Rodrigo Todd
El boom de la preocupación colectiva sobre el medio ambiente inició en México en el 2007. En ese año comenzaron los diferentes medios de comunicación del país a difundir las problemáticas ambientales, en particular las del cambio climático que por su afán catastrófico venden y alarman más.
Desde entonces, los conceptos sobre la “sustentabilidad” y “desarrollo sustentable” se pusieron de moda y se habla de ellos sin comprender el trasfondo de los mismos. En la mayor parte de los casos, con algunas excepciones claro, estas conceptos solo sirven para fines publicitarios sin ningún sustento real en la toma de decisiones del gobierno, empresa y público consumidor.
Es un hecho que estamos lejos del desarrollo sustentable y que no se vislumbra aún luz al final del túnel. Seguimos adoptando un modelo de desarrollo urbano horizontal que hace la administración de las ciudades más complicada y más costosa. La población tiene que recorrer mayores distancias para trasladarse del hogar al trabajo. Todos sabemos que eso aumenta la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera aunado a emisiones tóxicas que afectan la calidad del aire que respiramos en la ciudad y claro una disminución en la calidad de vida al ser víctimas del colapso vial que experimenta nuestra ciudad.
Por otro lado cuando evaluamos las inversiones públicas en infraestructura concluimos que una grande parte de las mismas van dirigidas a la cultura del automóvil y no a la movilidad integral que incluye el peatón, bicicleta y transporte colectivo y mucho menos a la recuperación de espacios públicos dignos. Hoy en día, en promedio la Ciudad de México tiene mejor calidad del aire que Monterrey. Siendo cinco veces más grande han sabido adaptarse a la plaga de la sobrepoblación adoptando modelos de transporte colectivo, aumento en la cobertura del metro, fomento a la bicicleta y programas de verificación vehicular.
La violencia ambiental aumenta cuando perdemos m2 de áreas verdes por habitante. Aunque la reglamentación en desarrollo urbano contempla la implementación de las mismas, éstas solo se cumplen en el papel y no en la práctica. Y así se puede continuar el análisis descriptivo en muchos otros temas como en la tala desmesurada de árboles, descargas irregulares a cuerpos de agua y alteraciones a los ecosistemas y sus servicios ambientales que nos proporcionan.
¿Dónde estamos fallando? Hemos vendido la idea de la sustentabilidad como un concepto ético y de “responsabilidad” con el planeta y otros argumentos efímeros. Pero no hemos aún transmitido el mensaje correctamente que la sustentabilidad haría menos costosa nuestra vida, aumentaría la calidad de vida y generaría paz social.
La violencia ambiental que experimentamos hoy sumada a la falta de empleo, de oportunidades y a la desigualdad social, genera un coctel de factores y como consecuencia está dividiendo a nuestro país aumentado la brecha entre el rico y el pobra y generando un estallido social que se refleja en la violencia que experimentamos hoy.
La sustentabilidad, en todo su esplendor resolvería en parte los problemas aquí mencionados. Vamos por una verdadera paz ambiental, aprovechando los modelos urbanos probados, la tecnología, la biotecnología, la explotación sustentable de los recursos naturales y los medios de comunicación para impregnar a los tres pilares de nuestra sociedad: gobierno, empresa y sociedad civil, con una comprensión práctica sobre la sustentabilidad y la paz ambiental.