)  le han puesto a su campaña de hacer visibles a las víctimas.

El Blog del Narco es un sitio especializado en el narcotráfico que se ha convertido en fuente de consulta. Basta un botón para ver un video de descuartizados, persecuciones, enfrentamientos. Fotografías de descabezados, narcomensajes, radiografías de sangre. El periódico y la televisión también se han convertido en la muerte al portador. Esa clase de muerte que se ha convertido en “estrella” porque también vende. En ella sus actores son diversos. Hay quienes afirman que diversos nombres y apellidos en todos los niveles del gobierno y en el mundo empresarial, están coludidos. Hay quienes se atreven a denunciar a militares y policías implicados en estos crímenes. También existe el señalamiento de responsabilidades a los Ministerios Públicos, el Poder Judicial, los Jueces. Todo apunta hacia la incertidumbre, porque de todas esas impugnaciones, pocas son las que pueden comprobarse.

Lo que es un hecho son los más de 50 mil muertos, según datos oficiales de Presidencia, que se lleva en esta estrategia de “lucha contra el narcotráfico”. Ese blog como muchos otros sitios, las redes sociales virtuales, así como otros medios de alternativos de comunicación están registrando casos alarmantes no sólo de muertos, también de masacres y desapariciones forzadas, ¿por qué no alcanzan el aparador mediático o la agenda pública de los gobiernos?, ¿por qué no se habla de los 101 casos de desaparición forzada que tiene documentados la organización Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (CADHAC)?

De acuerdo con Ángel Plascencia, periodista para Reporte Índigo, en su reportaje Desapariciones Forzadas, afirma: El procurador Adrián de la Garza minimiza el problema al indicar que el 99 por ciento de los desaparecidos en la ciudad están vinculados al crimen organizado. Y se acabó. Con esta actitud se explica la queja más recurrente de familiares de víctimas que acuden a presentar una denuncia ante la Procuraduría: tratan como irrelevante la pérdida de su familiar y en muchos casos -principalmente si es joven- lo criminalizan. Lamentablemente, no hay respuestas, CADHAC estima existen más de mil casos de desaparición forzada en el estado. A pesar de eso, en Nuevo León todavía no existe la tipificación del delito y ni siquiera estadísticas oficiales.

Esta situación es desesperante para las familias afectadas. Sus casos han sacado a la luz una realidad dolorosa: familias que no sólo comienzan una búsqueda de justicia sin cejar a pesar de lo que esto significa ante las amenazas y la estigmatización de los vecinos (el que se les juzgue socialmente por aparentemente estar “involucrados”). También se insertan a las filas de la pobreza si no es que en ella ya estaban. La desaparición de un familiar implica quedarse en algunos casos sin el sostén de la casa. Solventar los gastos básicos ha implicado para algunas de estas familias, un camino de deudas, de renuncias al trabajo, de años escolares sin cumplir, entre otras complicadas situaciones económicas. Así lo señala doña Maximina Hernández, quien ha hecho público el caso de su hijo: Se presentó formal denuncia ante el Ministerio Público, pero el trabajo de investigación no se realiza ni avanza y por tanto no hay resultados. Desde el día de su desaparición busco a mi hijo y continuaré hasta encontrarlo. Mi hija mayor, que ahora cuenta con apenas 13 años de edad, se hace cargo de sus hermanos menores cada vez que yo debo dedicarme a la causa de encontrar a Ever. Nuestros recursos económicos son escasos, pero nuestra voluntad de encontrarlo nos alcanza.

Atrapada está la ciudadanía en esas cuentas no claras sobre las investigaciones, sus resultados, los culpables, menos los castigos. Aquí en donde parece que para las autoridades todos y todas tenemos alguna “necesidad” de ser criminales. Pero lo peor no es solamente eso. Esto va acompañado de prejuicios sociales en donde los que son pobres se llevan la peor parte, la del castigo social que como bien apunta Ángel Plasencia, los criminaliza de inmediato sin pruebas.

Sanjuana Martínez, periodista de La Jornada, en su libro La Frontera del Narco, escribe una de estas historias que ya parecen cuentos para quedarse en la memoria colectiva o en el olvido selectivo:

A punta de cuernos de chivo mataron a 21 en el famoso antro Sabino Gordo “¡Se los va a cargar la chingada, cabrones!”, gritaron los gatilleros al llegar. Eran ocho hombres a cara descubierta. Eran las 10 de la noche y la banda tocaba con ambiente guapachón (… ). Los asesinos fueron eligiendo clientes, músicos y damas de compañía para ordenarles que salieran del lugar. Luego formaron a algunos clientes, meseros, cantineros y vigilantes. Los pusieron en la pared y empezaron a disparar a corta distancia. Fusilados. En cinco minutos cayó un centenar de balas. La sangre fluyó. Al salir, dispararon a un vendedor de hot dogs y a un taxista. Ambos estaban en la esquina sin deberla ni temerla.

(…) Los Zetas se deslindaron del asesinato masivo colocando sendas mantas en distintos puntos de la ciudad. El mensaje fue enviado. Y para restar importancia a la masacre, las autoridades se apresuraron a decir que los muertos “no eran gente de bien”. Las buenas conciencias de esta ciudad no deben sentirse ofendidas. La gente de bien no acude a estos tugurios, mucho menos trabaja en ellos”.

No ser “gente bien” se ha vuelto la excusa perfecta para justificar el asesinato de los pobres del “Sabino Gordo” por los que ni siquiera hay que iniciar una revuelta. Eran pobres. Nombres y apellidos comunes. Eran pobres.  Según , el periodista Javier Estrada, corresponsal de CNN en Nuevo León “15,000 nuevos pobres se incorporaron a las estadísticas entre 2008 y 2010 en el estado industrial de Nuevo León, la tercera entidad de México que más aporta al Producto Interno Bruto (PIB), con alrededor del 8%. La falta de oportunidades, ingresos o acceso a la seguridad social son los principales factores de ese incremento”.

Los pobres se han vuelto el blanco fácil del narcotráfico como de las autoridades que trabajan para  el crimen organizado, también. Javier Estrada explica que las zonas del sur del estado de Nuevo León son las más afectadas por la pobreza. Carmen Farías de Zihuame Mochilla (organización dedicada a promover los derechos de los indígenas en Nuevo León) le comenta en entrevista que los indígenas migrantes son afectados, principalmente, por la pobreza patrimonial o por carecer de seguridad social. No sólo eso, la inseguridad los ha alcanzado.

No puede haber coincidencia cuando nos remitimos a lo sucedido el 13 de mayo de este año, fecha en la que 5 familiares de la comunidad otomí fueron asesinados presuntamente a manos de la delincuencia organizada. En un principio, como ha pasado en la mayoría de los asesinatos –incluyendo el de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey-, las autoridades mencionaron que las 5 víctimas pertenecían al crimen organizado. Aclarado, posteriormente, se supo que se trataba de 5 hombres indígenas dedicados a la albañilería, hombres de trabajo comprometidos con sus responsabilidades familiares y comunitarias. Nada más. Pero el daño moral ya estaba hecho en las rotativas: criminales sin nombre.

La discriminación a los indígenas, en un estado que según la Encuesta Nacional de Discriminación elaborada por la CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) es la entidad que resultó con los mayores niveles de segregación por color de piel –entre otros-,  se suma a la pobreza o la muerte impune, o al revés: la pobreza y la muerte impune se suma a la discriminación de los “nadie”.

 

Shadow economy: uno a veces…

Uno, a veces desearía morir.  Pero en algunos lugares ya no hay sitio a causa de tanta muerte, es la poesía de Paco Roda, ¿dónde se puede desear morir?

Yo me sentí como una loca. Me decían: “Mira que eres una malagradecida y miserable”. Ellos me sacaron de la pobreza en Venezuela y así les pagaba con mis berrinches. Y yo pensaba, ¿estaré loca? A mí no me gusta eso de que me hagan sexo a la fuerza, a veces me dan asco, estoy cansada, huelen mal. No me gustan los borrachos. “Si esto es un trabajo como cualquiera”, me decía la señora que cuidaba la mansión. Yo nomás quería bailar y ya. Yo no sé si una está loca porque no le gusta obedecer.

Es la narración de Arely de diecinueve años escrita por la defensora de derechos humanos, Lydia Cacho, en su libro Esclavas del poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo. Arely  “trabajaba” –como le hicieron creer- en una mansión en San Pedro Garza García, Nuevo León. En un viaje a Cancún, estando en la cárcel municipal, el equipo del CIAM (Centro Integral de Apoyo a la Mujer), la rescató. Lydia Cacho relata el diagnóstico de los psicólogos sobre cómo encontraron a la joven:

Supimos que Arely no estaba loca. Ella, como miles de mujeres víctimas de la violencia y la trata para la explotación sexual, mostraba desesperación ante una situación enloquecedora. Los dueños de los centros nocturnos de Monterrey la mandaron a trabajar a la plaza de Cancún. Ella ansiaba alejarse de esa forma de esclavitud y sabía que intentarlo podía costarle la vida, y sin embargo, lo hizo. Pasó dos días en que vomitaba lo que comía; estábamos casi seguras de que la habían inducido a la adicción de algún tipo de droga, ella decía que no, sin embargo, tenía los síntomas de abstinencia. Luego pudimos entender que los síntomas que mostraba no estaban relacionados con una adicción, sino con la abrumadora realidad de la forma de victimización, aunada al estrés postraumático y a la sobredosis de narcóticos inyectada irresponsablemente por el médico de la cárcel.

 

El crimen organizado es un negocio ilegal con fines económicos y a los que participan en él se les llama gánsteres, mafias, redes o cárteles. Estos personajes se inscriben en la llamada shadow economy (“economía en la sombra”), aquella que no paga impuestos directos a los gobiernos legítimos, pero que necesita negocia con ellos para sostenerse. Los delitos más evidentes del pacto entre el Estado y los delincuentes organizados son la compraventa de armas, drogas y personas. Las actividades que caracterizan a estos infractores están perfectamente definidas por especialistas en seguridad: robo, fraude y transporte ilegal de bienes y personas, escribe la periodista en la introducción de su libro.

Esto es especialmente importante porque el narcotráfico ha dejado de ser “empresa” de un sólo producto. Cada vez más, los delitos del fuero común, la trata de personas, la desaparición forzada, la piratería, la esclavitud sexual y la pornografía infantil están vinculados al negocio de las drogas. Con o sin ellas, aunado a la impunidad y corrupción, han hecho crecer a la delincuencia, diversificado los delitos a perseguir.

Hablamos de los recursos humanos de la delincuencia organizada. De los que sostienen las ganancias de los delincuentes Aquí encontramos no sólo a los pobres, sino a los niños, las niñas, los hombres y mujeres jóvenes. Con un salario mínimo en el promedio nacional que no alcanza para la canasta básica, en esos hogares donde no existe la seguridad social ni para la gripa, donde no sólo no hay oportunidades de empleo si no rebasas la educación primaria, sino que el que hay dista de ser el trabajo soñado. En las ciudades donde 2,3,4 familias viven en 50 metros cuadrados. Ahí en el cerro de la Colonia Independencia cuyo territorio ha derribado cualquier franja invisible entre el narcotráfico y los habitantes no vinculados al negocio porque, simplemente, coexisten.

No puede pasar desapercibido que mientras no se eliminen las condiciones que propician la pobreza, ésta será determinante en el contexto social para alentar la violencia y la delincuencia. El Proyecto de Decreto para la Prevención Social de la Delincuencia y la Violencia en observación de la Comisiones Unidas de Seguridad Pública y de Estudios Legislativos, Primera, sostiene que desde principios de esta década, los indicadores en México demuestran que la edad más frecuente de los delincuentes fluctuaba entre los 12 y 25 años y que suma casi el 40 por ciento del total, es decir, la delincuencia sigue aumentando y cada vez son más niños los que incursionan a las bandas delictivas…, también especifica que se deben tomar en cuenta los problemas sociales, definidos por la degradación de valores, ramificación de la corrupción, disolución familiar y violencia doméstica, alcoholismo, drogadicción y pandillerismo, así como el desempleo y la marginación, para explicar dicho incremento.

Antanas Mockus, ex Alcalde de Bogotá, afirma que uno no nace violento, se hace violento. Queda claro que el ingreso a una carrera delictiva es en parte una decisión individual, pero es también un condicionamiento por parte de una violencia primaria, la que no garantiza ni la salud, ni la alimentación, ni la vivienda, ni el empleo como derechos humanos fundamentales para dejar de encontrar en el narcotráfico o el crimen organizado una puerta de entrada a la oportunidad.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en su artículo 25 que:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.

Mientras que en el 22 afirma:

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

La prevención social de la delincuencia justo debe centrar los temas de la agenda en la puerta de entrada. Esa “economía de sombra” que otorga lo que la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos manifiesta. Historias sobran y, sin embargo, siguen sin ser parte de un estudio integral sobre lo que sucede en Nuevo León. El periodista Santiago Igartúa del semanario PROCESO recopila algunas de éstas en Colonia Independencia de Monterrey, en su artículo La Guerra vista desde la Infancia:

Quiero ser policía para matar a mi papá”, se escucha desde el fondo del salón. Aguda la voz, se estremecen la piel y el alma. La pregunta es inevitable y la respuesta del niño, clara, implacable: “Porque es zeta”. Los ojos se le llenaron de fuego.

Las historias de los niños, que van de los siete a los 11 años, golpean de tanta sangre, tanta muerte, tanta ofensa. Llega una detrás de la otra, como olas que rompen en las piedras. Las cuentan en primera persona. Ellos las sufrieron.

Los niños describen a los criminales con los que conviven como hombres que secuestran, extorsionan, cortan cabezas, desmembran, violan y venden droga. “Matan a los de su mismo equipo (cártel). Ya no tienen sentimientos. Se les hace el corazón de fierro”. Ganan mucho dinero y están “cerca”, por “todas partes.

(…) Un pequeño dice ser halcón, un vigilante al servicio de la organización zeta que alquila sus ojos por 50 pesos diarios. Tiene nueve años. Platica sin desparpajo: “Estás con los mira lejos (radios). Tienes que estar mirando que no vengan los federales o que no venga el ejército. Y si llegan a haber redadas, yo inmediatamente voy con ‘el pelón'”. Seductores el dinero y el poder, el alboroto fue inmediato entre sus compañeros, que no titubearon en cuestionarle. “Yo también quiero trabajar con ellos”, calaba el eco profundo.

 

Pero los problemas del antiguo San Luisito (Colonia Independencia) no comenzaron el día del reportaje de Santiago Igartúa. Hace ocho años, la poetisa regiomontana Carmen Alanís encontró este panorama haciendo trabajo social en la Colonia Tanques de Guadalupe, una zona marginada de Monterrey; justo donde ahora hay un alto nivel de muerte y violencia La ciudad del dolor, se titula su crónica:

Desde este escalón lleno de tierra, veo el centro de la ciudad de Monterrey. (…) Veo la Avenida Constitución, línea gris que no promete inicio ni término, con sus carros -como de juguete- a alta velocidad. Veo los hoteles de lujo, cuyas ventanas lanzan destellos de sol que encandilan; veo El Rey del Cabrito, que por la chimenea lanza un humo cuyo olor hasta aquí no alcanza, pero que seguro abre el apetito a quienes conducen esos carros como de juguete. También miro el Palacio Municipal, con su anacrónico estilo y su desalentadora monocromía. Sobresale el MARCO, que los miércoles abre gratuitamente sus puertas de vidrio, helado y grueso, a los otros, a esos que no pueden pagar la cuota establecida (…) Veo allá ese conglomerado de gente, propia y extraña; vehículos, austeros y de lujo; comercios, de pequeña o insospechada inversión; transacciones económicas, de unos cuantos pesos o millonarias.

Veo todo eso y yo aquí, casi tocando estos matorrales, este polvo de nunca acabar, este olor a leña ardiendo, estas fugas de pútridos líquidos, estos moscos encima de un gallo en descomposición, estos hongos que habitan las paredes húmedas, estos gatos que maúllan noche y día, estos asnos que cargan más de lo que resisten, estas casas de concreto, de madera, de papel, de viento, estos niños y niñas y jóvenes y adultos y ancianos que no tienen más casa que su tristeza.

En las cuestiones sociales se dice que no hay fórmulas. La vida colectiva es tan cambiante que parece casi impredecible, inestable, totalmente incierta. Pero, la violencia y la delincuencia están dejando las pruebas más importantes de que hay constantes en las sociedades que poco distan de ser parte de los diagnósticos. No existe la casualidad ni lo fortuito. No está la suerte de las pobres echada sobre la casa de apuestas de Dios o el universo. Porque si algo podemos aprender de este fenómeno social es que no puede haber avances significativos en la seguridad mientras no se resuelva sustantivamente la pobreza.

Las acciones, por tanto, de los todos los actores de este sistema (ciudadanía, empresarios, políticos, funcionarios, etc.) deberían dirigirse con mayor énfasis a la puerta de entrada a la violencia y la delincuencia. A la prevención que pocos seguidores genera porque, en apariencia, no resuelve el problema de inmediato. Actualmente, en proporción, sólo se destina 1 peso de cada 10 para este tema público a nivel federal.

Debemos recordar que el futuro es también presente y en esa medida tarde o temprano tendremos que asumir las consecuencias positivas o negativas de haber atendido a tiempo y en su momento las causas de los efectos. Porque mientras existan pobres, los “nadie”, esos de la “economía de sombra”, habrán reducidos resultados en la paz, el respeto a los derechos humanos y el incremento de la calidad de vida de los habitantes de las ciudades en el mundo.

En sus palabras de despedida en su columna Plaza Pública del periódico Reforma, Miguel Ángel Granados Chapa, quien siempre en sus escritos apostó por la dignidad humana, escribió:

Casi nadie entre los firmantes, y por supuesto entre los mexicanos todos, puede negar la terrible situación en que nos hallamos envueltos: la inequidad social, la pobreza, la incontenible violencia criminal, la corrupción que tantos beneficiarios genera, la lenidad recíproca, unos peores que otros, la desesperanza social. Todos esos factores, y otros que omito involuntariamente pero que actúan en conjunto, forman un cambalache como esa masa maloliente a la que cantó Enrique Santos Discépolo en la Argentina de 1945.

Con todo, pudo cantarle. Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete…

… Me cuesta escribirle lector(a), que fui pobre. Pertenecí a ese mundo del que hoy escribo. Puedo, entonces, decirle con franqueza que si a mí me hubieran dado a elegir los muchos años de esfuerzo que han implicado el de al menos llegar a la universidad o los 500 pesos y la AK47, quizá este artículo que usted lee jamás hubiera sido escrito con mi nombre. “Acabar con la pobreza no es un gesto de caridad, es un acto de justicia”, eso lo dijo Nelson Mandela. Justicia, por tanto, es combatir esas otras “muchas maneras de matar”.

La batalla de Monterrey

Tomado de Letras Libres

Ricardo Cayuela Gally

Entre el aeropuerto Mariano Escobedo, en el municipio industrial de Apodaca, y mi hotel en San Pedro Garza García, pasadas las once de la noche y tras cruzar entera la ciudad de Monterrey, no veo ni un solo policía o soldado, pese a cumplirse una semana del mayor atentado contra la población civil en México: el incendio del Casino Royale, provocado por sicarios que actuaron con impunidad a plena luz del día, donde murieron 52 personas. Y esa será una de las constantes más insólitas de esta visita. Ni en la entrevista con el secretario de gobierno, Javier Treviño, ni con la amenazada alcaldesa de Guadalupe, Ivonne Álvarez, ni en el recorrido que hice por el Barrio Antiguo, ni siquiera para entrar al Tec a una ceremonia presidida por dos de los empresarios más importantes de México, nunca nadie me pidió una identificación, me revisó la mochila ni confirmó si tenía cita previa o invitación.

La explicación a esta falta de controles me la da Jorge Tello Peón, coordinador sin sueldo del gabinete de seguridad del gobierno de Nuevo León. Creador del Cisen, antiguo colaborador de Fernando Gutiérrez Barrios y quizá uno de los mayores conocedores de los entretelones de los cuerpos de seguridad en México, Tello es enfático durante un desayuno en un restaurante sobriamente llamado Wall Street: “Nuevo León enfrenta un alarmante déficit de policías.” Las sistemáticas limpias de elementos corruptos, cuando no a sueldo del crimen organizado, han dejado los cuerpos del estado, y de la mayoría de los municipios, en números testimoniales. Bernardo González-Aréchiga, director de la Escuela de Graduados en Administración Pública del Tec y experto en temas de seguridad, corrobora las cifras: “Nuevo León tiene operativos menos de ocho mil policías y debería contar, dada su población y en estándares de la ONU [al menos 2.8 policías por cada mil habitantes], con veinte mil, y en estándares de la medición Goode [que mide el número de bajas de la policía para calcular el número requerido], con cuarenta mil.” Existe un programa estatal para construir una nueva policía, pero no es fácil reclutar. Nadie quiere un trabajo en que te juegas la vida si no te corrompes. Y eso que las condiciones han mejorado radicalmente: el gobierno ofrece catorce mil pesos mensuales de sueldo y buenas prestaciones. La convocatoria ha tenido que hacerse fuera del estado y ofrecer casa para los no residentes. Ni así. Además, el proceso de incorporación es inevitablemente lento. Nada es más peligroso que reclutar gente desesperada y darle un arma sin un adecuado adoctrinamiento. Lo sabe el Ejército mexicano, que enfrenta la deserción de no pocos mandos de sus batallones especiales convertidos en los líderes del cártel de Los Zetas. “En febrero –me dice Tello por poner un ejemplo– dimos de alta a treinta policías, y necesitamos quinientos al mes.”

Pero entonces, ¿por qué la ciudad era segura antes? De hecho, todo el país era seguro, salvo los barrios rojos de las ciudades de frontera y la capital. Recuerdo que cuando se fundó esta revista me tocó vivir un mes en Monterrey. Allí sigue el despacho de diseño que creó la maqueta original. Estuve hospedado en el porfiriano hotel Ancira del Barrio Antiguo, y nada me daba más placer, tras maratónicas jornadas de trabajo, como capitalino, que la sensación de libertad de poder caminar por sus calles sin miedo a cualquier hora de la noche. Hoy se cuentan por miles los regios que han emigrado a Texas o a la ciudad de México. La explicación que da Tello es que durante décadas hubo una complicidad total entre el crimen y la policía, “con la salvedad de que los delincuentes sabían quién mandaba y hasta dónde podían hacer”. Era un mundo sórdido y corrupto. De grandes fortunas construidas al amparo del poder. La “pax priista”. Pero la línea roja estaba claramente marcada. Hoy las reglas han cambiado para todos.

Desde el atentado al casino, los medios de Monterrey trabajan a destajo y no dejan un día sin alguna revelación escabrosa. El Norte y Milenio,en la prensa diaria, y Reporte Índigo, en su revista digital, han informado puntualmente de la profundidad del abismo: los permisos chuecos de Gobernación, los amparos bordeando lo ilegal de ciertos jueces, la complicidad de las autoridades municipales, el papel de ciertos exfuncionarios reconvertidos en dueños de casinos, el cobro de comisiones millonarias, los donativos a campañas electorales de todos los partidos, el apoyo de al menos un policía estatal a los sicarios que cometieron el atentado, la facilidad con que algunos de los asesinos habían anteriormente evadido la acción de la justicia por la corrupción de ministerios públicos. Un expolicía, que tras pasar por la lucha libre, se vuelve sicario. Un “jefe de plaza” apodado “el Quemado”. Un “lugarteniente” llamado “Comandante Mataperros”. El negocio del juego está mal regulado, con licencias tan costosas y difíciles que son en sí mismas la puerta de entrada de la corrupción. Y la cereza del pastel: la facilidad para lavar dinero en un ámbito en que, al no ser posible prever las pérdidas de los clientes, es sencillo fingirlas.

Reporte Índigo se encuentra en el barrio del Obispado, en una casona que bulle de actividad. Su director, Ramón Alberto Garza, exdirector de Reforma y El Norte, me recibe un jueves de cierre. Pese a que aparece cada viernes como una revista semanal por internet, Reporte Índigo lleva tres días seguidos publicando adelantos, y las exclusivas y revelaciones lo tienen sin aliento. Se respira la adrenalina de las viejas redacciones. Pide una Coca-Cola de dieta a su secretaria e intenta concentrarse en la conversación. Imposible. Debe volar a México al día siguiente en la madrugada. No tiene aún planchada la camisa de la boda a la que tiene que acudir por la noche y su chofer no contesta el celular. Eso sí, la conclusión es tajante: “El Casino Royale es la punta del iceberg.” Y todos, por una razón u otra, están atrapados en su telaraña. Bajo a la redacción para ver a Hugo Gutiérrez, su brazo derecho. La cajas de comida chatarra delatan la cantidad de horas que lleva en la oficina. Me dice que están por publicar información que demuestra que el dueño del Casino Royale había creado un grupo armado para defender sus instalaciones del crimen y que por eso lo atacaron de día, ya que sus guardias solo trabajaban de noche. La ley del Oeste. Con una mano me anota el teléfono que le pedí, con la otra me muestra una gráfica en la pantalla y con los ojos me pide clemencia: tiene que cerrar y el reloj avanza indiferente.

Salgo a la ciudad y sin darme cuenta, tras bajar el cerro donde se asienta el barrio, estoy delante del Casino Caliente de la avenida Gonzalitos. La normalidad es total. Abierto y lleno. Las pantallas con carreras de caballos y partidos de beisbol se repiten como en una pesadilla de Escher. ¿Tiene su licencia en orden? ¿Aprobó Protección Civil sus salidas de emergencia? ¿No ha sido amenazado? ¿Nadie le tose a Hank Rhon?

 

La casa que empezó por el techo

Mauricio Fernández Garza, el polémico alcalde de San Pedro Garza García, me concede una entrevista en su residencia, la famosa Milarca. La casa, que el arquitecto japonés Tadao Ando calificó como el espacio privado más hermoso del mundo, empezó por el tejado. Con veinticinco años, vio en la prensa de Estados Unidos que se vendía un techo histórico. Sin más información decidió comprarlo. Se convirtió en el orgulloso propietario de sesenta toneladas de madera. El techo, de casi cuarenta metros de largo por trece de ancho, lo había adquirido el magnate William Randolph Hearst para su castillo privado de San Diego, pero la gran depresión lo obligó a venderlo sin haberlo instalado. Pertenecía a la nave de la iglesia de la Universidad del Rosario de Almagro, en La Mancha, y es un ejemplo perfecto de arte mudéjar. Para transportarlo de Carolina del Norte, donde lo tenían arrumbado sus dueños, a una bodega de Monterrey, tuvo que rentar doce tráileres e introducirlo despiezado después de trámites kafkianos en la aduana de México. El techo es un elemento más de una casa que tiene otros dos techos históricos, la mayor colección de fósiles del mundo o la espada de Hernán Cortés. Desde la terraza, con una alberca que remata un arco gótico original, es fácil entender, que no compartir, su visión del mundo. Con un ingreso per cápita de cuarenta mil dólares anuales, cifras superiores a las de Canadá, y con más egresados en finanzas y mercadotecnia de universidades norteamericanas que ninguna otra localidad del mundo, San Pedro Garza García, en las boscosas estribaciones de la Sierra Madre, puede darse el lujo de empezar por el techo, como la casa de su alcalde. Esto es, despedir a todos sus policías y contratar cuantos necesite, superando cómodamente el índice recomendado por la ONU. Montar un servicio de  inteligencia municipal. Llevar un escandaloso registro  de los trabajadores domésticos. Incluso el alcalde propone una rebaja en la edad penal hasta los doce años. Por no hablar de los rumores que corren sobre “un grupo de rudos” al servicio del alcalde. Con índices de aprobación de más del ochenta por ciento, según diversas encuestas, Fernández Garza puede presumir de cero secuestros en lo que va del año y solo dos asesinatos, frente a los cuarenta semanales  del resto del área metropolitana de Monterrey. Obviamente, el “método” del alcalde-sheriff no es extrapolable.

Parte del éxito lo debe a una recaudación histórica en su primer año de mandato. Descubrió que muchos de los hombres más ricos de la entidad, algunos vecinos suyos finca con finca, llevaban años si pagar el predial, impuesto que cobran los municipios y que es básico para cuadrar sus cuentas: “Cosas de sus abogados para justificar la chamba”, me dice para exculparlos. Y los amenazó con publicar sus retrasos en el suplemento de vida social Sierra Madre, que edita El Norte para los suscriptores de ese municipio. Santo remedio: una cosa es defraudar al fisco, una abstracción molesta, y otra muy distinta ser la comidilla del Club Campestre.

El triunfo del dinero fácil

Justamente una de las quejas que escuché durante la cena en casa de un prominente empresario fue lo profundamente que han cambiado los valores de la sociedad regia y cómo el dinero fácil y la ostentación son ahora las divisas, de las que el Sierra Madre es solo un síntoma. De una persona como Eugenio Garza Sada, cuya figura sigue gravitando en la vida regiomontana, que se sabía el nombre de todos los operarios de su cervecería, a una cultura del nuevo rico que gusta de presumir los quince años de su hija con artistas de la farándula, bodas en enclaves exóticos (avión privado incluido para los invitados) o bautizos con mil asistentes (cardenal incluido). La vida como una excusa para una permanente pool party. “Y esa cultura del dinero fácil enmascara a no pocos delincuentes que dignifican su dinero en las páginas de sociedad”, remata enérgica la anfitriona, cuya máxima es que sus hijos no crezcan como juniors, ajenos a su ciudad y sus problemas. El narco entró en sus escuelas, deportivos, restaurantes. ¿Habrá entrado también en sus negocios?

Lo mismo piensa el arquitecto Ricardo Padilla, cuyo esfuerzo fundamental está en su asociación civil Reforestación Extrema y cuyos intereses pasan por la mejora del trazo urbano, el espacio público y el transporte masivo, tres de las carencias del modelo de desarrollo en Monterrey. Problemas que la Encuesta de Cultura Ciudadana, que se ha aplicado en otras grandes ciudades de Latinoamérica, pone de manifiesto. Por ejemplo, Monterrey es la ciudad en la región que tiene el mayor uso de automóvil privado, con más de un tercio de los desplazamientos en ese medio. Y, como me confirma González-Aréchiga, “empieza a ser habitual que la gente desperdicie en su automóvil más de dos horas al día transportándose a su trabajo”.

Pero quizá lo que más llama la atención de la encuesta es que, si bien casi dos tercios de los regiomontanos se sienten orgullosos de su ciudad, más de la mitad estarían dispuestos a infringir la ley si esa es la única manera de ayudar a su familia. Es decir, la responsabilidad ciudadana acaba cuando empiezan las necesidades de los parientes, lo que puede ser la puerta de entrada para justificar lo injustificable. La desafección hacia la autoridad es alarmante y obviamente los responsables no son los ciudadanos: una cuarta parte de la población piensa que su ciudad es insegura porque los organismos de seguridad no son confiables y a cuatro de cada diez no les gustaría tener de vecino a un policía. Además, uno de cada cuatro regios está de acuerdo o completamente de acuerdo con portar un arma para defenderse.

 

El peso de la historia

Para hablar de la permanencia de esta moral tradicional en la ciudad más moderna de México y entender sus claves históricas, me reúno con el historiador César Morado, director del archivo histórico de Nuevo León y coautor de una de las pocas monografías sobre la historia de Monterrey. Para Morado, la lógica de Monterrey es la lógica de la frontera. No en su fundación ni en su transcurrir colonial, cuando era un enclave inestable y poco importante, subsidiario de Saltillo, sino a partir de la derrota mexicana en la guerra con Estados Unidos de 1846, y la pérdida de la  mitad del territorio, lo que volvió a una villa perdida en  la inmensidad del Norte un punto estratégico en la frontera con Texas. A esta singularidad repentina contribuyó decididamente la Guerra Civil americana, cuando las escuadras de Ulysses Grant cerraron los puertos fluviales de los secesionistas y estos buscaron dar salida a su algodón a través de México. Y desde luego en el Porfiriato, cuando la ciudad crecía al diez por ciento anual y desarrolló toda una cultura industrial, basada en la cerveza, el cemento y el acero. Clave de esto fue la inteligente política de excepciones fiscales del gobernador Bernardo Reyes.

La Revolución descarriló este proceso, y las grandes industrias se adaptaron a regañadientes a la nueva realidad, incómodas sobre todo con el apoyo a las cooperativas de obreros del régimen de Cárdenas y su idea de una educación socialista. No en vano fue uno de los centros urbanos que más decididamente apoyaron la candidatura de Almazán y la creación de Acción Nacional. Con Ávila Camacho, pero sobre todo con Miguel Alemán, se inició un periodo de estabilidad que duró hasta Echeverría. De 1942 es el famoso discurso de Alfonso Reyes “Los regiomontanos”, a los que califica de “héroes en manga de camisa” y “paladines en blusa de obrero”. Si exceptuamos la agria disputa contra la imposición, en 1962, por el gobierno de López Mateos, del libro de texto único, que movilizó en las calles de la ciudad a trescientos mil regios, se trató de un matrimonio de conveniencia entre el centro y la Sultana del Norte: la industria, favorecida por el control de las importaciones y la energía subsidiada, se ramificó y creció a ritmos de la actual China. Monterrey pasó a representar por sí solo el diez por ciento del producto interno bruto del país y ahí nacieron las grandes organizaciones empresariales de todo el país, empezando por la Coparmex. El populismo de Echeverría, el desorden en las finanzas públicas y las devaluaciones arruinaron ese de por sí tenso acuerdo. El intento de secuestro y asesinato, en 1973, por parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de Eugenio Garza Sada, dueño de la Cervecería Cuauhtémoc y fundador del Tec de Monterrey, entre otros emblemas de la ciudad, desató una sorda indignación y profundizó un desapego del centro que aún continúa. López Portillo intentó reconciliarse con la industria de Monterrey a través de la Alianza para la Producción, pero el caos económico de su gobierno y la nacionalización de la banca en 1982, que en buena medida estaban en manos de financieros e industriales de Monterrey, llevaron las cosas al borde del rompimiento. Con Salinas, hijo predilecto de Agualeguas, Nuevo León, pasó de la euforia a la decepción: de recuperar la banca a tener que saldarla en el extranjero tras el mal llamado “error de diciembre”.

Esta difícil relación con el poder central explica el auge del PAN en el estado y el decidido apoyo de los empresarios de Monterrey a Vicente Fox en su empeño por “sacar al PRI de Los Pinos”, mientras sus verdaderos esfuerzos se concentraban en lograr competir en un mercado abierto. Es ahora, azorados por la ola de violencia criminal, cuando vuelven los ojos a su edén subvertido por la metralla e intentan rescatarlo. Y por ello impulsan diversos organismos ciudadanos, como el CCINLAC (Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo León, A. C.) que encabeza Miguel Treviño y que no solo hace propuestas concretas de buen gobierno sino que mide la eficacia de las autoridades con base en parámetros objetivos.

Esta historia generó una mentalidad emprendedora  en el grueso de la población y una moral del esfuerzo  más próxima a la cultura de Texas que al centro de México, explicable también por la ausencia de grandes culturas indígenas y de un importante legado colonial, cargas de profundidad y atavismos sin los que es imposible entender la mentalidad del centro y sur del país. Un abismo separa esta lógica con la visión que de la riqueza se tiene en el centro, donde se ve como una gracia, o concesión, que otorga el poder político. Un verbo la define: “jalar”, sinónimo de trabajar. Por eso, cuando una protesta cierra una calle, no pocos automovilistas insultan a los manifestantes con una frase: “Ya pónganse a jalar.” Es decir, la salida está en el trabajo individual y no en la protesta colectiva. Por eso, llevar a dos mil personas  a la Macroplaza para protestar contra los políticos, como sucedió el primer domingo de septiembre, en palabras de una de sus organizadoras, Tatiana Clouthier, “es un gran triunfo”.

El problema para César Morado es que esta imagen de Monterrey como un enclave emprendedor es una construcción con una parte de verdad y otra hecha de mitos, que simplifica una realidad más compleja. Como me dijo González-Aréchiga, Monterrey se diversificó, los servicios son ahora el motor de su economía y el peso relativo de las grandes empresas ha disminuido; además, no hay que menospreciar el peso que la población inmigrante tiene en tejido social.

La ola criminal

Nadie de las decenas de personas con las que conversé durante mi estancia en la ciudad de Monterrey desmiente la información oficial: la espiral de violencia es producto de la ruptura entre el cártel del Golfo y Los Zetas a principios del 2010. Pero para entender el alcance de este rompimiento es necesario ir atrás. Monterrey es históricamente un enclave estratégico para dominar la frontera de Texas, pero a diferencia de Nuevo Laredo, Matamoros o Reynosa, cuyo único valor es el de garita de paso, Monterrey es un centro financiero de tal magnitud que es posible lavar grandes cantidades de dinero sin levantar sospechas; además, tiene universidades y barrios residenciales en donde las familias de los narcos pueden pasar inadvertidas y un nivel de riqueza que, por una parte, genera un público no despreciable para el consumo de cocaína y, por la otra, es un botín económico en sí mismo para la extorsión, el secuestro o el robo de casas y coches. Sumando diversas fuentes, se puede inferir que el cártel del Pacífico les encargó a los Beltrán Leyva el control de la plaza y que el cártel del Golfo hizo lo mismo con su brazo armado, Los Zetas. Una vez en Monterrey, estos grupos se vieron seducidos por el poder y la riqueza de la Sultana del Norte y rompieron con sus respectivos jefes. Los Beltrán Leyva fueron desarticulados por sucesivos golpes de la policía federal y ahora sus fuerzas se concentran aparentemente en otras partes del país, pero la guerra entre “Golfos” y Zetas por Monterrey es despiadada: de un estado que tenía un promedio de doscientos asesinados al año, pasó a ser uno donde se asesina a más de dos mil. Y donde los delitos del fuero común han crecido exponencialmente.

Lo grave no es solo la lucha entre dos grupos rivales, sino que ambos actúan bajo el amparo de policías municipales y con el respaldo de jueces y ministerios públicos también a sueldo. Además, pasar grandes cantidades de cocaína a los Estados Unidos requiere de una infraestructura y de un “músculo económico” que no es fácil de mantener cuando se está en mitad de una guerra fratricida, de ahí la necesidad de hacerse con recursos fáciles y rápidos y pasar al asalto directo de la ciudadanía. Cada esquina en que se vende droga es una trinchera de esta guerra y todos los locales comerciales, sobre todo en giros de la noche y el juego, un botón potencial para la extorsión y el cobro “de piso”. Como me explicó Fernando Elizondo, excandidato del PAN al gobierno del estado: “estos grupos arman a antiguos pandilleros de poca monta de los barrios marginales con armas largas y un salario fijo, y así, de un problema de marginalidad y exclusión social, se pasó a escenarios que no es gratuito calificar de bélicos”. Toma de calles, “ejecución” de rehenes, guerra psicológica, colgados, “encajuelados”, “encobijados”: una gramática del terror que estremece. Además, no se trata, de acuerdo con Tello, de grupos que otorguen una credencial, lo cual hace que otros delincuentes comunes actúen por imitación y que las traiciones y asesinatos dentro de cada facción sean constantes. La ley de la selva.

Una de las cosas que más me impresionó de la conversación con Jorge Tello fue la historia de unos policías de Cerralvo que al ser detenidos por la policía confesaron que lo único que le pedían a Dios es que la Marina o el Ejército los mataran “en combate”, para al menos morir dignamente y escapar del horror que les obligaban a hacer sus nuevos “jefes”: asesinar al azar al primer peatón que cruza la calle para demostrar lealtad o despellejar vivo a uno de cada diez compañeros para abortar cualquier atisbo de delación. Lo mismo me dijo el coronel Enrique Alberto San Miguel Sánchez, secretario de Seguridad Pública del municipio de Guadalupe: “No se imagina usted lo crueles que pueden llegar a ser cuando tienen a un hombre desarmado en sus manos. Ahora, si uno los enfrenta, aunque sea con una simple pistola, entonces son unos cobardes.”

 

El coronel y la locutora

La historia de la alcaldesa de Guadalupe es esclarecedora. Cuando llegó a la presidencia municipal Ivonne Liliana Álvarez García, nadie daba un céntimo por su gestión. Exdiputada local del PRI y extitular de Desarrollo Social del municipio, su trayectoria profesional venía de la televisión privada, como conductora de programas  de entretenimiento, lo que en México quiere decir vacuidad y frivolidad en estado puro (circula incluso un video en la red donde se la ve instruir a la audiencia en el arte de comer un plátano). Sin embargo, cuando llegó a su despacho descubrió que tenía dos opciones: “mirar para el otro lado” o “entrarle de lleno al tema de la seguridad”. La mayoría de los alcaldes, comprensiblemente, me había dicho Tello, optan por la primera: “solo van a estar tres años en el cargo y nadie quiere perder inútilmente su vida”. Ella, no. Tras cinco meses se dio cuenta de que  su secretario de Seguridad, un policía civil de toda la vida en la corporación, era un corrupto. Lo despidió (ella usa un eufemismo: “ya no compartíamos los esfuerzos”) y buscó, a través de la Secretaría de la Defensa Nacional, a un titular para ese cargo clave. Pese al discurso oficial de la guerra contra el narco como prioridad, y pese a tratarse de uno de los municipios más calientes del país, la Defensa tardó casi nueve meses en darle una respuesta, y lo hizo por la presión que la alcaldesa ejerció a través de la Cuarta Región Militar del país, con sede en Nuevo León.

Fue entonces cuando apareció en el municipio el coronel retirado Enrique Alberto San Miguel Sánchez, un hombre robusto de suaves modales y voz dulce que dice, sin apenas mediar pregunta, que “odia a las personas corruptas”, “cáncer de México”. Su objetivo, “crear un verdadero espíritu de cuerpo en su corporación” y que lo vean como un “líder no por el escritorio sino por ser uno más de sus propios hombres en el trabajo de calle”. Nunca antes había tenido la extraña sensación de hablar con alguien que podría estar asesinado para cuando los lectores de la revista lean estas líneas. Le han arrojado cuerpos de colaboradores descuartizados a las puertas de su oficina y ha enfrentado toda suerte de atentados con granadas y armas largas. La alcaldesa y el coronel dieron de baja, en números redondos, a cerca de seiscientos cincuenta  de los ochocientos policías con que contaba el municipio, y han logrado “fincarles responsabilidades penales”, eufemismo de meter a la cárcel, a setenta de ellos. En turnos de veinticuatro por veinticuatro horas, ciento cincuenta policías honestos, que pasaron todos los controles de confianza, apoyados por un cuerpo reducido de exmilitares en labores de policía que logró reclutar el coronel, han logrado bajar los índices delictivos de un municipio de setecientos mil habitantes, en el cinturón urbano de la ciudad de Monterrey.

El ejemplo de Guadalupe toca consideraciones cruciales: ¿mando único para crear 32 policías estatales, una inevitable pirámide burocrática, o una policía confiable en cada municipio? ¿Para cuándo se instaurará la reelección de los alcaldes, que permita a los ciudadanos apoyar proyectos de transformación con su voto? ¿Qué garantiza a los pequeños comerciantes y obreros de Guadalupe que el próximo alcalde vaya a resistir la extorsión? ¿Si mañana leemos en la prensa que fue asesinado el Director de Seguridad de Guadalupe, Nuevo León, nos extrañaría? Si sobrevive, ¿qué va a pasar con el trabajo del coronel San Miguel?

Visita a un pueblo fantasma

Recorro el Barrio Antiguo un sábado por la noche, acompañado de Ximena Peredo, líder social de diversas agrupaciones que reclama un análisis profundo de las verdaderas causas de la situación de su estado desde su columna en la prensa local; David Pulido, uno de los promotores de la organización civil Pueblo Bicicletero, y Claudio Tapia Salinas, exfuncionario público, quien dejó el Distrito Federal por Monterrey, adonde llegó como delegado de la Secretaría de Hacienda y renunció a sus cargos públicos para significarse como luchador social del estado, entre sus causas más importantes está la protección de la reserva forestal de La Pastora, en el cerro de La Silla, donde la Semarnat y el municipio de Guadalupe han otorgado ya los permisos y licencias a FEMSA para construir un nuevo estadio para los Rayados del Monterrey.

La distancia entre defensores y detractores del proyecto es insalvable. Vidal Garza Cantú, director de la Fundación FEMSA, habla de los alcances de un proyecto que va a regenerar una zona deprimida de la ciudad, ayudar al propio bosque de La Pastora con un andador ecológico y un rescate integral del zoológico; me asegura que no se va a talar ningún árbol –“si acaso trasladar algunos cientos”– y que la recuperación económica del proyecto es a largo plazo, más de cincuenta años, por lo que descarta el afán mercantil como motivación. La alcaldesa de Guadalupe me aclara que ella simplemente esperó a que la Semarnat diera su visto bueno al impacto ambiental del proyecto antes de conceder la licencia de uso de suelo. Y Tapia, Peredo y Pulido insisten, con vehemencia, en que se trata de un proyecto ecocida, cuya melodía es el poder del dinero.

Durante nuestro recorrido nocturno son como tres guías de turismo arqueológico por un pueblo fantasma que se detienen ante cada local para explicar su historia, la vida que los animaba, los grupos que tocaban, las mesas improvisadas que llegaban hasta la calle. Me acuerdo sin querer de Jorge Manrique: “¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían?” Me quedo petrificado ante una fachada baleada (el célebre Café Iguana, epicentro de la movida rock de la ciudad), unos postigos echados (“el local era de una francesa que lo cerró cuando unos adolescentes la amenazaron con una pistola en el cuello”), unas cancelas rotas. En los pocos lugares abiertos somos los únicos clientes. El miedo se palpa en el ambiente. Noto su aprensión creciente conforme nos alejamos del coche. Calles sin luz, camionetas a baja velocidad, ni una sola patrulla, ni un solo soldado, pese a la llegada de tres mil efectivos de refuerzo tras el atentado del Casino Royale.

Lo grave del centro, me habían dicho los empresarios que me invitaron a cenar a su casa, es que con su muerte repentina se acabó uno de los pocos espacios de convivencia interclasista de la ciudad. Para Ximena Peredo, lo que hay detrás de este abandono es un intento de expulsar a los viejos residentes del centro y comprar a precio de ganga sus casas para especular con ellas cuando las cosas se calmen. No comparto su teoría, pero en la sección de avisos inmobiliarios de la prensa al día siguiente descubro una casa de seis habitaciones, cuatro baños y ¡diez lugares de estacionamiento! a la venta por un millón escaso de pesos. Por la misma casa, en San Pedro, no se paga ni el enganche.

La fantasmal noche remata en La Nacional, en la calzada Madero. El bar, que nació en 2003 en pleno auge de la vida nocturna, quiere rescatar la tradición cantinera pero con un toque de sofisticación en la cocina que estiliza platos típicos, como los tacos de perro atropellado o la barbacoa, y los combina con perejil frito o alcachofa asada. Los precios son accesibles. El lugar cuenta con estacionamiento. Es sábado en la noche. La decoración es sobria y acogedora. La música deja hablar. Somos los únicos clientes.

Al día siguiente, Daniel de la Fuente, reportero de El Norte, me manda un enlace con la noticia de la última balacera en el centro, pocas horas después de que dejamos el lugar. Fue el propio Daniel quien me contó esta historia. Él va todos los fines de semana a un parque de la colonia Cumbres a tomar café con amigos mientras sus hijos se entrenan de boy scouts en el mismo lugar. Una mañana, mientras hacía trabajo de reportero gonzo como forense, lo llamaron a levantar los cadáveres de unos jóvenes asesinados en un ajuste de cuentas entre narcomenudistas. En cuanto se abrió la puerta de la carroza fúnebre reconoció el parque. El cuerpo de uno de ellos estaba en el árbol en que el sábado anterior había estado jugando con sus hijos. Por primera vez en su vida de reportero curtido en la calle sintió miedo.

En la colonia Independencia

Si uno entrecierra los ojos en San Pedro Garza García y deja volar la imaginación, podría estar en Canadá. En la colonia Independencia, aunque uno los cierre con fuerza, no puede escapar de África. En la llamada Loma Larga y a cinco minutos en coche de la Macroplaza, la colonia Independencia ocupa la barrera natural que separa Monterrey de San Pedro. Más arriba en el cerro hay otras colonias aún peores, como La Risca. Vinculada a la ciudad como barrio marginal desde los tiempos de Fundidora, hace más de un siglo, cuando se le conocía como San Luisito, en la Indepe está la Basílica de Guadalupe y la tradición de Semana Santa más viva. No es recomendable ir solo ni adentrarse demasiado. Con cerca de setenta mil habitantes, es el barrio marginal más grande de todo Nuevo León. Muchos de sus jóvenes trabajan para los cárteles que se disputan la ciudad, en los rangos más bajos, de “halcones” o sicarios. Las ráfagas de metralleta son habituales.

Indira Kempis llegó a Monterrey desde su natal Morelos para estudiar en el Tec el doctorado en ciencias políticas, como miles de graduados. Tras el asesinato por parte del Ejército de dos estudiantes a los que confundió con delincuentes, hecho que significó la renuncia como protesta del respetado rector Rafael Rangel Sostmann, empezó a organizar a grupos de estudiantes para manifestarse contra la inseguridad. Para alguien que nació en Anenecuilco, el pueblo de Emiliano Zapata, de tez morena, traje de manta y una curiosa mezcla de ancestros judíos e indígenas, Monterrey era un enigma del que se sentía excluida hasta que vio la fuerza que podía tener la organización de los estudiantes en redes sociales. Su activismo es pragmático: prefiere hacer el bien concreto, aunque sea formando parte de ciertos programas públicos, que la soflama redentora. Por ello, cada fin de semana pone en la escalinata del Palacio de Gobierno cientos de pares de zapatos vacíos, en alusión a las víctimas civiles del conflicto, pero entre semana trabaja en talleres de teatro y danza para los niños de las colonias más desfavorecidas. Es ella quien me organiza una visita a la colonia Independencia.

Édgar Olaiz, coordinador de Programas Sociales de la Secretaría de Desarrollo Social de Nuevo León, con rango de subsecretario, está empeñado en repetir la experiencia de radical transformación de Medellín, Colombia, en su ciudad y tiene un proyecto piloto en esta colonia. Lo acompaño en un recorrido de trabajo, junto a Gabriel Todd, subsecretario de Desarrollo Urbano. El director de la secundaria número dos Ignacio Morones Prieto es nuestro guía. Pero ni él mismo acaba de entender qué paso. Con casi setenta años y a punto de jubilarse, y tras pasar por diversas y tranquilas escuelas rurales, la llegada a la secundaria de la Indepe constituyó un pequeño cataclismo personal: grupos saturados, pleitos, navajazos, deserción temprana, indisciplina, instalaciones ruinosas. Hoy la situación es tan diferente que el profe Mauro no sabe explicarla. El terrenal de piedras donde jugaban es una cancha de futbol rápido con pasto artificial. Unas aulas abandonadas son talleres vespertinos para las madres de familia. El descampado insalubre donde se llevaban a cabo las ceremonias cívicas y recreativas es un lugar dignamente techado y asfaltado. “Se acabaron los grafitis y los pleitos.” Como la visita no estaba preparada, doy fe de sus palabras. Los alumnos no logran aún subir su nivel académico –“que vengan todos los días a la escuela es ya un triunfo”, dice– pero la escuela es por primera vez “un lugar de contención de la cultura del crimen”.

Subimos a la explanada de las bombas, lugar que creó Bernardo Reyes en 1909 para almacenar agua potable.Encima de este lugar, que sirve de parque a los vecinos, se está levantando un centro comunitario de grandes dimensiones, como los parques-bibliotecas de Colombia, con canchas deportivas, salones de actos, biblioteca, talleres y demás. Sin bardas que lo aíslen del barrio, como se hace en Medellín, y con dignidad estética, el proyecto lo ganó un grupo de estudiantes de arquitectura del Tec que quería contribuir a la transformación de su ciudad. Con una capacidad inmensa en sus seis hectáreas de terreno, la esperanza de Olaiz es que se convierta en un punto de encuentro de todos los vecinos y que ninguna banda de las que ahora mismo se disputan a tiros las calles de la colonia se lo adueñe. Hay un trabajo de campo para lograr eso, me explica Todd, con énfasis en lo deportivo. El recorrido termina en la Casa del Exboxeador, en la calle Tamiahua. Antes un jacal sostenido con palos en  un terreno donado por un exalcalde como una dádiva personal en una zona de “alta exclusión social”, eufemismo de amoladísima, hoy un gimnasio digno, con cuartos para exboxeadores que no tengan dónde vivir (la marginación de ese mundo es inmensa), un salón de memorabilia encabezada por Lauro Salas, primer campeón del mundo neoleonés, y un ring profesional en el que se entrenan treinta varones  y doce mujeres cada día.

El siguiente paso, me dice Olaiz, es conseguir que el gobernador “compre” la idea del teleférico, que uniría la Macroplaza con San Pedro Garza García, con dos o tres estaciones en la colonia Independencia. Así, dejaría de ser un barrio inaccesible. El proyecto uniría el barrio  de oficinas públicas con el barrio residencial de la ciudad de  manera ecológica y rápida, y tendría un gran atractivo turístico. Podría ser el detonador de otros proyectos, como la restauración de la basílica de Guadalupe o la construcción de un santuario en la parte más alta de la loma, con una vista única de Monterrey, como el Cristo del Corcovado en Rio de Janeiro. “El problema es que el huracán Alex nos dejó sin recursos, dice Todd, todo lo tuvimos que gastar en restaurar la ciudad, lo que aún no se logra plenamente.”

La guerra política

A la destrucción del huracán Alex en 2010 y la crisis de seguridad provocada por la guerra entre “Golfos” y Zetas hay que sumarle una sorda disputa política que tiene de cabeza a las instituciones del estado y la ciudad. Aquí no se trata de la sana alternancia entre partidos, sino de una batalla por dominar un estado clave de cara a las elecciones del 2012, en la que las diversas familias políticas que lo integran toman sus posiciones y forman alianzas contra natura.

Este tejemaneje cínico, denunciado por figuras tan respetadas en el estado como Fernando Elizondo, produce malestar fuera de los círculos políticos. A Javier Treviño, secretario de Gobierno del estado, le pregunté si era consciente del nivel de desafección que tenía la ciudadanía hacia su clase política. Y no solo por las marchas y protestas semanales, algo insólito para Monterrey, ni siquiera por las reiteradas ocho columnas de los medios locales pidiendo la renuncia ya del gobernador, ya del alcalde, sino porque actores tan trascendentes como los grandes empresarios habían alzado la voz y habían dicho “Ya basta” en diversos escenarios. El más comentado, el discurso de José Antonio Fernández, presidente de FEMSA, en la entrega de los premios Eugenio Garza Sada en el Tec de Monterrey el jueves primero de septiembre. Fernández dijo que si las cosas no estaban peor era porque a los delincuentes no les interesaba. Lo que no se comentó en la prensa, y que vi con mis ojos, fue el aplauso de pie que le tributó un anfiteatro lleno a rebosar de jóvenes estudiantes. Treviño me explica, como corresponde a su cargo, que están trabajando todos los días para recuperar esa confianza. Y me presenta los cuatro “pilares” en que se sostiene la acción del gobierno: mejorar la relación con el poder federal, construir una nueva policía,  transformar el marco jurídico del sistema penal y una fuerte inversión social. La conversación tiene lugar en un anexo de su oficina, en una sólida mesa de madera para al menos veinte comensales, cada lugar con un lápiz afilado, un blog de notas y una botellita de agua. Es obvio que alguna importante reunión está por tener lugar en cuanto deje de quitársele su tiempo al político de más alto rango del estado, exceptuando al gobernador. Cuando le pregunto si se arrepiente de trabajar en el gobierno –tenía una trayectoria brillante en el sector privado– me dice que no con convicción. Pero al acompañarme a la salida de su despacho en el Palacio de Gobierno me comenta con humor: “Antes tenía pelo, pero en esta oficina me estoy quedando calvo.”

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Muchas de las personas con las que hablé en Monterrey acuden a fábulas para intentar comprender lo que está pasando. Una que escuché un par de ocasiones, por increíble que parezca, como si su moraleja se hubiera lexicalizado, cuenta que si uno ve una rata esconderse en un basurero de la calle, no se inmuta: es el lugar en que debe estar; si la ve cruzar el jardín de su casa, anota en su agenda hablar al fumigador el lunes; pero si la descubre bajo la cama, no duerme hasta darle caza. Algo así sucede en Monterrey hoy, como en muchas otras ciudades de México. Con una salvedad: la ratas eran parte de la familia y pedían su cereal cada mañana. Apenas ahora, tras once años de alternancia, estamos dándonos cuenta de lo que significó el concordato entre el crimen y el viejo régimen y cómo sus estructuras más profundas se resisten violentamente a cualquier cambio. No tenemos ni las instituciones ni el marco legal ni la claridad estratégica ni la voluntad colectiva para hacer frente a esta “casa tomada”. De hecho, Monterrey es la ciudad mejor preparada para dar esta batalla. Por su tamaño, cohesión social, riqueza, cultura emprendedora. Por construir en mitad del desierto la ciudad más moderna y próspera de México.

De regreso al aeropuerto, una clara mañana de domingo, me pregunto qué le pasaría a México si la batalla de Monterrey se pierde. Muchas de las cosas que vi me inducen a pensar que esto no va a suceder: demasiada gente talentosa reunida, aun en el desacuerdo, como para dejar su ciudad y su estado en manos de los criminales, por más que tengan cómplices en el poder y en la sociedad.

En España, aparta de mí esta cáliz, César Vallejo se preguntaba sobre el destino del mundo si la República española perdía la guerra civil: “Si España cae –digo, es un decir–”… Y no puedo quitarme de la mente esta idea: Si Monterrey cae –digo, es un decir–. ~

Ciencia y tecnología, primer punto de la agenda

Gabriel Contreras

Escasa densidad, débil compromiso ante un potencial debate intelectual de altura, ausencia de ideas innovadoras y ligadas a cuestiones científicas y tecnológicas. Estas son algunas de las invariables que nos dibujan el perfil del debate rumbo al cambio presidencial en México. Así nos conducen a pensar los personajes integrados en esta breve encuesta, todos ellos comprometidos desde distintas plataformas de pensamiento con puntos claves nuestra historia contemporánea. Jorge Castañeda, Pedro Salazar, Guadalupe Loaeza, Otto Granados… Todos ellos dueños de opiniones sólidas y dotadas de cierta influencia e interés público.

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Los Retos para Sociología Alimentaria

Cinthya Araiza

Desde la revolución agrícola hasta el surgimiento de la Mancha Urbana.

La Sociología, es aquella Ciencia que se ocupa del estudio de la sociedad. En consecuencia de éste estudio, se considera que la sociedad está constituida por un gran conjunto de estructuras y relaciones, que pueden ser de orden social, político, económico y cultural, y a través de ésta Ciencia podemos explorar, interpretar y explicar la realidad social. Debido a que la alimentación, es una necesidad social y además el mismo acto de alimentarse conduce a una serie de hábitos sociales específicos, se ha convertido en objeto de estudio de la Ciencia de la Sociología.

Distintas disciplinas se han preocupado por el estudio de la alimentación, pero, sólo la Sociología se ha interesado por realizar investigaciones centradas en aspectos como la agricultura, el simbolismo de ciertos alimentos, y la manera de cómo la alimentación refleja las desigualdades sociales. A través de los años, se he querido indagar sobre los hábitos de alimentación que presentaba una región específica en una época determinada; como consecuencia surge la Economía agraria como primer disciplina interesada por comprender la alimentación de una manera más amplia.

La actividad agrícola consiste, desde sus inicios en explotar y cultivar la tierra y sus recursos, es el resultado de una necesidad social por obtener alimento de manera natural y que además comenzó con su propia infraestructura científica e industrial; en conjunto con las diversas actividades que existen para la práctica agraria, se incluyen las del estudio y preparación de las tierras, cultivo, desarrollo, recolección, transformación, distribución, etc.

Durante la era arcaica, periodo que abarca desde 8000 a. C. al 1500 a.C., el hombre   comenzaba a practicar la agricultura, aunque en realidad la Revolución Agraria ocurrió antes en el periodo conocido como neolítico; como consecuencia de esta nueva actividad, la creación de sociedades más complejas y la construcción de ciudades fueron surgiendo y con ellas nuevas prácticas ó actividades; esto ocurrió debido principalmente a la sedentarización. Estas sociedades modernas crecieron gradualmente debido a la gran abundancia de alimentos, que dio pie a un crecimiento demográfico acelerado. El resultado de la explosión demográfica y el desarrollo técnico, aparecieron diferentes y nuevos  roles sociales especializados en las labores de fines económicos. Las diferentes capacidades y habilidades clasificaron a hombres y mujeres como agricultores, ganaderos, artesanos y guerreros.

Desde los inicios de la práctica de la agricultura y hasta el día de hoy, existen variadas producciones de alimentos, que son de gran importancia para el ser humano tales como los cereales, maíz, trigo, arroz, caña de azúcar, aceite, frutas y verduras, pues es cierto que estos alientos, producto de la agricultura,  los encontramos como base en la famosa “pirámide alimenticia”.

A pesar de que se trata de una actividad muy antigua, de origen prehistórico, hoy por hoy sigue siendo un sector económico (el sector agrícola) indispensable y fundamental en la alimentación mundial. Sin embargo no podemos destacar solamente los beneficios que la Revolución Agrícola trajo a la humanidad; se debe ver la cara opuesta de la moneda. Tanto  la revolución técnica como la agrícola, llevaron a las sociedades a una arcada división de trabajo, dando pie al surgimiento de un sector de la población dedicado a sustentar las complejas pero nuevas ciudades. Después del descubrimiento de un sin número de avances tecnológicos y con la Revolución Industrial, la mancha urbana se extendió a tal grado que poco a poco debilitó la única actividad que alguna vez sustentara a una creciente población mundial.

Desafortunadamente, en las últimas décadas, la presión demográfica ha provocado la contaminación del agua y la invasión de zonas de actividad agrícola, poniendo límites para la obtención de alimentos y recursos naturales. A este fenómeno demográfico se le ha clasificado como una catástrofe demográfica, o al menos así es como ha sido llamada: -“La capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos”-(T. Malthus)…para fortuna de la humanidad tal presagio tan radical de dicha catástrofe no se ha cumplido, pero las posibilidades crecen día con día. Según datos oficiales de la ONU, se estima que para el 2050, existan en el mundo entre 7700 y 11200 millones de personas. Esto prueba que la mancha urbana seguirá creciendo, el problema es que no podemos decir lo mismo de los recursos naturales.

Los países más afectados, son aquellos que dependen meramente de la actividad agrícola para abastecer a su gente, por lo que se ha sobreexplotado los ya escasos recursos naturales para solventar y alimentar a la población.

Entonces, valdría la pena preguntarse, ¿Qué transformaciones socio-económicas y culturales ocurrirán ante tal problemática? ¿Cuáles alternativas ó estrategias habrá que tomar la humanidad para la obtención de alimentos y demás recursos? El reto es buscar respuestas factibles, interpretar cómo el ser humano evolucionará y cuáles serán sus alternativas ante el cabio climático, el deterioro medioambiental, y sobre todo, el crecimiento desbocado de la población mundial.