Ciudad Obesa

Gabriel Todd

Nadie imagino que la penicilina de Flemming y el auto de Ford se convertirán en el motor de la explosión urbana. Y que con el crecimiento horizontal de la ciudad vendría un cambio de hábitos en las personas que en muchas latitudes que han abusado del nuevo modelo motorizado se ha convertido en un problema de salud publica. Por algo dicen que ciencia y desarrollo tecnológico que no se acompaña de su correspondiente nivel de conciencia termina opacando los beneficios que ofrece. Así las cosas el modelo de ciudad regiomontano basado en el uso, fomento y el deseo ciudadano del automóvil y de vivir en una vivienda lejana y desarticulada de la ciudad ha terminado por imprimirle una velocidad innecesaria a la vida, una cuota adicional de contaminación ambiental incluyendo ruido y nos ha convertido en seres sedentarios que no utilizan sus piernas para trasladarse entre orígenes y destinos. Hoy se debe incluir en la agenda del día un espacio para ejercitar tu cuerpo cuando la ciudad es o debería ser tu gimnasio mínimo, el espacio que mantenga sano tu cuerpo.

La vida moderna de este lado del planeta se ha convertido en un sinónimo de estrés, en un vivir en contra de los flujos de la naturaleza de la vida, en contra de tus propias necesidades, corriendo mentalmente todo el tiempo, recorriendo grandes distancias en medio de congestionamientos viales, comiendo apresuradamente alimentos. Comer cualquier cosa en un “fast food” con alimentos que no tienen ya los nutrientes ni las proporciones adecuadas es algo normal en la ciudad. Trabajamos para tener bienestar pero parecemos esclavos de un sistema que no beneficia integralmente a nadie y que ha terminado por cobrar su cuota. Somos un país de obesos porque tenemos una ciudad obesa.

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