A la caza de Norman Mailer

Gabriel Contreras

  1. EL ESCRITORIO

Norman Mailer era un hombre de ideas ambiciosas. La vida de un asesino, los estragos de la guerra norteamericana, la corrupción moral en el ámbito fílmico, esas fueron cosas que le atrajo retratar, contar de alguna manera, y alrededor de esos aspectos esenciales desarrollaba gran cantidad de apuntes, esquemas, digamos que una compleja arquitectura narrativa.

Los que estamos interesados en la obra de Norman Mailer, que tal vez no somos muchos o no nos conocemos entre nosotros, tenemos hoy la necesidad de ir deduciendo poco a poco sus técnicas a través de asomos fragmentarios aquí y allá, entrevistas dispersas, artículos, reflexiones sueltas, cosas así. Es algo parecido a la reconstrucción de un crimen a través de las huellas del culpable, o como si escribiéramos la historia de un deportista campeón, dijo esto, acá dijo esto otro, allá dicen que dijo, pero no, no lo dijo así, sino de esta manera.

Los libros, el conjunto de los libros que escribió Norman Mailer son un claro testimonio de su visión, así como sus fotografías, que ruedan ampliamente en Internet y, por supuesto, sus declaraciones recogidas con cámaras de cine o en video. Todo eso, es algo que tenemos que ir organizando y haciendo un atado con él, pero… Otra cosa, otra cosa es la evidencia física de su manera de crear, esto es… su cuarto de trabajo, su escritorio. Eso ya lo investigó  el escritor Dwayne Raymond con cierta profundidad, y además lo documento en su libro de encuentros con Mailer.

El estudio de trabajo de Norman Mailer nos habla claramente de sus últimos días de escritura.

Pensemos de una casa ubicada en Provincetown, desde la cual se domina plenamente el pequeño cuerpo de la ciudad. Una casa clara, perfectamente iluminada, rodeada por gaviotas y por cierto aire de rancho.

Ahí, con su pluma, montones y montones de hojas y libretas, su antigua máquina de escribir, y el apoyo de una gran ambición y mucha inteligencia…

Ahí, Norman Mailer pasó sus últimos días escribiendo un libro en torno a Hitler.

Por eso es que estaba examinando los estragos de la Segunda Guerra Mundial, por eso tenía diccionarios de alemán a los que ponía un especial interés, y por eso también se esmeraba en llenar pequeñas tarjetas de aspecto escolar.

Aquellos apuntes cumplieron su objetivo, y después fue la hora de la muerte.

Es realmente interesante que un hombre que supo tanto sobre la guerra y la maldad, comenzó hablándonos de la violencia manicomial, de su participación como soldado, cosas así, y acabaría diciéndonos cómo era Hitler en su esencia, cómo eran sus resortes, sus demonios internos, su maquinaria moral o inmoral.

El libro que norman Mailer estuvo escribiendo al final se llama “El castillo en el bosque”, y  Dwayne Raymond sabe mucho acerca de ese libro, porque tuvo la oportunidad de indagar las evidencias de los últimos días y, sobre todo, de observar y asesorar prácticamente la rutina de trabajo de Mailer.

Si a ustedes realmente les interesa el asunto, asómense a ese pequeño texto, está en la Red, y se llama “Informe sobre el escritorio de norman Mailer”.

Acá no nos detendremos tanto sobre la cuestión del escritorio en relación con el escritor, sino que hablaremos sobre una pequeña búsqueda, un pequeño asedio que comenzó por ficción periodística, y acabaría por convertirse en un breve cuestionario, extendido en esta mesa de Proncetown, y respondido por Mailer, en esa misma mesa que algunos consideran, ya, legendaria.

Ese es el asunto de estos apuntes. Ok.

 

  1. LA CAZA

“El fascismo vendrá tras el derrumbe económico”. Así termina la entrevista que están ustedes a punto de leer. Una frase inquietante, si vemos que fue puesta en juego muchos antes de la famosa crisis mundial cuyos embates seguimos viviendo en estos momentos…

El escritor norteamericano Norman Mailer murió en el año 2007 a causa de una insuficiencia renal. Pero lo realmente importante ocurrió antes de su muerte. Hoy, les ofrezco una entrevista con Mailer, entrevista que es al mismo tiempo una prueba, una constancia de plena terquedad y absoluta paciencia, ya verán ustedes por qué. Ok.

La cosa ocurrió hace ya bastantes años. En ese tiempo, escribía en la sección de cultura del periódico “El Porvenir”, en Monterrey. Y la verdad es que desde mucho tiempo antes tenía la esperanza de entrevistar a Norman Mailer, a quien consideraba una de las piezas más importantes del engranaje de la literatura norteamericana, junto con Capote, Vidal, Sallinger, gente así…

En mi caso particular, la oportunidad de entrevistarlo en persona jamás surgió, así que decidí tomar un atajo.

Sobre la base de algunos de sus libros y declaraciones, me detuve a escribir una entrevista ficticia. Aunque la ficción era una palabra de sobra, ya que las ideas y las opiniones de Mailer que asenté en esa entrevista eran totalmente contrastables, se atenían punto por punto a sus posturas y visiones.

Para darle un toque de ironía a esa entrevista entre ficticia y real, la titulé: “Detesto las suposiciones (una entrevista factible con Norman Mailer)”. La publiqué  en el periódico y después en un libro cuya presencia hoy está descartada.

 

3. PERIODISMO FICCION

¿Qué tan inquietante puede resultarnos averiguar que Norman Mailer nació en 1923, en Long Branch? No menos, por supuesto, que señalar sus estudios en Harvard y mencionar entre sus obras principales a “Los desnudos y los muertos”, “Un sueño americano”, “El combate”, “La canción del verdugo”, “Noches de la antigüedad” y “Los hombres duros no bailan”.

Extraño, muy extraño que tantas visiones y abordajes de tal y cual autor, comiencen por la ficha, el árbol genealógico, el pedigrí, como si se tratara de un criminal, un enfermo de tuberculosis o un aspirante a la Presidencia del país .

En este caso, obedeciendo  a la dinámica tan particular del trabajo y la personalidad de Mailer, sumidas en un brebaje que no termina de distinguir el periodismo de la literatura, he optado por armar una entrevista con este amante del alcohol, las rubias y el box, tal y como se la plantearía si lo tuviera a la mano, tal y como probablemente él mismo respondería.

Las preguntas no se las extendí jamás, en tanto que las respuestas son puntual y textualmente fieles a su pensamiento.

El escenario. Bien puede tratarse de un departamento de barriada, un segundo piso. Ni muchos ni pocos libros sobre la mesa. Abundantes periódicos amarillentos, eso sí, cubiertos de ceniza. El cabello tan escaso como blanco y desordenado. Las botas de minero, profundamente sucias. Un viejo saco de pana y una camisa de cuadros rojos.

¿De quien aprendió usted?

Supongo que del escritor que más he aprendido es de Forster, no voy a decir que sea el necesariamente uno de los novelistas que más admiro. Pero he aprendido bastante de él (…) Forster me enseñó que la personalidad es más fluida, más dramática y alarmante de lo que había pensado.

¿Sigue usted creyendo que los negros son superiores a los blancos en materia sexual?

La comedia consiste en que el blanco detesta la idea de que el negro alcance la superioridad en la escuela, porque siente que goza ya de la superioridad sexual. De tal manera que el blanco, inconscientemente, busca el equilibrio, cree que el viejo trato sigue siendo justo. El negro tenía su supremacía sexual y el blanco su supremacía blanca.

Si se compara usted, como escritor, con Gore Vidal, ¿quien se lleva la  ventaja?

Para hablar claro… diré que Norman Mailer se ha casado veces y Gore Vidal nunca; Mailer tiene cinco hijas y Vidal cero; Mailer tiene siete descendientes, Vidal no tiene a nadie, ¿Qué más quiere saber?

¿Confía usted en el periodismo como un medio de transmisión de la verdad?

Este es un chiste judío. Se encuentran dos abuelas. Una empuja un cochecito de bebe. Oh, dice la otra, que hermoso nieto tienes. Eso no es nada, responde la primera mientras busca en su bolso, espera a que te muestre su foto.

Usted dijo alguna vez que el sexo puede ser matador, ¿que quiso decir?

Por supuesto que no voy a desabrocharme la bragueta.

¿Tuvo usted alguna razón en especial para atacar a su mujer con un cuchillo?

Eso es algo que debemos olvidar para siempre.

¿Considera al graffitti como una labor artística?

Se han escrito obras maestras de un metro ochenta en las paredes y los coches del Metro, al menos en Nueva York.

¿Recomienda por experiencia propia el uso de la mariguana?

Las drogas son una forma espiritual del juego. Esta es una ecuación poética que se puede llevar hasta el fin de la metáfora, porque las dogas te están embolsando el porcentaje de la casa… La mariguana te acelera, te abre a tu inconsciente. Durante media hora o una hora, te hallas mejor que de costumbre, te suceden más cosas. Haces mejor el amor, comprendes mejor a las personas, pero luego tardas tres días en recuperar la energía perdida, así que sales perdiendo.

¿Se considera usted una autoridad en materia boxística?

Eso se decide en el ring. Yo soy escritor, y eso es bueno; los lectores son los que creen que se demasiado de box. Los lectores a veces son unos idiotas.

¿Qué beneficios puede acarrear la pornografía?

Una de las ironías de la pornografía es que libera a la gente de andar de cacería tras el sexo.

¿Envidia usted a Miller, por haberse metido a la cama con Marylin?

La belleza, en último termino, es la piel, y no le demos vuelta a eso.

¿Cuál es su opinión acerca de Truman Capote?

Es un marica y además está muerto.

¿Alguna obra plástica formal que sea para usted tan valioesa como un graffitti?

“Eco de un grito”, de Siquieros, y “Noche estrellada”, de Van Gogh.

Usted escribió una crónica sobre la guerra de Vietnam, una sobre el primer viaje a la luna, y una sobre la pelea Clay-Foreman, que tienen esos tres temas en común?

Los tres me parecieron interesantes.

¿Cómo definiría usted a un puerco?

Un banquero es un puerco.

¿Le preocupa a usted la situación de los Estados Unidos en estos momentos?

Este país está entrando en el tiempo más desesperado y de pesadilla de su Historia. A menos que todos los norteamericanos consigan ser más bravos, todo va a ir de mal en peor… incluyendo la mujerización del país.

¿Existe alguna vía standard para conseguir el éxito literario?

El buen estilo es algo que tiene que ver con despojarse de todas las codicias, todas las incapacidades y todas las veleidades de uno.

¿En qué medida favorece al escritor la práctica del periodismo?

Puedes hacer periodismo y esto puede resultar terrible para tu estilo. O puede equilibrarlo… si lo que escribes es reflejo de tu propia conciencia, entonces hasta el periodismo puede resultarte interesante.

¿Cuál es su postura ante el fenómeno del lesbianismo?

Siempre he tenido la sensación de que si fuera mujer disfrutaría mucho del lesbianismo.

¿Qué piensa usted acerca de las entrevistas armadas a base de fragmentos, recortes y suposiciones?

Qué tal si cuando yo muera, alguien viene y me sitúa en una orgia de maricas. Detestaría eso. Esas entrevistas son una manera de joder, aunque se hagan con buena intención.

 

  1. COSAS DE LA GUERRA

Más tarde, desde Barcelona, escribí para “Reforma”, “Lateral”, “Gatopardo”, medios así.  Total que le ofrecí a Mihaly Des esa entrevista ficticia con Norman Mailer. Des es un editor húngaro con mucho olfato, de manera que la publicó  de inmediato.

y a punto de regresar a México, apareció el libro “¿Por qué estamos en guerra?” de Norman Mailer, una reflexión en torno a la guerra de Irak.

Lo verdaderamente extraño del caso es que, por causas que solamente el entonces director de la editorial Anagrama podría explicarnos, esta obra apareció antes en español que en inglés.

El autor de “La canción del verdugo”  y “Los ejércitos de la noche” seguía trabajando, continuaba sentado frente a la máquina de escribir, y acababa de publicar un libro en torno a la agresividad del gobierno del presidente George Bush.

Norman Mailer era ya un hombre y un nombre legendario, mítico a pesar de estar vivo y en activo. Era, en el fondo, aquel mismo Norman Mailer que alguna vez se subió al ring para intercambiar golpes con Muhammad Alí, el mismo que amenazó a su esposa con un cuchillo por motivos que jamás conoceremos. Era el mismo que, nacido en Brooklyn hacia precisamente ochenta años, vivía entonces en Provincetown,  en compañía de su sexta esposa, Norris Church, una mujer de 53 años, la única a la que le había sido enteramente fiel.

Pero, vaya, los escándalos políticos y los desplantes amorosos no eran ya el único matiz que definía el perfil de este escritor periodista o periodista escritor. Había madurado, había profundizado en sus propias ideas hasta convertirse en un testigo decisivo para Norteamérica.

Ciertamente, no hubo cañonazos ni pasteles para celebrar su 80 aniversario, a pesar de la singular importancia de ese octogenario. Norman Mailer no era un “héroe nacional”, ni nada parecido para los Estados Unidos, por supuesto que no. Pero  seguía convencido de  que los  hombres duros no bailan, y había preferido sentarse ante su máquina y terminar un nuevo libro, un libro evidentemente polémico y reventador, un texto provocador.

Leí el nuevo libro de Mailer en el Metro y de inmediato. Era evidente que la edad no había hecho mella sobre el espíritu de este hombre que vivía en el mismo pueblo donde vivieron Ernest Hemingway y Tenesse Williams.

En esos días, a causa de la artritis y de una intervención quirúrgica, Mailer caminaba apoyado por un bastón, pero con todo y eso sus palabras seguían generando opiniones encontradas, seguían siendo un punto de referencia político, seguían siendo admiradas o repudiadas, aunque no ninguneadas.

Mailer tenía una opinión muy clara y estaba dispuesto a ponerla ahora mismo en juego, no importaba cuál fuera el escenario.

“¿Por qué estamos en guerra?” encerraba una reflexión severa, profunda y directa en torno a una de las más grandes y profundas tradiciones norteamericanas: la de agredir a otro países, siempre más débiles.

El origen de este libro está en el ataque del 11 de septiembre de 2001, una operación que arrojó centenares de muertos y que, según lo apunta Mailer, resultó ser “un símbolo descomunal y misterioso de no sabemos qué”.

Mailer, que se caracterizaba por haber sido una de las grandes voces rebeldes de los días de la guerra de Vietnam y de los días del poder de Nixon y Kissinger, volvió a su máquina de escribir como en sus mejores tiempos, con el mismo coraje y la misma decisión de su pérdida juventud.

En esta ocasión, bajo el gobierno de Bush, narra Mailer, el miedo recorría las calles favoritas de Woody Allen y Robert de Niro; el miedo penetraba como una mano oscura también en los hogares de los televidentes de todo el mundo. Mailer lo dice así: “Llevábamos años viendo en las pantallas espectáculos de vértigo y disfrutando de ellos”. Mailer apunta: “Estábamos protegidos. Éramos capaces de dedicar una centésima parte a entrar en la historia y vivir con el miedo. Ahora, de pronto, el horror resultaba ser auténtico. Dioses y demonios invadían Estados Unidos, procedentes de la pantalla del televisor”.

Aunque nunca se demostró la participación de Bin Laden en el ataque del 11 de septiembre, Estados Unidos atacó Afganistán para detenerlo.

Y aunque tampoco se demostró la asociación entre Bin Laden con Sadam Hussein, se atacó luego a Irak para completar la venganza e intentar detener a Saddam, cosa que al cabo se lograría matándolo. Norman Mailer, ese hombre de corta estatura y  brillantes ojos azules, ese que reflexionó sobre las andanzas de la CIA en “El fantasma de Harlot”, nos ofrecía ahora este pequeño libro una visión panorámica de este proyecto político de venganza y destrucción, un plan tan norteamericano como atento a las obsesiones del presidente George Bush.

  1. LA ENTREVISTA

Quise entrevistar Norman Mailer para “Lateral”; entrevistarlo aunque fuera brevemente, y para hacerlo tuve que acudir a un protocolo interesante que consistió, primero, en conectar con la casa editorial que publica sus obras en Barcelona, donde después de mostrar mis intenciones tuve que depositar unas cuantas preguntas por escrito, que a su vez fueron remitidas a una agencia ubicada en Bedford Square, en Londres, para desde ahí ser enviadas hasta la casa de Provincetown, Massachusetts, donde habitaba Mailer.

Todo parecía perdido, sí, pero mucho después, no sé si cinco o seis meses más tarde, las respuestas fueron redactadas directamente por Norman Mailer a máquina. Las envió por fax a su agencia. Pasaron de Estados Unidos a Inglaterra y de Inglaterra a España. Y entonces las remití desde Cerdanyola  hasta un local de la calle Sant Joan.

Esta es la entrevista.

-Mohammad Alí fue derrotado por los golpes y por los años, usted no. ¿Podría decirme cuál ha sido su secreto para continuar frente al teclado con la energía de un adolescente ahora que tiene ya ochenta años cumplidos?

-La verdad es que yo no recibí tantos ni tan duros impactos como Mohammad Alí. Además, debo decir que la vejez es algo simple. Finalmente, uno llega a comprender que la habilidad para trabajar debe ser concebida como una especie de bendición.

-¿Cuál es, desde su punto de vista, el defecto más importante de la sociedad americana actual?

-Su defecto principal es su arrogante sentimentalismo, su codiciosa ceguera del alma. Los norteamericanos quieren que la existencia sea dulzona, algo que debería ser apreciado como una especie de sinfonía privada.

-¿Cómo observa usted actualmente las relaciones entre periodismo y la literatura, ese vínculo que usted impulsó con tanto empeño en los años setentas? ¿Se han incrementado esas relaciones, han madurado, se han vuelto algo pasado de moda?

-Lo siento mucho. No sé cuál sería la respuesta a esa pregunta. Quizás la pregunta futura podría ser: ¿se tragará el periodismo a la literatura?

-¿Cuál es su percepción acerca de esa tendencia política de George Bush a la que el novelista Paul Auster ha llamado una “vanguardia fascista”?

-El gobierno de Bush no es fascista todavía. Yo supongo que la verdadera prueba su fascismo surgirá a partir del derrumbe económico que vendrá después de una gran serie de actos terroristas.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *