Category Archives: Sociedad

La desigualdad a bocados: entre el acceso y la calidad de la alimentación

Indira Kempis

Recuerdo algunos consejos de mi abuela para mantener una salud impecable. Decía que “la salud entra por la boca”, lo que significa que todo lo que comemos resulta vital para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Nuestro sistema inmunológico, el óseo, el digestivo, cada uno de ellos responde a la alimentación. Continue reading La desigualdad a bocados: entre el acceso y la calidad de la alimentación

Vacas flacas

José Leal

“Que linda es la abundancia, mi amigo, lástima que se a tan cara”

Tin-Tan.

El Edén perdido descrito por el libro del Génesis es, posiblemente, testimonio de un profundo cambio climático; el más antiguo que la humanidad recuerde. Se sabe por registros fósiles y geológicos que hace no más de 20 mil años, en la región septentrional del continente africano donde actualmente reina inapelable la aridez del Sahara, se localizaba una de las zonas lacustres más extensas que han existido en la Tierra. Se han encontrado, por ejemplo, huesos de peces y cetáceos enterrados bajo las arenas del desierto, además de todo tipo de conchas y otros fósiles acuáticos. También se conocen petroglifos y pinturas rupestres en las que nuestros ancestros inmortalizaron su hoy fantasmal experiencia: paisajes exuberantes, denso follaje y, sobre todo, agua en abundancia. Vestigios de asentamientos humanos bordean las ahora extintas costas pesqueras, una vez ricas en alimento y agua; poblados elementales donde florecían las primeras sociedades semi-sedentarias de que se tenga conocimiento. Continue reading Vacas flacas

Las redes sociales: ¿para entretenernos o entretejernos?

Indira Kempis

La información aparece como quien llega puntual a una cita. Ahí, puedes encontrar hasta lo inimaginable. Hay quienes abren las puertas de su mente, de su vida familiar, de la cotidianidad o de los problemas. A veces, parecen como eternas conversaciones de respuestas inmediatas e infinitas, posibilidades de ser como un Big Brother que puede estar al tanto de casi todo. Y, tal parece, que la denominada sociedad del conocimiento no se concibe sin las redes sociales.

De acuerdo con Francisco Campos Freire, investigador de la Universidad de Santiago de Compostela, las principales características de la llamada “red social”, son: concepto de comunidad, a través de la creación de redes de usuarios que interactúan, dialogan y aportan comunicación y conocimiento; tecnología flexible y ancho de banda necesario para el intercambio de información y estándares web de aplicación libre; y una arquitectura modular que favorece la creación de aplicaciones complejas de forma más rápida, a un menor coste.

Mientras en la web 1.0 los usuarios eran meros receptores de servicios, en la web 2.0 producen contenidos (blogosfera), participan del valor (intercambio) y colaboran en el desarrollo de la tecnología. El proceso de comunicación genera, en definitiva, un flujo activo de participación son: concepto de comunidad, a través de la creación de redes de usuarios que interactúan, dialogan y aportan comunicación y conocimiento; tecnología flexible y ancho de banda necesario para el intercambio de información.

 

  1. I. ¿A dónde vamos?

México tiene cerca de 30.8 millones de usuarios con acceso a Internet, de acuerdo con  la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI). Según  un estudio realizado por la empresa Mente Digital el número de usuarios de Twitter, registrados en México asciende a 4 millones 103 mil 200 cuentas, mientras que tiene  al menos 65.65% de los mexicanos tiene una cuenta en Facebook. La numerología en este campo crece a pasos agigantados entre estas dos redes que se catalogan como las más populares.

El contexto digital nos muestra las tendencias de una sociedad que pese a las limitaciones en infraestructura, inclusión y habilidades tecnológicas de los usuarios,  se aproxima a nuevas formas de comunicación entre los individuos que generan formas de organización social diferentes y tienen un impacto directo en la relación de la ciudadanía con sus problemas sociales, tanto como la incidencia en la solución de los mismos.

Eso está directamente relacionado con las recientes características de la tecnología que avanza a pasos agigantados ha desarrollado nuevas herramientas en las que el video, el sonido, la imagen, la señal de televisión, el chat, los mapas, entre otros elementos, han fortalecido la capacidad de un individuo no sólo de crear la información e intercambiarla al instante, sino de que lo pueda hacer con otros que están en otra ubicación geográfica distinta y, por tanto, tener un panorama global de sus diferentes realidades en las diversas latitudes del mundo.

En ese sentido se han fortalecido algunos conceptos relacionados como la libertad de expresion, libertad de asociación, la capacidad de construcción y diseminación de información, la capacidad de retar a lo oficial y la habilidad para generar una identidad sin relacionarse al concepto de estado-nación.

Eso implica, de acuerdo con el pensador de la era de la información, Manuel Castells, la representación política y la toma de decisiones encontrará una relación con estas nuevas fuentes de información de una ciudadanía participativa y crearán una nueva forma de sociedad civil. De ahí que estas redes sociales se hayan convertido en una herramienta que fortalece las conexiones de la ciudadanía, la misma a la que los medios de comunicación tradicionales, en un momento dado, dejaron de ser el reflector más importante de lo que se gestaba dentro de ella. A esa ciudadanía a la que muy poco o casi nada se le toma en cuenta en las decisiones públicas. Ahí, donde existen emociones y pensamientos que necesitan ser expresados. Ese espacio de interacción en donde la organización social emerge como apropiación de lo que es público, que además se puede comparar todo el tiempo con otras sociedades.

 

  1. II. ¿Estamos conectados?

La historia de estos medios en México, se pueden entender con la aparición Indimedia, cuya su función era informar movimientos que estuvieron en boga en esa década en los que se incluye el movimiento zapatista y otros. En el escenario internacional, el modelo de la Wikipedia, donde un puñado de expertos es parte de la inteligencia colectiva que produce esa información, deriva en la construcción de conocimiento compartido, actualizado y perfectible en la inmediatez y velocidad que la red permite.

Entendiendo a la información como no como un fin sino como un proceso de constante producción que generan ciudadanos en un flujo de información tan inmediato que han generado, al menos, agendas públicas de mínimo acuerdo. Las redes, con menor cantidad de información especializada –aunque cada vez hay auge de cuentas con temas específicos- en menor tiempo de respuesta permite que los usuarios entren en ese proceso de producción.

De acuerdo con la investigadora Nuria Cunnill,  la posibilidad de alterar la institucionalidad pública surge además asociada a la demanda que se gesta en la sociedad en términos ya no sólo de autorganización política, sino social. La esfera pública resulta en este caso movilizada hacia la conquista de poderes sociales y, específicamente, hacia la reivindicación de espacios autónomos en torno a la configuración de la vida social.

Entonces, ese espacio de interacción le abre la puerta a la creatividad del lenguaje para ser utilizado como canales alternativos. De ahí que gran parte de la información sea generada por individuos que se convierten en creadores o compiladores de ésta, al serlo, van “tejiendo” esos nodos de información alternativa que se convierte en el caldo de cultivo casi perfecto para la propagación o difusión de esa autorganización. La conexión se asume cuando los usuarios se contactan con el otro a través de sus cuentas.

La forma en cómo se produce ese contenido en la red es sustancial a los del siglo XX donde las características de esa producción eran: unidireccional, jerárquica y difusión de acciones del Estado y sus patrocinadores. Sin embargo, actualmente, la explosión y exposición proviene de autores desconocidos diversos, quienes retan el monopolio, se oponen a las convenciones de los medios tradicionales o la opinión generalizada.

Una vez que el usuario se da cuenta que puede definir un rumbo social a partir de esa coproducción de información para al mismo tiempo gestar su autorganización para las microagendas del mínimo acuerdo la por medio de retroalimentación constante, que además es casi instantánea, es entonces cuando puede apreciar la gama de posibilidades para romper de alguna otra forma con lo que concibe como establecido, estático y monólogos.

Por estas razones, no es fortuito que casos de revuelta social como los que se han presentado en Egipto, Libia o España estén directamente vinculados con estas redes sociales que han conectado a centenares con objetivos comunes. Tampoco que estén relacionados con la juventud porque es ésta la más involucrada en esa nueva sociedad civil a la que Castells hace referencia.

  1. III. ¿La revolución será tuiteada?

Si bien es cierto que las redes sociales son parte importante de una fenomenología que tiene que ver con esa ruptura de las estructuras, las convenciones y la monotonía que han provocado otros espacios de comunicación. También es que son un “arma de doble filo”.

Zygmunt Bauman afirma en su crítica a la sociedad posmoderna en su libro Tiempos Líquidos que una vez que la sociedad se ve y se trata como una red, en vez de como una estructura (menos aún como una “totalidad solida”): Se percibe y se trata como una matriz de conexiones y desconexiones aleatorias y de un número esencialmente infinito de permutaciones posibles que no dejan lugar o espacio para las relaciones humanas ni el compromiso que requiere una sociedad tan compleja y problematizada como a la que nos enfrentamos hoy.

Siguiendo con la profundidad de esta reflexión, se debe entender que no sólo se necesita esa disponibilidad para crear conexiones, sino de ir más allá para que lo virtual traspase sus propias fronteras de accesibilidad (por ejemplo, no todos tienen acceso a Internet o formación en habilidades computacionales) y forjen relaciones que en las sociedades permitan cambios tangibles que no se reduzcan a los escasos 140 caracteres o algunos párrafos en donde el mundo de lo digital  te limita a su lenguaje binario: síntesis y velocidad.

Tomar la iniciativa de generar esta organización para la rebeldía, la ruptura de los imaginarios, la apropiación de los espacios, la publicación de todo aquello que debe aclarase o saberse, la indignación que permea las emociones ante lo que puede asumirse como causas comunes, depende más de una sociedad dispuesta que de las herramientas que utilice, aunque, por supuesto, las redes sociales han venido a potencializar la capacidad de la sociedad civil para hacer visible lo que para muchos es todavía invisible.

Instalados en esa dicotomía, vivimos en sociedad en donde mientras por un lado se conecta, por otro se deja de relacionar. Mientras por un lado genera información presentada de manera novedosa, accesible e intercambiable, por otro siguen existiendo millones de habitantes que ni siquiera saben leer y escribir. Por un lado, hay cada día más ciudadanos involucrados en la vida pública de sus ciudades, pero también cada día menos comprometidos con la misma intensidad con la que intervienen en los procesos de producción de información. De ahí, la complejidad del tema, pero también lo interesante y el reto continúo de hacer que la información vaya más de un like, un hashtag u otros placebos virtuales.

Sociedad red

José Leal

¿Es Internet una aldea global o un sexto continente? Cierto que sus millones de conexiones alcanzan en mayor o menor medida a todos los pueblos del mundo pero, tal como sucedió durante la revolución industrial, las sociedades se integran al informacionalismo de modos y a ritmos muy diferentes. Dentro de las “tuberías” digitales fluye la sangre de la nueva economía global: impulsos electrónicos. Miles de millones de símbolos que cuya abundancia de información y ausencia de significado abruman a individuos y organizaciones en su lucha por los espacios virtuales. El núcleo cabal de la “sociedad red” lo constituyen los mercados financieros globales que determinan lo que tiene valor y lo que carece de él. Desde estos centros económicos la red distingue a los elementos (individuos y organizaciones) que agregan valor al sistema y favorece su conexión, al tiempo que “desconecta” a quienes no lo tienen. Aquellos excluidos de la sociedad red quedan fuera de las oportunidades de desarrollo en la nueva era.

Las grandes corporaciones generan marcas, patentes y derechos de autor en avanzados centros de investigación localizados en las naciones centrales que luego son transferidos a las periferias manufactureras, cuya función es aprovechar yacimientos naturales y mano de obra barata para ofrecer a los mercados internacionales bienes “competitivos.” Son estas marcas y patentes la mayor fuente de riqueza en la economía red, puesto que otorgan a sus titulares los monopolios temporales sobre bienes y servicios altamente tecnificados con que dominan la escena económica mundial. En este nuevo sistema de producción y gestión, dice Manuel Castells, la mano de obra opera como un a red de toma de decisiones e implementación de tareas en constante transformación.” Una mano de obra cuya competitividad estriba no sólo el conocimiento de las tecnologías informacionales sino en la capacidad para aprender a mayor velocidad que su ritmo natural de obsolescencia y evitar, en términos del benerable Alvin Toffler, su “choque con el futuro”.

Las formas tradicionales de organización de la era industrial, cerradas y bien contenidas, cambian para adaptarse a las nuevas reglas del juego. Las redes reagrupan los tradicionales organigramas que ahora interconectan a diferentes empresas para el desarrollo de objetivos comerciales específicos, frecuentemente temporales o regionales. Estas nuevas organizaciones demandan una mano de obra diferente; no estandarizada y repetitiva como en otros tiempos, sino creativa y autoprogramable; capaz de procesar los caudales simbólicos del mundo digital, sintetizar nuevos flujos de información valiosa y devolverlos a la red para su aprovechamiento. La “empresa red” y sus nuevas formas organizacionales desplazan a las prácticas tradicionales –tal como en su momento formas industrializadas de organización dominaron a las agrarias- simplemente porque son más productivas.

El repentino auge de las redes sociales envía ondas de choque o lo largo y ancho del planeta con repercusiones que apenas se adivinan. Su poder para defragmentar a las sociedades civiles, hasta hace muy poco avasalladas por el “triunfo” del individualismo y la cosmopolitanización, obliga a estados y capitales a repensar un mundo que creyeron domesticado por la efímera utopía neoliberal. En este nuevo universo de lo instantáneo e incensurable hasta el más modesto de los individuos, que sea capaz de infiltrar una idea a la red puede, igual, producir un frívolo fenómeno de audiencia en you-tube o una revolución social en Oriente Medio. Los infructuosos esfuerzos de China, Egipto y otros estados por contener o acotar los flujos de información en momentos críticos de tensión social han sucumbido ante la acción sigilosa y determinante de los piratas cibernéticos o hackers, cuyo miserable estatuto de nerds y geeks, socialmente marginados, abre paso a románticas y a hasta heroicas figuras de nuevos justicieros informacionales, entrenados en las disciplinas del allanamiento institucional. Movimientos civiles multimodales que inician en Internet terminan abarrotando plazas y calles con manifestaciones cuyos números e intensidad recuerdan tiempos que se creían pasados.

Por su lado, el activismo de consumidores preconizado por Noreena Hertz en los años 80 se revigoriza en un ambiente que escapa del control de corporaciones, organismos regulatorios y agencias internacionales incapaces de seguir el ritmo de expansión y cambio de un nuevo orden que, desafiando hasta lo imaginado por sus propios creadores, adquiere vida propia. Sociedades virtuales conformadas por redes de consumidores para la persecución de objetivos específicos exhiben la mano de obra infantil de Nike en Yakarta o la exfoliación selvática de Exxon en la Amazonía. La responsabilidad social del empresario y el burócrata desborda los obsoletos causes de la mercadotecnia e inunda foros públicos virtuales para beneplácito y escrutinio de consumidores que apenas experimentan con el poder de estas nuevas palancas de presión social efectiva.

Wiki-pedia, wiki-leaks, wiki-todo; velocidad y sorpresas serán los signos la nueva era, el triunfalismo neoliberal cede terreno a las nuevas consignas populares que demandan con voz fuerte su sitio y derechos en este virtual nuevo continente.

Drogas

José Leal

“Cuando desaparecen lo poderes no hay nada que impida el proceso de disolución social-darwinista.

Como en el medioevo, la seguridad física y económica de los individuos sólo está basada en su capacidad para defenderse a sí mismos y en su habilidad para traficar sin escrúpulos.”

Horst Kunritzky

 

El apogeo de las mafias mexicanas es el efecto combinado del debilitamiento crónico de las estructuras del Estado y el perverso incentivo económico que hay en la prohibición. El combate policiaco-militar contra las drogas no tiene beneficio práctico alguno para México más allá del aplauso, el dinero y las armas de Washington. La evolución acelerada en los índices de consumo y violencia lo demuestran: es imposible eliminar el mercado de las drogas sin violar grave y sistemáticamente las libertades de todos, consumidores o no. Sin duda la forma más rápida de detener la guerra de las mafias es eliminando el fenómeno económico que las hace financieramente indestructibles: la prohibición, al tiempo que se fortalece al Estado mediante las reformas fiscal y judicial pendientes.

Milton Friedman ha sido uno de los más influyentes economistas de nuestra era. Por ser uno de los principales ideólogos del neoliberalismo su opinión innovadora y contra corriente adquiere un significado especial. Friedman se ha revelado como uno de los principales críticos a la obstinación neoliberal por criminalizar las drogas. Explica la enorme distorsión económica que la prohibición produce y su efecto subsidiante de los grandes cárteles. Nos recuerda que la prohibición de licores en los años ’20 produjo los mismos efectos (pero en territorio americano) y que por ello fue derogada. El plan que Friedman plantea es a grandes rasgos el siguiente: despenalizar las drogas para que los precios y las ganancias de las mafias se desplomen; gravar la venta de drogas con impuestos que aprovechen al menos parte del margen que hoy solo abulta las alforjas de los traficantes y, por último, canalizar tales ingresos y los ahorros en seguridad (guerra en el caso mexicano) a prevención y tratamiento de adicciones, donde los recursos ofrecen mayor rendimiento en favor de la salud pública. [1]

La persecución policial, explica Friedman, es el elemento que magnifica el costo del componente de riesgo involucrado en el comercio de drogas, impulsando la escalada original de precios que fomenta rivalidad y violencia. Una vez que los patrones violentos se han establecido como las reglas de juego para la adquisición y vigilancia de plazas comerciales, el riesgo de esa violencia a su vez añade más utilidad al negocio en una espiral interminable donde riesgo es igual a rentabilidad, rentabilidad igual a violencia, violencia igual a riesgo. La intervención del Estado distorsiona una lógica simple de mercados que de otra forma se regiría por oferta y demanda, manteniendo niveles competitivos de precios y apenas una fracción de los márgenes de utilidad actuales. El desproporcionado negocio de las drogas radica precisamente en el premio que los consumidores conceden al los traficantes por tomar el riesgo de ser atrapados o abatidos por la competencia, literalmente. En éste contexto la presencia militar en los mercados solo garantiza la perpetuación de la violencia. Es por ello que muchas naciones del mundo (Estados Unidos entre ellas)  se han conformado con una política de doble estándar, abriendo espacios al consumo con estrategias de tolerancia que van desde programas de uso “medicinal” hasta la existencia de zonas de tolerancia explícita como en California, Holanda, Canadá y Dinamarca por ejemplo.

No se pretende desdeñar el problema creciente de salud, o sugerir que éste vaya a desaparecer junto con la violencia, pero es evidente que las adicciones no se curarán a balazos sino intensificando los programas de prevención y tratamiento con el dinero ahorrado en utensilios de guerra que ya no serian necesarios. El despliegue militar no es la respuesta al problema de las drogas; los fenómenos de militarización y auge de mafias son síntomas del debilitamiento sistemático del Estado. Otros efectos de esta debilidad son la corrupción, el predominio de los poderes fácticos y otros males que los políticos simplifican con una supuesta “descomposición del tejido social”, para lo que deberían llamar descomposición del Estado y hacerse responsables mediante legislación efectiva.

La legalización de las drogas no sería la principal o única medida para combatir la criminalidad pero haría desplomarse los precios y las estructuras financieras de las mafias frenando la violencia relacionada al tráfico en cuestión de días, como sucedió en 1933 al derogarse la ley Volsted que prohibía el alcohol en los Estados Unidos cuando, “tras cumplirse trece años de vigencia de la Prohibición, convencido el país de que sus resultados eran una abrumadora corrupción, injusticia, hipocresía, la creación de grandes cantidades de nuevos delincuentes y la fundación del crimen organizado, la Enmienda XVIII es derogada por la XXI y casi medio millón de personas pasan de la noche a la mañana a ser ciudadanos irreprochables y, como sucediera en la cruzada contra las brujas, nadie resulta responsable.[2]

Muchas opiniones temen que la derogación de las prohibiciones haría que las bandas criminales dediquen más tiempo al secuestro y otros delitos que verdaderamente dañan a víctimas inocentes, pero debe recordarse que las drogas representan  por mucho la mayor parte de los ingresos de estas bandas y que es con estos ingresos que tienen a policías y juzgados locales anegados de dinero. Con los recursos infatigables de las drogas los traficantes mantienen financiadas las milicias clandestinas que están sustituyendo al debilitadísimo Estado, ello les permite administrar los derechos para delinquir en sus zonas de influencia a bandas de secuestradores y chantajistas, redes de prostitución, etcétera. Nada  nuevo: el modelo de Capone a escala neoliberal. Sin el ingreso extraordinario de las drogas estas bandas recibirían un golpe a sus estructuras financieras del cual nunca podrían recuperarse, y los ahorros de ese combate a  al narcotráfico redundarían en un Estado mucho más fuerte y capaz de combatir aquellos delitos que, por cierto, si cobran víctimas involuntarias.

La empresa militar que Calderón exige a los mexicanos es una guerra civil -sin objetivos ni tregua- que debe lucharse salvajemente en las calles o dentro de la propia casa. Entre sus bajas se cuentan el traficante común, la víctima incidental y las libertades civiles más elementales. De pronto, la sociedad entera parece condenada por sus vicios a una limpieza moral por la que miles de ciudadanos encuentran ávidamente la muerte.


[1] “Free to Choose, a Personal Statement”; Milton Friedman 1980.

[2] “Historia General de las Drogas” Antonio Escohotado, 1998.

Paz Ambiental

Rodrigo Todd

El boom de la preocupación colectiva sobre el medio ambiente inició en México en el 2007. En ese año comenzaron los diferentes medios de comunicación del país a difundir las problemáticas ambientales, en particular las del cambio climático que por su afán catastrófico venden y alarman más.

Desde entonces, los conceptos sobre la “sustentabilidad” y “desarrollo sustentable” se pusieron de moda y se habla de ellos sin comprender el trasfondo de los mismos. En la mayor parte de los casos, con algunas excepciones claro, estas conceptos solo sirven para fines publicitarios sin ningún sustento real en la toma de decisiones del gobierno, empresa y público consumidor.

Es un hecho que estamos lejos del desarrollo sustentable y que no se vislumbra aún luz al final del túnel. Seguimos adoptando un modelo de desarrollo urbano horizontal que hace la administración de las ciudades más complicada y más costosa. La población tiene que recorrer mayores distancias para trasladarse del hogar al trabajo. Todos sabemos que eso aumenta la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera aunado a emisiones tóxicas que afectan la calidad del aire que respiramos en la ciudad y claro una disminución en la calidad de vida al ser víctimas del colapso vial que experimenta nuestra ciudad.

Por otro lado cuando evaluamos las inversiones públicas en infraestructura concluimos que una grande parte de las mismas van dirigidas a la cultura del automóvil y no a la movilidad integral que incluye el peatón, bicicleta y transporte colectivo y mucho menos a la recuperación de espacios públicos dignos. Hoy en día, en promedio la Ciudad de México tiene mejor calidad del aire que Monterrey. Siendo cinco veces más grande han sabido adaptarse a la plaga de la sobrepoblación adoptando modelos de transporte colectivo, aumento en la cobertura del metro, fomento a la bicicleta y programas de verificación vehicular.

La violencia ambiental aumenta cuando perdemos m2 de áreas verdes por habitante. Aunque la reglamentación en desarrollo urbano contempla la implementación de las mismas, éstas solo se cumplen en el papel y no en la práctica. Y así se puede continuar el análisis descriptivo en muchos otros temas como en la tala desmesurada de árboles, descargas irregulares a cuerpos de agua y alteraciones a los ecosistemas y sus servicios ambientales que nos proporcionan.

¿Dónde estamos fallando? Hemos vendido la idea de la sustentabilidad como un concepto ético y de “responsabilidad” con el planeta y otros argumentos efímeros. Pero no hemos aún transmitido el mensaje correctamente que la sustentabilidad haría menos costosa nuestra vida, aumentaría la calidad de vida y generaría paz social.

La violencia ambiental que experimentamos hoy sumada a la falta de empleo, de oportunidades y a la desigualdad social, genera un coctel de factores y como consecuencia está dividiendo a nuestro país aumentado la brecha entre el rico y el pobra y generando un estallido social que se refleja en la violencia que experimentamos hoy.

La sustentabilidad, en todo su esplendor resolvería en parte los problemas aquí mencionados. Vamos por una verdadera paz ambiental, aprovechando los modelos urbanos probados, la tecnología, la biotecnología, la explotación sustentable de los recursos naturales y los medios de comunicación para impregnar a los tres pilares de nuestra sociedad: gobierno, empresa y sociedad civil, con una comprensión práctica sobre la sustentabilidad y la paz ambiental.

Caminar distinto

 

 

Indira Kempis

I. No es lo mismo crear que combatir

Hasta hace algunos años, las estrategias sobre la seguridad, recaían exclusivamente en la administración pública, el tema se abordaba desde los análisis de la incidencia e impacto delictivo y en la defensa del Estado. No obstante, ante la violencia exacerbada coincidente con la incursión de la participación ciudadana en aspectos estructurales para los cambios de sus entornos sociales inmediatos, la perspectiva de la seguridad se transformó.

En la definición de la seguridad ciudadana, incipiente todavía, pero pensada desde diversas observaciones sociológicas sobre el papel del ser humano en la convivencia social pacífica, retoma la importancia que tienen los derechos de las personas y enfatiza la inclusión de la ciudadanía al combate de la fenomenología que se forma una vez instalado el problema, pero sobre todo antes de que se presente.

Para una sociedad que se encuentra en una amenaza constante de muerte, es difícil definir un sentido profundo de lo que significa la prevención de la violencia, que es la antesala del delito y el delito mismo que es la consumación de la violencia. Tan sólo en México, solamente el 10 por ciento del presupuesto público federal se destina a este rubro.

La miopía ante la importancia de la prevención es tan crónica que afecta a los intereses de una sociedad, porque se comienza a creer que la generalización de la muerte es la única solución para combatirlo. Cuántas veces no ha escuchado opiniones como “se lo merecían”, “de una vez que acaben con todos”, “algo habrán hecho”, “no quedaba de otra”. Esa espiral del silencio que se repite de manera constante y a pasos agigantados nos deja, prácticamente, sin argumentaciones ni expectativas para el largo plazo. Por lo tanto, esto en lugar de contribuir en la visión de ciudad segura que podemos compartir, mina nuestra capacidad de ser creativos para generar ideas que vayan más allá de las armas. Algunos incluso, ven en el concepto de seguridad ciudadana cierto grado de ingenuidad porque lo que se requiere es urgente.

Y como de costumbre, el instinto de sobrevivencia nos confunde, entonces dejamos a un lado lo que es importante. Lo importante hoy es crear seguridad que es diferente a combatir la inseguridad. En la realidad esta semántica que parece obvia también difiere.

II. Hablemos de derechos

Las tensiones, los conflictos, las discusiones son inacabables, generan adrenalina de vida al ser humano sapiente que el paraíso no puede ser más que un estado de la mente. Sin embargo, eso tampoco significa que no existan posibilidades disminuir las conductas violentas, ¿cómo? Hablemos de derechos.

Es la violación a los derechos básicos de una población lo que ha presentado una ruptura del tejido social, es decir, entre los individuos, pero no sólo eso también ha roto la confianza de éste en sus instituciones familiares, gubernamentales, privadas, etc. Esta fractura que ante el panorama que vivimos pareciera abrir todas las que están implicadas y que además se muestran como “heridas” sociales que inclusive afectan las emociones, las percepciones y los sentimientos, son las que están generando esa tendencia in crescendo que implican los espacios y las conductas delictivas.

El respeto de los  derechos de las personas a una educación eficiente, oportunidades de empleo, programas de salud pública, es fundamental. Porque no es la violencia o los delitos, es esa ruptura cuando no se pueden encontrar alternativas para una calidad de vida que nos diga que somos seres humanos dignos de vivir y convivir con nuestro entorno, ¿o es que hay dignidad humana cuando apenas si se tiene para la comida del día?, ¿cuándo los egresados de la universidad tienen que trabajar de algo que nunca les gustó y que además, en la mayoría de los casos, echa por la borda sus estudios?, ¿dónde están los derechos a la salud pública cuando no se atienden los casos de dependencias a las drogas? El respeto a esos derechos es algo que el Estado debe garantizar en una situación ideal que, lamentablemente, en México se le ha restado importancia sólo diagnosticándolos, pero no asegurando la creación de estrategias, la implementación o seguimiento de su cumplimiento.

Sin embargo, en este recién concepto de seguridad, también se considera el respeto de los derechos por parte de los individuos para crear una comunidad segura. Es decir, el cumplimiento y la vigilancia de éste, a manera individual y colectiva. Por tanto, no es suficiente con reafirmar desde la ciudadanía esa ruptura evidente que ha violado sus derechos por tantos años. Tampoco con conocer la situación desde fondo o con informarse de lo que está pasando. Requiere puntos de reflexión que contribuyan a la tranquilidad, el orden y la paz, en la medida de las posibilidades.

Eso significa que la ciudadanía esté dispuesta a hacer su propia agenda de derechos e incidir en la en todos los ámbitos en donde desde una visión integral se pueda construir lo quiere de sí misma. Defender los derechos hoy más que en otro tiempo debería estar relacionado con la capacidad del ciudadano de manifestarse, protestar, quejarse, que además pareciera obvio que todos lo hacemos, pero no cualquiera se atreve a usar sus espacios para la libertad de expresión.

Asimismo, esta intervención ciudadana radica en su capacidad de gestión para poder incidir en los procesos de elaboración e implementación de las políticas públicas. Ejercer su derecho a la rendición cuentas de funcionarios y políticos. Entender que su papel requiere de acciones sociales, no vistas como antes que se apreciaban desde la óptica de la solidaridad, los sentimientos de culpa o de compasión. Para la participación en la seguridad es vital una conciencia plena de que no basta con denunciar, sino combatir las causas, nótese, las causas, del problema. Entonces así, responsabilizarse del cumplimiento de las obligaciones del Estado, las de la colectividad, pero sobre todo, ahí donde cualquiera de nosotros tenemos una real injerencia, las individuales.

  1. III. Conciencia social para un ambiente seguro

Podríamos hacer un tratado de definiciones de conciencia, que según la Real Academia de la Lengua Española, la palabra se deriva de “Conscientĭa” que significa, literalmente, “con conocimiento” (del latín cum scientĭa).

La conciencia, en un sentido de reflexión individual y colectiva, debería permear nuestro sentido de sobrevivencia para encontrar la causa de la causa y no establecernos en el discurso político de la emergencia, allá donde corren todos no hay camino en el largo plazo, es más, ni siquiera en el inmediato. Los costos sociales son cada vez más altos para las generaciones que actualmente son excluidas de cualquier oportunidad de una vida digna, humana, con derechos. Lo urgente está desviando casi todos los esfuerzos hacia un futuro de unos cuantos como en una realidad darwiniana de cara ni siquiera a la adaptación, sino a la mera sobreviviencia.

La conciencia tiene que estar en la reflexión, en el debate, en la gestación de las ideas, en su gestión y desarrollo. La conciencia no sólo debe centrarse en la negación de los sistemas de por sí contaminados con los intereses, sino en aquello que nos permita el diálogo continuo con las necesidades de nuestra localidad. Por eso es tan importante que alrededor del concepto de seguridad ciudadana, a la par se desarrollen otros como la democracia participativa, el urbanismo social, la rendición de cuentas y los derechos humanos.

En un sentido más amplio, la conciencia no sólo tiene que centrarnos en el individuo, no es mirarnos al espejo y decir: “allá mi conciencia y yo”. Ante un problema como la inseguridad, menos es una tarea solitaria. Esa conciencia de que el otro y los otros existen, nos debe incrementar nuestro sentido de pertenencia a la sociedad, agudizar nuestros derechos a intervenir para cambiar. La conciencia social no como una deuda moral con el mundo, sino como una asunción de responsabilidad. Exige una tensión que dirige a la acción. Estar dispuestos a ganar y perder conciencia social para cambiar como un trabajo de todos los días.

Sociedades que son seguras en países de primer mundo siguen una premisa que no se nos debe olvidar: si hay humanismo, sustentabilidad y respeto a los derechos básicos desde el Estado y entre los ciudadanos, hay seguridad. No es fórmula mágica, pero si un punto de partida claro para entender que el concepto de seguridad debe ampliarse para entender que atraviesa al Estado para que éste garantice los derechos y la implementación desde la administración pública de políticas que prevengan situaciones que se proyectan evidentes como amenazas de violencia y conductas delictivas. Pero que también exista el estímulo individual y colectivo para construir prácticas sociales que reafirmen nuestros derechos básicos como una obligación de conciencia para la reflexión.

Los ejes elementales que aceleran la seguridad ciudadana, tiene que ver directamente con la participación en el ejercicio de las obligaciones, por eso este nuevo enfoque como alternativa debería permearse para crear agenda social que permita no el combate de la inseguridad, sino la creación de un entorno seguro, es un reto a largo plazo que no tendría que ser obstruido desde el Estado y la ciudadanía por los sentimientos de impotencia. Ampliar nuestro lenguaje de la seguridad, es un primer paso para encontrar alternativas de solución, esas por las que hoy se justifica como políticamente correcto, asesinar y ser asesinado. Si se quiere algún cambio de dirección, lo único que se tiene que hacer mediante esta reflexión diaria, es aprender a caminar distinto.