Soy un extranjero y un lobo estepario, queriendo ser un Siddhartha…

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Rodrigo Soto

Aunque el recuerdo no es tan claro y vívido como quisiera, al hacer un pequeño esfuerzo, me puedo trasladar a la época que viví con mi bisabuela Ena, mi bisabuelo Félix, mi abuela Ena, mi abuelo Abraham, mi tía abuela Elodia (Yoyi de cariño) y mi tío abuelo Félix.

Durante ese tiempo, que va desde mis cero años, hasta los cinco; tuve la vital influencia de esa parte de mi familia, quienes me formaron con ciertos principios y valores para poder desenvolverme en mi vida posterior y convertirme en el ser humano que soy, para bien o para mal.

Si bien es cierto que tuve mucho cariño familiar, siendo clave para mi buen desarrollo y empatía social, recuerdo con agudeza esa época como mi primer encuentro con los libros, gracias a mi abuelo Abraham, quien siempre tenía la sana costumbre de llevarme un ejemplar los fines de semana. Ahí fue que conocí a Tom Sawyer, Huckleberry Finn, Moby Dick, La Isla del Tesoro, Robinson Crusoe, Los Tres Mosqueteros, Lazarillo de Tormes, Don Quijote ilustrado, entre muchos otros.

Fue en ese tiempo, aprovechando mi plasticidad cerebral, donde tuve mi primer punto de inflexión hacia el conocimiento y la oportunidad de acercarme a la literatura y conocer el placer que se obtiene por medio de un libro, pero no solamente por el olor embriagante a nuevo, sino por la estimulación de mi imaginación cada vez que leía y me transportaba a la escena formada en mi joven mente.

El describir, brevemente la escena anterior, es solamente para ejemplificar la plática que en cierta ocasión tuve con mi tía Nancy, quien decía haber estudiado lo investigado por ciertos científicos en cuanto a que la mejor estrategia para acercar a un niño a leer, era precisamente crear un ambiente lleno de libros y simplemente el pequeño ser humano en desarrollo, motivado por su gran capacidad de asombro y necesidad de absorber todo a su alrededor, iba a ser seducido por la lectura como el mejor medio para despertar la creatividad e imaginación en ese juvenil cerebro con gran necesidad de bits y bytes.

En este tenor recuerdo lo dicho por Nancy C. Andreasen cuando ejemplifica como el cerebro humano, al ser un recién nacido, tiene más conexiones sinápticas que un adulto: el doble en promedio. Derivado de esto, resulta neurálgico, aprovechar lo novedoso que resulta el conocimiento, para ese ser humano que inicia su camino evolutivo y embeberlo en la lectura, con el fin de satisfacer su ansia de saber, particularmente en ese años mozos.

El segundo punto de inflexión vino, cuando ya vivía en casa de mis padres, pues tanto mi Madre, pero especialmente mi Padre, me acercaron de nuevo a la lectura. Aquí recuerdo haber leído la Metamorfosis de Kafka, Aura de Carlos Fuentes, La Ilíada y La Odisea, Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, Pedro Páramo de Juan Rulfo, entre otros diversos títulos, pero siempre con la advertencia de mi Padre, quien nos prestaba los libros, pero única y exclusivamente si los leíamos en la casa, pues tenía miedo que los perdiéramos saliendo de la misma. Es decir, mi querido Padre, vive realmente el dicho en relación a que: “existen dos clases de imbéciles en el mundo: los que prestan libros y los que los devuelven”. En este punto cabe apuntar otra de las curiosas características de mi Padre en relación a sus libros, pues él puede encontrarse un gran libro, en cuanto a contenido, pero si éste no cuenta con pasta dura en su cubierta, pierde valor; a esto, la estrategia de mi señor Padre es sencilla, adquiere el ejemplar e inmediatamente lo lleva a empastar, para que así pueda aspirar a tener un lugar en el exclusivo librero de su casa.

Siguiendo con mi escrito, aquí también entra la parte científica de Andreasen, cuando habla sobre la etapa de máximo desarrollo neuronal, al alcanzar los 20 años en promedio, pues nuestro cerebro se queda únicamente con las conexiones que se hayan desplegado en particular, en el normal proceso evolutivo; es decir, nos quedamos con las circunvoluciones con las que vamos a trabajar en nuestra tasa de operación neuronal. Por ende lo trascendental de inculcar, en este crecimiento neuronal, el hábito de la lectura como mecanismo estimulante en los disparos sinápticos aunados a la delicia de una descarga de dopamina intelectual.

Un tercer punto de inflexión en mi corta vida literaria, fue curiosamente cuando estaba en la secundaria del colegio “Las Hayas”, compartiendo clases con mis queridos amigos de por vida, Amadeo Flores, Mario De La Medina, Rosendo Gómez, Antonio Limón, Demetrio Esquivel, Jorge Ladrón de Guevara, entre muchos otros; teniendo clase de lectura y redacción con la maestra Rocío Ríos Rojas, quien dentro de ese ciclo escolar nos encargo leer El Perfume de Patrick Süskind, libro que me causó gran revuelo por la clara y precisa descripción de los hechos, logrando activar mis sentidos e introducirme gratamente dentro de la época y situación que estaba viviendo el personaje principal Jean Baptiste Grenouille. Pero la clave de mi recuerdo no es solamente de la obra, siendo estupenda sin lugar a dudas, sino del ensayo posterior a la misma, encargado también por Ríos Rojas, en donde me centré en analizar al protagonista de esa novela. Pocas veces recuerdo estar tan acelerado y motivado por alguna tarea, pero un sobresalto superior vino después, al recibir las calificaciones de la maestra Rocío, pues había obtenido un 10, es decir cero errores. Ahí comprendí, un poco, sobre mi capacidad para analizar lo que leo y tratar de expresarlo en términos mundanos y complejos, según sea el crítico o público a leerme.

Posteriormente interioricé en textos más profundos, como es el caso de El Lobo Estepario de Hermann Hesse y El Extranjero de Albert Camus, textos que marcaron mi forma de percibir el mundo literario, así como la búsqueda de mi identidad en ese existencialismo al que todos estamos expuestos, pero pocos sabemos aceptar y reconocerlo como una lucha entrópica normal en todo individuo que se estremece entre su razón y su emoción, para así realmente disfrutarlo, sacándole provecho a lo seductor que puede representar la falta de integración a la sociedad actual.

Gracias a la literatura y mi profunda etapa existencialista, que a veces parece no querer abandonar mi mente, me siento como cuando Meursault no encontraba motivación alguna en su vida. Todo le parecía monótono, absurdo y sin sentido. Después de meditar largo tiempo, dedujo que su trivial existencia no estaba ligada a otros seres humanos, y tal vez por eso no sentía empatía hacia ellos ni experimentaba los mismos placeres que a cualquier humano exaltarían y transportarían al mundo de las risas o de las lágrimas.

La madre de Meursault había muerto y éste no cambió su semblante con la noticia, ni tampoco sintió dolor asfixiante cuando estaba en el funeral, ni sintió el vacío que deja un ser querido con su partida.

No, para Meursault, las sensaciones que experimentamos son simples y pueden ser explicadas por medio de las experiencias sensoriales que se nos presentan. Cuando meditaba esto, entró en la habitación su amigo, si se puede llamar así, Raymond, con una herida de cuchillo, debida a un enfrentamiento en la playa con un árabe y su compañero.

Al saber esto, Meursault tomó la pistola de Raymond, para que no fuera a cometer una locura, y salió a caminar. Mientras deambulaba, encontró por casualidad al árabe que había agredido a Raymond. Le disparó una vez, y lo mató. Posteriormente le dio otros cuatro balazos al cuerpo sin vida que yacía en el suelo.

En el libro El Extranjero, de Albert Camus, Premio Nobel de literatura en 1957, se introduce el concepto de existencialismo y falta de integración social del ser humano, lo que se refleja en sus emociones, acciones, responsabilidades y pensamientos.

La enciclopedia Wikipedia nos ofrece un análisis de la obra de Camus, y dice que “Meursault personifica la carencia de valores del hombre, degradado por el absurdo de su propio destino. Ni el matrimonio, ni la amistad, ni la superación personal, ni la muerte de una madre… nada tenía suficiente importancia, ya que la angustia existencial de este antihéroe inundaba todo su ser”.

También deambulo como un “lobo estepario” haciendo referencia a la obra de Hermann Hesse, con el mismo título, pues surge dentro mí el conflicto, igual que le sucedió a Harry Haller, en donde se mezclan las sensaciones de soledad, como un lobo, mientras que por otro lado quisiera relacionarme sin problema con la sociedad, para hacerme uno de ellos, de esos que vagan por la vida solamente con la preocupación del dinero y de subir de escalafón social, sin embargo no puedo y me domina la locura de mi mente, en donde no distingo lo real de lo irreal. Pero sí comprendo lo que me hace sentir vacío y lo que me hace sentir lleno y es precisamente en ser definido como inculto que quiere saber y no como un analfabeta funcional rico que presume que tiene poder y dinero.

En ocasiones, como dice mi Madre, uno se tiene que acomodar el mundo para que éste tenga sentido, de lo contrario podemos caer en la locura y nuestras acciones nos puede hacer merecedores del ostracismo o la ignominia.

Pero al último quisiera poder transformarme en un Siddhartha, igual como se describe en el libro, del mismo título, escrito también por Hermann Hesse, donde pueda aprender y centrar mi sabiduría en tres ejes, que son: pensar, esperar y ayunar. Sin embargo antes de poder dominar esa forma de pensamiento, requerimos saber lo que es lo bueno, lo justo, así como la sabiduría simbiótica con la vida, pero para ello se requiere conocer y caer en lo malo, lo injusto, en la banalidad y frivolidad de la vida; sin pasar por la tesis y la antítesis, nuestras definiciones y sobre todo concepciones de la vida estarán sesgadas, como sucede cuando solamente vemos una cara de la moneda.

Al final puedo decir que la literatura me ayudó a acercarme a mi lado inexperto de la escritura, para poder intentar expresar mi propio encuentro con la naturaleza y todo lo que esto conlleva. Además de compartir lo que mi último asesor literario, mi hermano, ha dicho en relación a este arte de las letras, en donde inexorablemente al escribir, dentro de la lucha de mi razón y emoción, me doy cuenta que la inspiración solamente aparece cuando existe una dosis de tristeza en mi mente, claro debe ser la cantidad adecuada para sacar lo mejor de mí y no llevarme al camino de la depresión y ansiedad, variables que acaban con la creatividad del escritor y solamente lo acercan al final de sus días, aunque no estén correlacionados con el final de vida física, pero al llegar ahí, uno se pregunta ¿si quiere seguir viviendo? Sin inspiración, sin motivación, sin sensación, sin cordura, sin locura, sin emoción, sin problemas, sin aciertos, sin errores; definitivamente no, porque de eso se trata la vida, de equivocarse e iterar para buscar el momento eureka y gracias a la literatura, y en mi caso también a la escritura, encuentro esos momentos de equivocación, itero y trato de salir en busca de mi triunfo, esperando tener paciencia, pensando y en algunas ocasiones ayunando, tal vez tratando de ser parte de la sociedad, aunque sea de forma virtual y huyendo de mi personalidad de lobo estepario.

 

Aprender a leer a otra América Latina

Indira Kempis

Dedicado a Susana Teresita Crelis Secco

El silencio no es sólo la ausencia del lenguaje, sino la ausencia de tí

… Quiero comenzar con su última página escrita, la del cáncer que le robó el brillo de sus ojos verdes y su acento uruguayo, pero nunca sus ganas de cambiar al mundo. Ella sabía bien que las letras eran como nacer y morir en cada punto y aparte. Por eso las posibilidades infinitas de encontrar una historia que dejara la puerta abierta a lo posible. No puedo negar que duele teclear su nombre, pero.. “es parte de vivir chiquitina”, eso diría mientras se le escapa el humo de un cigarro.

Sin ella no concibo el mundo universitario detrás de los libros que me enseñaron a leer a otra América Latina. Las narrativas que toman forma en países tan desfigurados como los nuestros. Donde no sabemos si somos parte de un cuento bien contado o si el realismo mágico de Gabriel García Márquez no es más que el retrato de tantos pueblos bananeros. Romper con los “héroes que nos dieron patria” de la mano de Ibargüengoitia, meternos a las redes de poder en los ojos de Mario Vargas Llosa e ir de paseo entre las anécdotas de Fernando Vallejo.

Susana entendía que no podía apegarse a una metodología rígida que nos hiciera profundizar en los autores, sus contextos socio históricos, la vida misma, su relación con nosotros, darnos el tiempo para pensar. Así que solía hacer su propia lista de libros. Que no faltara Pablo Neruda ni Inés Arredondo ni Elena Garro. “Andá y hacer un círculo”, decía en cada primera clase. Preguntas y más preguntas, comentarios sarcásticos revestidos de una sensibilidad dirigida a quienes creían que vivían en el  “país de las maravillas”.

Sus enojos principales eran por dos cosas: La pésima ortografía –no por ser incorrecta, sino por estar en la universidad y no haber aprendido lo suficiente-. Lo segundo que la hacía explotar era la carencia de análisis y crítica hacia la sociedad ausente de las decisiones públicas, los gobiernos corruptos y todo lo que tuviera la más mínima señal de autoritarismo. Solía conversar sobre el arribo de los militares al poder en Uruguay. De la huida a otro continente de la mano de su esposo, Edison. Del refugio que encontró en México. Tal vez de ahí su excedida insistencia a “romper la burbuja” de quienes en el Tec de Monterrey tenían lo suficiente para encararse a la búsqueda de su propia libertad y de la justicia tan necesitada en nuestros países.

De su querida Uruguay conservó el acento y las muecas de inconformidad cuando le preguntaban si era argentina. De ese pedazo de país no se apartó nunca. A menudo recordaba episodios que con sus habilidades de gran conversadora se hacían presentes como si fuera ese momento. La defensa de sus amigos y familiares. La defensa de quienes padecían la represión. La defensa de las voces únicas en un campo minado por la impunidad. La defensa de los derechos humanos por quienes saben de los  tiempos de dictaduras imperfectas y la perfecta mexicana.

Susana amaba a nuestro país. Es el país de sus dos hijas: Laura y Eva. Tierra de sus nietos. Espacio para la música de su amado pianista con quien recorrió los caminos de Rumania teniendo escasos 20 años. Se nacionalizó mexicana. México le parecía un país con oportunidades en sus jóvenes. La misma cantaleta en cada clase, en cada mirada, en cada sorbo de café…  Si el país está muy mal, si no tiene esto, si ya nos vieron la cara otra vez, si no hay rebeldía que alcance. Parecía quejarse demasiado, pero era su propio experimento para que algo saliera de esas mentes despiertas universitarias, que ella tuviera la fortuna de escuchar una buena idea para impulsarla, de sentir que alguien encuentra su propia historia  las verdades, de ver cómo las pupilas saltan por la indignación y rompen en respuestas que parecen resolver nuestros problemas.

Esas eran nuestras conversaciones. Encontré en ella la mejor amistad de mi paso por el Tec, ¿cómo reunir el coraje de un continente para crear otras condiciones de vida?, ¿cómo juntar al norte con el sur?, ¿cómo ir en la búsqueda de quienes quieren una América Latina cuyas noticias en los periódicos sepan menos a muerte? Porque todos los autores de su lista de libros coincidían en exhibir las atrocidades cometidas a una población que ignora hasta la percepción de su realidad.

Recuerdo habernos detenido por días en la lectura de no más de tres páginas, no sólo porque la mayoría de mis compañeros no leía, confieso que a veces yo tampoco, (aunque Susana se encargaba de que tarde o temprano lo hiciéramos), sino porque mantenía su esperanza firme en que en algún momento recordarían esos pasajes a fuerza de repasarlos. Recuerdo las sesiones de “Los Pasos de López” en donde entendimos que la historia de Miguel Hidalgo y Costilla era tres veces menos romántica que como lo adornaba la historia oficial. Nuestra independencia es una farsa.

Con las arrugas en las manos, el cabello blanco grisáceo por las canas, enfundada en sus vestidos primaverales, Susana derrocaba una y otra vez en cada semestre a la dictadura. Hacía movilizaciones de conciencias, gritaba todo su enojo, nos hacía enfadarnos con ella. Tendríamos que aprender de la República Dominicana bajo el régimen de Rafael Leónidas Trujillo en la pluma de Vargas Llosa. Los efectos sociales, políticos y económicos del negocio del poder que genera el vacío de la sumisión encerrada en una jerarquía impuesta. Las atrocidades que deben ser denunciadas por la ficción, aunque ésta rebase la imaginación misma. Susana no paraba de hacer que contrastáramos entre las circunstancias dominicanas y las colombianas, las venezolanas y las nuestras…. Tanta gente en el exilio, otra más ahí adentro, engulléndose entre la perversión de sociedades que engendran años en donde ningún día es distinto porque todos se emanan de la concentración del poder en manos de unos mismos cuantos.

Cortázar era el de la voz suave y pausada con sus delirios por las calles de París y Buenos Aires. Entre esas hojas de Rayuela encontrabas a la sensualidad, la pasión el amor de las bocas que tienen propósito… “Detrás de toda acción hay una protesta, porque todo hacer significa salir de para llegar a, o mover algo para que esté aquí y no allá… , es decir que en todo acto está la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que es posible hacer, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente”. Protesta de no quedarse quieto. Rebeldía de amantes. Reto de futuros.

Pedro Páramo y Cien Años de Soledad marcarían nuestro realismo mágico. La cotidianidad como salida de una fantasía, pero que no deja de ser común. Susana afirmaba que no se podía interpretar a los autores, pero cuánto bien nos hacía cuestionarlos para abrir nuestras propias mentes. Todavía conservo el mapa de personajes de la obra maestra de García Márquez, cada vez que lo repasaba me quedara claro que nuestros pueblos están pintados a mano por quienes sin pretenderlo hicieron una autocrítica de lo que tendría que ser sacado de un lote de imaginación confundido entre la realidad que realmente es, valga el pleonasmo.

Una lectura llevaba a otras. Las noticias de los periódicos, por ejemplo. A veces cargaba con ellos, subrayando su hipocresía, sus mentiras, o una que otra verdad entredicha. Ella me enseñó a leer las líneas editoriales, confiaba que mi capacidad de análisis daría para ir al Colegio de México y estudiar Lingüística. Era su sueño, que pudiera salir a descubrir con los lenguajes de otros a los paisajes de un mundo que no entendía.

No le cumplí su sueño. Ni ese ni el de casarme con Juan. Pero… Me aferré a su voz ronca para unirla en oposición y resistencia. Ahí donde el lenguaje se usa como arma para defender a las minorías, a los vulnerables, a la vida. Como bien, lo escribió el escritor y profesor José Luis Espíndola, su mejor amigo: “Me decía que poco puede hacerse para cambiar al mundo pero tenía una fe irresistible de que los jóvenes podían cambiar y cambiar al mundo. Nunca se instaló en lo políticamente correcto, ni en esa cobardía disfrazada de prudencia, menos aún en la comodidad del silencio cuando había que decir una verdad. Créanme allí tenemos todos mucho que aprender”.

Susana hizo de su vida un libro con capítulos dignos de ser contados. Era tan libre, que sus alumnos, al menos los que pudimos romper la barrera de “dura” como parecía su personalidad, nos sentíamos profundamente cómodos… Como escuchan y observan los buenos escritores, ella lo hacía con nosotros. Se preocupaba por nuestras inquietudes. Drogas, alcohol, sexo, amor, rencor. Todo el drama, la tragicomedia, la novela de quienes la llenamos de juventud en su mejor oficio: el de dar clases.

“El mundo es caca”, dijo una vez su nieto a una edad en donde apenas se puede hablar. Ella, tan irreverente y tan a favor del uso correcto de las palabras, llegó feliz a contar la anécdota. No era una sonrisa, era una carcajada estruendosa. Sabía que si nosotros sabemos la mierda que pisamos, entonces, con los ojos bien abiertos, podremos caminar entre ella. Porque en esta América Latina tan golpeada por el interés de esa élite que no necesariamente está en la política partidista, sino también en las empresas, en el crimen organizado, necesita de que estemos atentos, despiertos, moviéndonos.

José Luis narra los últimos momentos al lado de su mejor amiga: “Hasta en su enfermedad dio ejemplo de una fortaleza impresionante; amaba la vida, pero ni yo ni su familia le vimos derramar una sola lágrima por su muerte que ella sabía inminente. Le ví llorar por otras cosas: su familia, el problema escabroso de algún chico, alguna desazón, pero no por ella ¿O nos quiso hacer la vida menos pesada dándose fuerzas e imbuyéndonos de su serenidad?”. Le respondo a José en este artículo que es un homenaje para quienes como ella han encontrado en la literatura una causa de su rebeldía contra un mundo que debería ser más amable para todos: Porque si Susana estuviera nos querría fuertes, alegres, con infinitas ganas de cambiar y mover al mundo. Porque si algo nos enseñó fue a creer en que eso es posible.

 

 

A la caza de Norman Mailer

Gabriel Contreras

  1. EL ESCRITORIO

Norman Mailer era un hombre de ideas ambiciosas. La vida de un asesino, los estragos de la guerra norteamericana, la corrupción moral en el ámbito fílmico, esas fueron cosas que le atrajo retratar, contar de alguna manera, y alrededor de esos aspectos esenciales desarrollaba gran cantidad de apuntes, esquemas, digamos que una compleja arquitectura narrativa.

Los que estamos interesados en la obra de Norman Mailer, que tal vez no somos muchos o no nos conocemos entre nosotros, tenemos hoy la necesidad de ir deduciendo poco a poco sus técnicas a través de asomos fragmentarios aquí y allá, entrevistas dispersas, artículos, reflexiones sueltas, cosas así. Es algo parecido a la reconstrucción de un crimen a través de las huellas del culpable, o como si escribiéramos la historia de un deportista campeón, dijo esto, acá dijo esto otro, allá dicen que dijo, pero no, no lo dijo así, sino de esta manera.

Los libros, el conjunto de los libros que escribió Norman Mailer son un claro testimonio de su visión, así como sus fotografías, que ruedan ampliamente en Internet y, por supuesto, sus declaraciones recogidas con cámaras de cine o en video. Todo eso, es algo que tenemos que ir organizando y haciendo un atado con él, pero… Otra cosa, otra cosa es la evidencia física de su manera de crear, esto es… su cuarto de trabajo, su escritorio. Eso ya lo investigó  el escritor Dwayne Raymond con cierta profundidad, y además lo documento en su libro de encuentros con Mailer.

El estudio de trabajo de Norman Mailer nos habla claramente de sus últimos días de escritura.

Pensemos de una casa ubicada en Provincetown, desde la cual se domina plenamente el pequeño cuerpo de la ciudad. Una casa clara, perfectamente iluminada, rodeada por gaviotas y por cierto aire de rancho.

Ahí, con su pluma, montones y montones de hojas y libretas, su antigua máquina de escribir, y el apoyo de una gran ambición y mucha inteligencia…

Ahí, Norman Mailer pasó sus últimos días escribiendo un libro en torno a Hitler.

Por eso es que estaba examinando los estragos de la Segunda Guerra Mundial, por eso tenía diccionarios de alemán a los que ponía un especial interés, y por eso también se esmeraba en llenar pequeñas tarjetas de aspecto escolar.

Aquellos apuntes cumplieron su objetivo, y después fue la hora de la muerte.

Es realmente interesante que un hombre que supo tanto sobre la guerra y la maldad, comenzó hablándonos de la violencia manicomial, de su participación como soldado, cosas así, y acabaría diciéndonos cómo era Hitler en su esencia, cómo eran sus resortes, sus demonios internos, su maquinaria moral o inmoral.

El libro que norman Mailer estuvo escribiendo al final se llama “El castillo en el bosque”, y  Dwayne Raymond sabe mucho acerca de ese libro, porque tuvo la oportunidad de indagar las evidencias de los últimos días y, sobre todo, de observar y asesorar prácticamente la rutina de trabajo de Mailer.

Si a ustedes realmente les interesa el asunto, asómense a ese pequeño texto, está en la Red, y se llama “Informe sobre el escritorio de norman Mailer”.

Acá no nos detendremos tanto sobre la cuestión del escritorio en relación con el escritor, sino que hablaremos sobre una pequeña búsqueda, un pequeño asedio que comenzó por ficción periodística, y acabaría por convertirse en un breve cuestionario, extendido en esta mesa de Proncetown, y respondido por Mailer, en esa misma mesa que algunos consideran, ya, legendaria.

Ese es el asunto de estos apuntes. Ok.

 

  1. LA CAZA

“El fascismo vendrá tras el derrumbe económico”. Así termina la entrevista que están ustedes a punto de leer. Una frase inquietante, si vemos que fue puesta en juego muchos antes de la famosa crisis mundial cuyos embates seguimos viviendo en estos momentos…

El escritor norteamericano Norman Mailer murió en el año 2007 a causa de una insuficiencia renal. Pero lo realmente importante ocurrió antes de su muerte. Hoy, les ofrezco una entrevista con Mailer, entrevista que es al mismo tiempo una prueba, una constancia de plena terquedad y absoluta paciencia, ya verán ustedes por qué. Ok.

La cosa ocurrió hace ya bastantes años. En ese tiempo, escribía en la sección de cultura del periódico “El Porvenir”, en Monterrey. Y la verdad es que desde mucho tiempo antes tenía la esperanza de entrevistar a Norman Mailer, a quien consideraba una de las piezas más importantes del engranaje de la literatura norteamericana, junto con Capote, Vidal, Sallinger, gente así…

En mi caso particular, la oportunidad de entrevistarlo en persona jamás surgió, así que decidí tomar un atajo.

Sobre la base de algunos de sus libros y declaraciones, me detuve a escribir una entrevista ficticia. Aunque la ficción era una palabra de sobra, ya que las ideas y las opiniones de Mailer que asenté en esa entrevista eran totalmente contrastables, se atenían punto por punto a sus posturas y visiones.

Para darle un toque de ironía a esa entrevista entre ficticia y real, la titulé: “Detesto las suposiciones (una entrevista factible con Norman Mailer)”. La publiqué  en el periódico y después en un libro cuya presencia hoy está descartada.

 

3. PERIODISMO FICCION

¿Qué tan inquietante puede resultarnos averiguar que Norman Mailer nació en 1923, en Long Branch? No menos, por supuesto, que señalar sus estudios en Harvard y mencionar entre sus obras principales a “Los desnudos y los muertos”, “Un sueño americano”, “El combate”, “La canción del verdugo”, “Noches de la antigüedad” y “Los hombres duros no bailan”.

Extraño, muy extraño que tantas visiones y abordajes de tal y cual autor, comiencen por la ficha, el árbol genealógico, el pedigrí, como si se tratara de un criminal, un enfermo de tuberculosis o un aspirante a la Presidencia del país .

En este caso, obedeciendo  a la dinámica tan particular del trabajo y la personalidad de Mailer, sumidas en un brebaje que no termina de distinguir el periodismo de la literatura, he optado por armar una entrevista con este amante del alcohol, las rubias y el box, tal y como se la plantearía si lo tuviera a la mano, tal y como probablemente él mismo respondería.

Las preguntas no se las extendí jamás, en tanto que las respuestas son puntual y textualmente fieles a su pensamiento.

El escenario. Bien puede tratarse de un departamento de barriada, un segundo piso. Ni muchos ni pocos libros sobre la mesa. Abundantes periódicos amarillentos, eso sí, cubiertos de ceniza. El cabello tan escaso como blanco y desordenado. Las botas de minero, profundamente sucias. Un viejo saco de pana y una camisa de cuadros rojos.

¿De quien aprendió usted?

Supongo que del escritor que más he aprendido es de Forster, no voy a decir que sea el necesariamente uno de los novelistas que más admiro. Pero he aprendido bastante de él (…) Forster me enseñó que la personalidad es más fluida, más dramática y alarmante de lo que había pensado.

¿Sigue usted creyendo que los negros son superiores a los blancos en materia sexual?

La comedia consiste en que el blanco detesta la idea de que el negro alcance la superioridad en la escuela, porque siente que goza ya de la superioridad sexual. De tal manera que el blanco, inconscientemente, busca el equilibrio, cree que el viejo trato sigue siendo justo. El negro tenía su supremacía sexual y el blanco su supremacía blanca.

Si se compara usted, como escritor, con Gore Vidal, ¿quien se lleva la  ventaja?

Para hablar claro… diré que Norman Mailer se ha casado veces y Gore Vidal nunca; Mailer tiene cinco hijas y Vidal cero; Mailer tiene siete descendientes, Vidal no tiene a nadie, ¿Qué más quiere saber?

¿Confía usted en el periodismo como un medio de transmisión de la verdad?

Este es un chiste judío. Se encuentran dos abuelas. Una empuja un cochecito de bebe. Oh, dice la otra, que hermoso nieto tienes. Eso no es nada, responde la primera mientras busca en su bolso, espera a que te muestre su foto.

Usted dijo alguna vez que el sexo puede ser matador, ¿que quiso decir?

Por supuesto que no voy a desabrocharme la bragueta.

¿Tuvo usted alguna razón en especial para atacar a su mujer con un cuchillo?

Eso es algo que debemos olvidar para siempre.

¿Considera al graffitti como una labor artística?

Se han escrito obras maestras de un metro ochenta en las paredes y los coches del Metro, al menos en Nueva York.

¿Recomienda por experiencia propia el uso de la mariguana?

Las drogas son una forma espiritual del juego. Esta es una ecuación poética que se puede llevar hasta el fin de la metáfora, porque las dogas te están embolsando el porcentaje de la casa… La mariguana te acelera, te abre a tu inconsciente. Durante media hora o una hora, te hallas mejor que de costumbre, te suceden más cosas. Haces mejor el amor, comprendes mejor a las personas, pero luego tardas tres días en recuperar la energía perdida, así que sales perdiendo.

¿Se considera usted una autoridad en materia boxística?

Eso se decide en el ring. Yo soy escritor, y eso es bueno; los lectores son los que creen que se demasiado de box. Los lectores a veces son unos idiotas.

¿Qué beneficios puede acarrear la pornografía?

Una de las ironías de la pornografía es que libera a la gente de andar de cacería tras el sexo.

¿Envidia usted a Miller, por haberse metido a la cama con Marylin?

La belleza, en último termino, es la piel, y no le demos vuelta a eso.

¿Cuál es su opinión acerca de Truman Capote?

Es un marica y además está muerto.

¿Alguna obra plástica formal que sea para usted tan valioesa como un graffitti?

“Eco de un grito”, de Siquieros, y “Noche estrellada”, de Van Gogh.

Usted escribió una crónica sobre la guerra de Vietnam, una sobre el primer viaje a la luna, y una sobre la pelea Clay-Foreman, que tienen esos tres temas en común?

Los tres me parecieron interesantes.

¿Cómo definiría usted a un puerco?

Un banquero es un puerco.

¿Le preocupa a usted la situación de los Estados Unidos en estos momentos?

Este país está entrando en el tiempo más desesperado y de pesadilla de su Historia. A menos que todos los norteamericanos consigan ser más bravos, todo va a ir de mal en peor… incluyendo la mujerización del país.

¿Existe alguna vía standard para conseguir el éxito literario?

El buen estilo es algo que tiene que ver con despojarse de todas las codicias, todas las incapacidades y todas las veleidades de uno.

¿En qué medida favorece al escritor la práctica del periodismo?

Puedes hacer periodismo y esto puede resultar terrible para tu estilo. O puede equilibrarlo… si lo que escribes es reflejo de tu propia conciencia, entonces hasta el periodismo puede resultarte interesante.

¿Cuál es su postura ante el fenómeno del lesbianismo?

Siempre he tenido la sensación de que si fuera mujer disfrutaría mucho del lesbianismo.

¿Qué piensa usted acerca de las entrevistas armadas a base de fragmentos, recortes y suposiciones?

Qué tal si cuando yo muera, alguien viene y me sitúa en una orgia de maricas. Detestaría eso. Esas entrevistas son una manera de joder, aunque se hagan con buena intención.

 

  1. COSAS DE LA GUERRA

Más tarde, desde Barcelona, escribí para “Reforma”, “Lateral”, “Gatopardo”, medios así.  Total que le ofrecí a Mihaly Des esa entrevista ficticia con Norman Mailer. Des es un editor húngaro con mucho olfato, de manera que la publicó  de inmediato.

y a punto de regresar a México, apareció el libro “¿Por qué estamos en guerra?” de Norman Mailer, una reflexión en torno a la guerra de Irak.

Lo verdaderamente extraño del caso es que, por causas que solamente el entonces director de la editorial Anagrama podría explicarnos, esta obra apareció antes en español que en inglés.

El autor de “La canción del verdugo”  y “Los ejércitos de la noche” seguía trabajando, continuaba sentado frente a la máquina de escribir, y acababa de publicar un libro en torno a la agresividad del gobierno del presidente George Bush.

Norman Mailer era ya un hombre y un nombre legendario, mítico a pesar de estar vivo y en activo. Era, en el fondo, aquel mismo Norman Mailer que alguna vez se subió al ring para intercambiar golpes con Muhammad Alí, el mismo que amenazó a su esposa con un cuchillo por motivos que jamás conoceremos. Era el mismo que, nacido en Brooklyn hacia precisamente ochenta años, vivía entonces en Provincetown,  en compañía de su sexta esposa, Norris Church, una mujer de 53 años, la única a la que le había sido enteramente fiel.

Pero, vaya, los escándalos políticos y los desplantes amorosos no eran ya el único matiz que definía el perfil de este escritor periodista o periodista escritor. Había madurado, había profundizado en sus propias ideas hasta convertirse en un testigo decisivo para Norteamérica.

Ciertamente, no hubo cañonazos ni pasteles para celebrar su 80 aniversario, a pesar de la singular importancia de ese octogenario. Norman Mailer no era un “héroe nacional”, ni nada parecido para los Estados Unidos, por supuesto que no. Pero  seguía convencido de  que los  hombres duros no bailan, y había preferido sentarse ante su máquina y terminar un nuevo libro, un libro evidentemente polémico y reventador, un texto provocador.

Leí el nuevo libro de Mailer en el Metro y de inmediato. Era evidente que la edad no había hecho mella sobre el espíritu de este hombre que vivía en el mismo pueblo donde vivieron Ernest Hemingway y Tenesse Williams.

En esos días, a causa de la artritis y de una intervención quirúrgica, Mailer caminaba apoyado por un bastón, pero con todo y eso sus palabras seguían generando opiniones encontradas, seguían siendo un punto de referencia político, seguían siendo admiradas o repudiadas, aunque no ninguneadas.

Mailer tenía una opinión muy clara y estaba dispuesto a ponerla ahora mismo en juego, no importaba cuál fuera el escenario.

“¿Por qué estamos en guerra?” encerraba una reflexión severa, profunda y directa en torno a una de las más grandes y profundas tradiciones norteamericanas: la de agredir a otro países, siempre más débiles.

El origen de este libro está en el ataque del 11 de septiembre de 2001, una operación que arrojó centenares de muertos y que, según lo apunta Mailer, resultó ser “un símbolo descomunal y misterioso de no sabemos qué”.

Mailer, que se caracterizaba por haber sido una de las grandes voces rebeldes de los días de la guerra de Vietnam y de los días del poder de Nixon y Kissinger, volvió a su máquina de escribir como en sus mejores tiempos, con el mismo coraje y la misma decisión de su pérdida juventud.

En esta ocasión, bajo el gobierno de Bush, narra Mailer, el miedo recorría las calles favoritas de Woody Allen y Robert de Niro; el miedo penetraba como una mano oscura también en los hogares de los televidentes de todo el mundo. Mailer lo dice así: “Llevábamos años viendo en las pantallas espectáculos de vértigo y disfrutando de ellos”. Mailer apunta: “Estábamos protegidos. Éramos capaces de dedicar una centésima parte a entrar en la historia y vivir con el miedo. Ahora, de pronto, el horror resultaba ser auténtico. Dioses y demonios invadían Estados Unidos, procedentes de la pantalla del televisor”.

Aunque nunca se demostró la participación de Bin Laden en el ataque del 11 de septiembre, Estados Unidos atacó Afganistán para detenerlo.

Y aunque tampoco se demostró la asociación entre Bin Laden con Sadam Hussein, se atacó luego a Irak para completar la venganza e intentar detener a Saddam, cosa que al cabo se lograría matándolo. Norman Mailer, ese hombre de corta estatura y  brillantes ojos azules, ese que reflexionó sobre las andanzas de la CIA en “El fantasma de Harlot”, nos ofrecía ahora este pequeño libro una visión panorámica de este proyecto político de venganza y destrucción, un plan tan norteamericano como atento a las obsesiones del presidente George Bush.

  1. LA ENTREVISTA

Quise entrevistar Norman Mailer para “Lateral”; entrevistarlo aunque fuera brevemente, y para hacerlo tuve que acudir a un protocolo interesante que consistió, primero, en conectar con la casa editorial que publica sus obras en Barcelona, donde después de mostrar mis intenciones tuve que depositar unas cuantas preguntas por escrito, que a su vez fueron remitidas a una agencia ubicada en Bedford Square, en Londres, para desde ahí ser enviadas hasta la casa de Provincetown, Massachusetts, donde habitaba Mailer.

Todo parecía perdido, sí, pero mucho después, no sé si cinco o seis meses más tarde, las respuestas fueron redactadas directamente por Norman Mailer a máquina. Las envió por fax a su agencia. Pasaron de Estados Unidos a Inglaterra y de Inglaterra a España. Y entonces las remití desde Cerdanyola  hasta un local de la calle Sant Joan.

Esta es la entrevista.

-Mohammad Alí fue derrotado por los golpes y por los años, usted no. ¿Podría decirme cuál ha sido su secreto para continuar frente al teclado con la energía de un adolescente ahora que tiene ya ochenta años cumplidos?

-La verdad es que yo no recibí tantos ni tan duros impactos como Mohammad Alí. Además, debo decir que la vejez es algo simple. Finalmente, uno llega a comprender que la habilidad para trabajar debe ser concebida como una especie de bendición.

-¿Cuál es, desde su punto de vista, el defecto más importante de la sociedad americana actual?

-Su defecto principal es su arrogante sentimentalismo, su codiciosa ceguera del alma. Los norteamericanos quieren que la existencia sea dulzona, algo que debería ser apreciado como una especie de sinfonía privada.

-¿Cómo observa usted actualmente las relaciones entre periodismo y la literatura, ese vínculo que usted impulsó con tanto empeño en los años setentas? ¿Se han incrementado esas relaciones, han madurado, se han vuelto algo pasado de moda?

-Lo siento mucho. No sé cuál sería la respuesta a esa pregunta. Quizás la pregunta futura podría ser: ¿se tragará el periodismo a la literatura?

-¿Cuál es su percepción acerca de esa tendencia política de George Bush a la que el novelista Paul Auster ha llamado una “vanguardia fascista”?

-El gobierno de Bush no es fascista todavía. Yo supongo que la verdadera prueba su fascismo surgirá a partir del derrumbe económico que vendrá después de una gran serie de actos terroristas.

La literatura mexicana contemporánea: fuerza de las raíces de nuestro país.

Cinthya Araiza

En memoria del excelentísimo catedrático del ITESM, Don Ramón Martínez, QEPD.

“Señores, ustedes son casi profesionistas, ya aprendieron las reglas ortográficas, de puntuación, gramaticales y de sintaxis desde la Primaria; las volvieron a ver en Secundaria y Preparatoria; aquí en el Tec incluso les damos un curso sello de Redacción Avanzada; es inconcebible que cometan errores al redactar y yo no se los voy a admitir”. Palabras textuales del Profesor Ramón Narciso Martínez, antes de aplicar los exámenes de cada mes.

Más que un catedrático, fue un apasionado de la literatura mexicana, tan perfeccionista que se encargó de mostrarnos a detalle a nosotros sus alumnos, y a muchos más, el valor y la riqueza de las más importantes obras y autores de nuestra nación.

Desde Juan Rulfo hasta Juan José Arreola, pasando por René Avilés Fabila, además de Elena Garro, el gran Octavio Paz; Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Amado Nervo, Jaime Sabines, Ignacio Manuel Altamirano, Federico Gamboa, José Emilio Pacheco, Alfonso Reyes… Moncho (como permitía que le llamáramos)  se encargaba de desmenuzar cada texto literario con una habilidad ó técnica, con una elegancia, tal que cada clase era una experiencia única. Más bien parecía que nos narraba algo fácil y digerible- a pesar de lo complejos que ser nuestra historia- simplemente llevaba sus narraciones a la cotidianeidad. Si bien sabía manejar las fechas, autores y títulos como si su mente fuera una agenda en donde agendaba los números de sus amigos más allegados. La buena combinación de una buena narración histórica con los mas afamados títulos de la literatura mexicana contemporánea, han despertado el interés de muchos por esta materia.

Hablamos de un conjunto de obras con gran valor literario escritas en nuestro país durante la era colonial, que han crecido en valor y que van de la mano con las más afamadas obras literarias cubanas, españolas y argentinas; la prestigiada literatura mexicana es sin duda alguna, de gran influencia para la gran diversidad de literaturas de la elegante lengua española a nivel internacional.  Desde las crónicas de los primeros pobladores europeos en la Nueva España pasando por las cartas detalladas de los conquistadores y la literatura de influencia barroca, hasta llegar a la era de la Independencia de México- suceso que marcó profundamente el cambio en la producción literaria- la primera generación de verdaderos escritores mexicanos fue meramente de influencia romántica, para después ser sustituidos por los escritores positivistas y modernistas que tanto mencionaba nuestro Profesor Martínez.

La llegada de un nuevo siglo y de un nuevo paradigma, consolidó en nuestro país al igual que en muchos otros, la presencia de vanguardias literarias, sin embargo, dado la importancia de la corriente realista, convivieron en una misma época los escritores de tendencias del siglo 19 con los contemporáneos, conjunto que adoptara el nombre de  Ateneo de la Juventud. Posteriormente surgió un grupo de novelistas basados en la Revolución, quienes se encargaron de introducir la novela indigenista con reflexiones nacionalistas.

Culminando en el siglo 20 con el gran boom latinoamericano, la literatura mexicana se caracterizó por llenarse de la riqueza y sabiduría de escritores de la talla de Juan Rulfo, Octavio Paz y Carlos Fuentes como cabecera, este último quien fuera severo crítico de la sociedad mexicana y considerado uno de los autores más destacados a nivel mundial pues además de encabezar una fuerte corriente literaria, formó  parte del cuerpo diplomático de México en Francia.

Si bien lo decía el profe Ramón, somos orgullosos herederos de un tesoro que no vale lo que debería valer, y que sólo nosotros podremos darle ese plus para hacerlo valer. Tan complejo y tan catedrático como los mejores escritores mexicanos, seguramente las obras didáctico-narrativas de Ramón Martínez se han plasmado en los corazones de miles…justo como ocurre con nuestra valiosísima literatura mexicana.

 

 

El mundo de los libros

Milton Mata

El lenguaje escrito es un gran logro de la humanidad…

Desde que Johannes Gutenberg inventó la imprenta de tipos móviles en el siglo XV, se han impreso miles y miles de millones de libros alrededor del mundo, lo cual ha permitido no sólo la difusión del conocimiento sino también la transmisión de información a través del tiempo y por muchas generaciones.

La falta de lectura es una lamentable realidad…

En los últimos años he visto estadísticas en donde se hace un comparativo de el número de libros que se leen al año en los diferentes países del mundo, siendo lamentable que nuestro tan amado México siempre se ha visto posicionado en los penosos últimos lugares; aunque en cierta manera no estoy tan de acuerdo con el dato de que los mexicanos leen poco, mi opinión es que el pueblo mexicano si lee, pero la mayoría de las personas leen “cosas” que no les dejan provecho alguno, es decir, quizá falte una mayor lectura pero lo más importante no sería la cantidad de lo que leemos sino la calidad de “esas letras” con que alimentamos nuestra pisque.

El fascinante mundo de los libros…

En mi humilde opinión, leer un libro es una de las “cosas” más placenteras y deleitosas que puedan existir, ya que leer un libro nos permite mirar el mundo desde una perspectiva diferente a la nuestra, es decir, leer un libro nos permite apreciar el mundo a través de los ojos de quien lo escribió, lo cual enriquece nuestra visión del mundo.

Al leer un libro podemos aprender algo nuevo, podemos con nuestra imaginación ir a lugares misteriosos o desconocidos, podemos imaginar mundos fantásticos e increíbles, podemos soñar con viajar en el tiempo o a través del espacio; simplemente leer un libro es como mirar por una ventana de posibilidades infinitas.

 

Entre el dogma y el cuestionamiento…

Rodrigo Soto

Todavía recuerdo mi primer encuentro con la religión, en este caso la católica, caminando, por la calle de Jiménez del Campillo, muy temprano en domingo por las calles de Coatepec, Veracruz, de la mano de mi tía abuela y bisabuela rumbo a la iglesia para asistir a misa de las 8:00 am.

Aunque no tengo totalmente frescos los sermones de esas reuniones, sí recuerdo que eran agradables , pues el sacerdote ponía mucho esfuerzo en crear un ambiente de interés hacia todos los jóvenes que íbamos acompañados de nuestros familiares. La verdad tengo que confesar que nunca me desviví por acudir a la misa, pero reconozco que el tiempo se me pasaba volando en ese lugar, contrario a aquellas situaciones de aburrimiento que todos experimentamos en donde pareciera que el tiempo relativo de Einstein se hace presente y parece que las manecillas del reloj no avanzan.

En esa época tenía alrededor de 5 años y vivía con mi tía abuela Elodia (que de cariño le decíamos Yoyi) y mi bisabuela Ena, además de las siempre agradables visitas de mi abuelo materno, el doctor Abraham y mi abuela materna Ena, de quien siempre recuerdo en una silla de ruedas, pero siempre con un ánimo muy agradable, cariñosa y sonriente, además de estar lista para jugar conmigo y tener esa disposición para darme tiempo y escuchar lo que tenía yo que decir acerca de mi vida. Claro sin olvidar a mi tío abuelo, Félix, también doctor y que siempre tenía rutinas muy curiosas de hacer ejercicio y cuidarse en su alimentación, evitando las adicciones del cigarro y del alcohol; pero sin lugar a dudas recuerdo la figura de mi bisabuelo Félix, quien siempre parecía preocuparle algo y del que siempre podía contar con su brazo protector para defenderme de cualquier travesura que hubiese hecho.

Siempre extrañé a mis padres, Male y Raúl, pues sería yo un alienígena de no hacerlo, pero tal vez con tantas figuras amorosas a mi lado, logré comprender que mis padres necesitaban terminar su especialidad médica, en neurocirugía y endocrinología respectivamente, en la ciudad de México. Nunca me faltó nada y el cariño que se me daba se acercaba a la figura de esos niños consentidos que aunque hagan algo mal, siempre se les protege de más y como dicen: “se les echa a perder”.

La rutina de esa vida era sencilla, para mi tía abuela Yoyi, lo importante era comerse todo lo que se ponía en el plato, bajo la excusa de que había muchos niños pobres que ya quisieran poder como así de bien y era cierto, ambas cosas, pero sobre todo el sazón de la comida, que fue la mejor que probé en lo que llevo de vida. Por otro lado para mi bisabuela Ena, lo mejor era compartir en familia, conversar y socializar con nosotros, así como con amigos y vecinos, pues el pilar de sociedad era la convivencia pacífica y armoniosa para lograr continuar como especie, eso y estar atenta a sus tejidos, pues siempre fue fanática de realizar colchas, manteles, chalecos, fundas, entre muchas otras cosas, con una pericia que me parecía fantástica. Mientras que para mi abuelo Abraham, era necesario que yo leyera y jugara, por ello cada fin de semana me llevaba un libro y un juguete, casi siempre de los luchadores que no se mueven, pero están en posición de ataque, como es el caso del santo o blue demon; de los libros que me regaló tengo en mi memoria el de Las aventuras de Tom Sayer, Moby Dick, La isla del tesoro, entre muchos otros. De mi abuela Ena, como comenté, trataba de acompañarme en mi mente, cuando en ocasiones practicamos algún baile de mi escuela, recitar algún poema o cantar alguna canción. Para mi bisabuelo Félix, la tarea necesaria era estar alerta del rancho y del café, porque según él mucho sol lo quemaba, mucho agua lo ahogaba y si estaba nublado no crecía adecuadamente, seguramente esas preocupaciones lo sedujeron a tener como fiel compañero al cigarro, situación que años posteriores lo llevaron a descansar en el sueño de los justos para no despertar en este mundo.

Sin embargo la regla general que no podía ser evitada era la de rezar, particularmente a la hora de acostarse. Fue así que aprendí el Padre Nuestro, el Ave María y el Ángel Santo. Mi rutina era entonces terminar mi cena, lavarme los dientes, ponerme la pijama e hincarme para profesar mis rezos, tratando siempre de que Dios tuviera un poco de tiempo para mí y me escuchara, siempre pidiendo por la salud y protección de toda mi familia y amigos. Bueno y sin olvidar la mencionada misa de los domingos, la de los niños, era también dogma.

No puedo negar que ese tiempo que viví con esa parte de mi familia, quedó muy grabado en mi persona y en mi personalidad, siendo pilar clave en la forma en que percibo el mundo y en que me alimento todavía para lograr sacar fuerzas de la nada y competir en esta selva de asfalto donde parece ser que el hombre es el lobo del hombre. Sobre todo al recordar a mi bisabuela Ena, partiendo de una perspectiva espiritual, decirme que “yo estaba protegido y que nada malo me podía suceder”.

Continuando con este relato, mis padres terminaron su especialidad y volvieron por mí, situación que creó un nuevo cambio en mi persona y una especie de ansiedad porque ahora iba a dejar toda una vida atrás de convivir con mis abuelos, tíos abuelos y bisabuelos a la que estaba muy acostumbrado, pero al final se dio de similar forma en que a un niño se le quita un juguete para ofrecerle otro, pero siempre bajo la premisa que volveríamos a esa maravillosa casa de Coatepec con el fin de convivir nuevamente todos como la gran familia que somos.

Ciertamente convivimos de nuevo, por muchos años, pero nunca fue igual, pues debemos aceptar que la palabra “vida” lleva consigo impresa la palabra “cambio”. Nuestra experiencia de vida, analizando todo nuestro entorno, nos hace cambiar constantemente. De ahí el profundo pensamiento de Heráclito de Efeso, filósofo griego, que nos dice: “En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”. Era y no era el mismo, debido ahora a las nuevas influencias que mis padres y nuevos amigos habían ejercido en mí. Creo que el punto de inflexión puede encontrarse cuando mi Madre relata que en cierta ocasión le afirme: que la iglesia obligaba en Coatepec pero no en la ciudad de México.

Conservé la religión católica pero ciertamente hice algunas modificaciones, de acuerdo a mi criterio, con el fin de eliminar ciertos aspectos rígidos e impositivos siempre pensando en aquél ser omnipresente u ubicuo, que como padre amoroso no tiene que imponer castigos en relación a la cantidad de pecados veniales y mortales, así como eliminando las barreras de acercamiento hacia él, pues en ocasiones he escuchado sermones que dejan mucho que desear en su interpretación de la Biblia y por ende de los consejos prácticos que podemos aplicar en nuestra vida diaria. Justificaba lo anterior en miras a no tener que asistir obligatoriamente a escuchar misa, siempre expresando que mi amistad con el de arriba es tan estrecha que no requiero de intermediarios para platicar con él.

Derivado de lo anterior traté de borrar, en mi persona, el fanatismo ciego y no aceptar por hecho el dogma de fe, al permitir el diálogo moderado y racional que cualquier padre y madre tienen con su hijo y desde esa perspectiva creo que es lo justo, mientras no se tengan faltas de respeto. Sin embargo no podía, ni puedo, comprender que muchos individuos se enfrasquen, de forma fanática, en una batalla verbal temeraria, sin medir el riesgo que corren, tal vez de forma similar a lo que sucedió con César Borgia, hijo de Rodrigo Borgia (Papa Alejandro VI), cuando se lanzó solo al ataque en la batalla de Viana, perdiendo la vida, aunque claro está de forma bravía y sin miedo.

Tomando este punto en relación a la creencia ciega de Dios y aquellos que son más mesurados en su filiación religiosa, me gustaría abordarlo con el apoyo de información científica y para ello menciono el escrito en Scientific American Mind titulado: “Are we born religious?” cuyo autor es Vassilis Saroglou, y en donde se afirma correctamente que no todos son creyentes, así como también no todos mantienen su lealtad a un sistema de creencias, pues tan solo en la mitad de los norteamericanos adultos, han cambiado de religión al menos una vez durante su vida, muchos de ellos haciéndolo antes de los 24 años de edad. Esto refuerza mi idea de que muchas religiones deben evolucionar, eliminando su rigidez y abriendo paso a la diversidad y la creatividad para atraer a los jóvenes, en miras a que se conserven fieles cuando pase el tiempo, porque fueron comprendidos y no obligados, fueron incluidos y no excluidos, fueron escuchados y no sermoneados, fueron abrazados y no reprimidos, fueron iguales y no discriminados, entre muchas otras cosas.

Mucho se ha pensado que la religión se inculca en los primeros años de vida, como fue mi caso particular, y que esa es la diferencia entre un creyente, fanático o no, un ateo y un agnóstico. Sin embargo ahora diversos estudios señalan que ciertos tipos de personalidad están predispuestos a aterrizar en las diferentes formas en que se percibe o siente la religión, según Saraglou. Aunado a esto sabemos que los factores genéticos son responsables de más de la mitad, en la variedad de tipos de carácter que muestra cada uno de nosotros, tal vez entonces haciéndonos asiduos visitantes al templo religioso o ausentes en el mismo.

Según lo mencionado por Saraglou, en el 2010 se publicaron alrededor de 70 estudios con más de 21,000 participantes, en donde se encontró que los individuos religiosos se diferencian, de los que son poco religiosos y de los no creyentes, en dos dimensiones de la personalidad: responsabilidad y amabilidad. Tomados del modelo de los cinco grandes en psicología, que de acuerdo a Wikipedia son: factor O (Openness o apertura a nuevas experiencias), factor C (Conscientiousness o responsabilidad), factor E (Extraversión o extroversión), factor A (Agreeableness o amabilidad) y factor N (Neuroticism o inestabilidad emocional), los cinco forman el acrónimo mnemotécnico “OCEAN”.

Regresando a las investigaciones señaladas, los resultados arrojaron, en promedio, un 60% de los religiosos con los factores o modelos de personalidad de responsables y amables, contra un 40% de los no religiosos catalogados dentro de esas variables. Repitiéndose esta tendencia, según Saroglou, en hombres y mujeres, adultos y jóvenes de diferentes religiones. Desde esta perspectiva, la conclusión de Saroglou, es que la religión no hace a los individuos más amables y responsables, sino que estás características de personalidad son determinantes en el grado de religiosidad que un ser humano muestra.

Otro dato duro importante, que también nos ofrece Saroglou, es en relación al análisis hecho a las tendencias profesionales de interés de acuerdo a la Encuesta Social Europea, incluyendo a 25 países y más de 40,000 participantes, descubriendo que las personas religiosas tienen mayor oportunidad de terminar en actividades profesionales como educación, salud, servicios médicos y humanidades, mientras que los no creyentes son más propensos a trabajar como ingenieros, científicos y matemáticos.

Entrando en otro escrito para reforzar lo descrito en este, contamos con el de Sandra Upson titulado: “Healthy Skepticism” publicado en Scientific American MIND, donde se analizan los factores sociales y culturales de los religiosos o no para buscar responder a la pregunta de ¿quién está mejor los creyentes o los ateos?

Upson inicia su escrito comentando en relación a que es normal, dentro de ciertas sociedades, considerar a los no creyentes como inmorales, desconfiables, y en algunos casos, como sucede en nuestro país vecino de Estados Unidos, sin posibilidad de ser presidentes. Por otro lado se firma, de forma subjetiva, que los no creyentes son más propensos a la infelicidad y cuentan con problemas de salud, contrastando supuestamente con los creyentes quienes se afirma, también de forma subjetiva, que son más felices y saludables.

Sin embargo la misma investigadora Upson introduce cierto mecanismo de duda cuando nos pone a pensar que si esto fuera cierto, resulta curioso el gran número de personas que se encuentran inseguros de su fe o creencia, pues por ejemplo nos dice, que existen aproximadamente unos 500 a 700 millones de no creyentes en todo el mundo. Además de que dentro de los Estados Unidos, diferentes encuestas señalan que los no religiosos o creyentes han doblado su número en un 15% del total de la población.

A todo esto, el psiquiatra Harold Koening de la Universidad de Duke, nos dice que si bien es cierto que algunas encuestas colocan a los creyentes como más felices y saludables, para este investigador está claro que la religión no va a afectar la felicidad de una persona de forma sobrenatural. Sino que tiene que venir a través de aspectos psicológicos, sociológicos y biológicos. Aunado a todo esto, Sandra Upson, comenta que diversos estudios muestran que los efectos positivos en cuanto a la religión están fuertemente ligados al lugar donde la persona en cuestión vive.

En un estudio llevado a cabo por Lim y Robert D. Putnam de la Universidad de Harvard, en donde se contó con 3,000 norteamericanos con el fin de analizar el porqué la religión los hacía felices, se les preguntó entonces sobre su comportamiento religioso. Los resultados obtenidos señalaron que la felicidad de una persona religiosa no se encuentra en la cantidad de veces que pensaron, hablaron o sintieron la presencia de Dios, sino que sintieron mayor felicidad al acudir más veces al templo.

Ante estos resultados, tanto Lim como Robert, encontraron que un 28.2% de personas que asistieron a su congregación o templo se sintieron extremadamente satisfechas, comparadas con un 19.6% de individuos que nunca asistieron al servicio religioso. Tratando de comprender esa diferencia entre “bien” y “muy bien” en cuanto a la felicidad de cierto creyente y asistente a reuniones religiosas, los investigadores encontraron que los más felices eran aquellos que tenían un mayor número de amigos en su congregación religiosa y que creían que la religión era muy importante. Pues por otro lado las personas que van a los servicios religiosos de forma asidua, pero no cuenta con amigos en la misma, se encuentran más infelices que aquellos que nunca asisten al templo.

Aquí la importancia radica en la cantidad de amigos y compañeros con quienes se comparte algo y se traduce en felicidad. Es decir, tanto para creyentes o no creyentes la felicidad radica en encontrar personas afines a uno para compartir socialmente una actividad. Las conclusiones de Upson al respecto es que al encontrar comunidades y grupos que se alinean a nuestras creencias, pueden entonces incrementar nuestra satisfacción de la vida. Otra conclusión de la editora de Scientific American es que un pronóstico confiable de la religiosidad de una persona está determinado por la condición social en donde esta se desempeña y vive.

Esto último debido a que otros estudios, uno por parte del psicólogo Ed Diener de la Universidad de Illinois y otro elaborado por Gallup, señalan que las personas que dijeron que la religión era muy importante en sus vidas, dentro de los Estados Unidos, eran individuos que vivían en situaciones precarias y difíciles, por ejemplo el 44% de los habitantes de Vermont dijo que la religión era muy importante, contra un 88% de los de Mississippi. Trasladando esto al mundo, tenemos que por ejemplo solamente el 16% de los habitantes de Suecia dijo que la religión era muy importante en sus vidas, comparados con el 99% de los habitantes de Bangladesh, Egipto, Sri Lanka, y Somalia asintiendo de forma similar. Creo que sobra mencionar cuales países son más ricos que otros, lo mismo para el caso de Norteamérica.

Para ir cerrando el tema, quiero tomar uno de los últimos ejemplos de Sandra Upson, siendo el caso de Dinamarca y Suecia, quienes tienen la más baja asistencia a las iglesias en el mundo y cuando se les pregunta si creen en Dios, la gran mayoría dice que no, sin embargo curiosamente e increíblemente la mayoría de los daneses y suecos bautizan a sus hijos, se casan por la iglesia y pagan los impuestos correspondientes a la misma.

Desde mi humilde opinión y perspectiva me gustaría argumentar que la religión no debe ser vista expuesta e impuesta de forma rígida, sino que debe abrirse a la modernidad del mercado, sobre todo para no quedarse obsoleta ante la gran transformación de ideas y cuestionamientos que presentan los jóvenes en la actualidad. Además de que debemos aceptar a las demás religiones y no pensar que únicamente a través de una vamos a tener la salvación.

Pensando en voz alta, considero que por el hecho de no asistir a la iglesia, no soy peor que otro individuo que asiste todos los días o todos los domingos. Además conozco a muchas personas que se jactan de ser muy religiosos y asistir en demasía a la iglesia, pero pecan al por mayor. En este tenor es claro que cada quien puede profesar su creencia de la forma en que le plazca y en mi caso en particular, he considerado a ciertos promotores de la fe como faltos de experiencia en sus sermones, por lo que he decidido hablar con ese Dios de forma personal y directa y no a través de intermediarios sin sapiencia necesaria.

Sin embargo desde una perspectiva científica no estoy seguro de que existe Dios, ojalá que sí existiera pues la vida sería más fácil. Lo que sí creo es que existe una fuerza que gobierna y rige el cosmos, del que somos parte, manteniendo una lucha constante entre el caos y el orden. Somos en resumidas cuentas sistemas complejos que emergemos y perecemos, teniendo un breve espacio de existencia en el que en nuestro encuentro con la naturaleza reímos y sufrimos. Fuimos polvo de estrellas, como dijo Carl Sagan, y al final volveremos a serlo.

 

¿Agonizan las religiones?

Indira Kempis

No he vivido en otro tiempo, pero considero por la experiencia que en ningún otro los jóvenes tuvimos más de una opción para elegir, no sólo en los aspectos profesionales, también en nuestro consumo  o incluso en las preferencias sexuales. Muchos factores han influído para que hayamos llegado a este punto del proceso social en donde tenemos una mayor libertad que la que tuvieron nuestros padres o abuelos para determinar algunas decisiones que consideramos trascendentales en nuestra vida. Es curioso, cuando se sugirió el tema para esta publicación, no me sentí atraída. Saco a colación esto justo por lo que acabo de escribir: cuestiones que son trascendentales en nuestras vidas. Si son trascendentales, entonces, ¿por qué a mí no me hizo sentido?

Quise comenzar por investigar cuántas religiones existen en el mundo, cuántas en México, de éstas cuáles son las que tienen mayor número de practicantes, las de menor, las más populares, las que se han metido en problemas mediáticos, los imaginarios colectivos… Socialmente, hay mucho que hablar de las religiones en el mundo. Sin embargo, me llamó la atención observar esa falta de ansiedad por descubrirlo, tanta que la primera pregunta que encontré fue tan clara como sencilla: ¿Cuál es mi definición de religión? La religión es distinta de la fe. La fe, que es una expectativa segura de las cosas que se esperan, mueve a los creyentes a actuar conforme a sus normas, costumbres, tradiciones, que constituye a la religión. Desde esta visión, la fe tiene un carácter individual y la religión social. La religión, entonces, sería un conjunto de fe. A ese conjunto, se le otorga un nombre visible y se va creando un lenguaje simbólico que permita sociabilizar conceptos más profundos como dios o dioses, la vida, la muerte, el perdón, entre otros temas.

Con resistencia y sin intentar consultar otras definiciones, resolví el primer cuestionamiento. El segundo e inmediato tiene que ver algo más que con las cifras que encuentro. Todos, sin ser científicos, entendemos que, por ejemplo, México es un país inminentemente católico. A donde vayas, encontrarás una iglesia, un santo colgado, un sacerdote reconocido o un ser humano que se persigna. Al menos, la religión que sustituyó a nuestras antiguas religiones hace poco más de 500 años, después de la conquista espiritual, creó un lenguaje, mezcla de las cosmovisiones de ambos mundos, propio, que se convirtió en parte de nuestra identidad nacional años tarde y que nos ha formado el gen cultural en el paso del tiempo. Lo mismo ha sucedido en otros países del mundo, si vamos a uno prredominantemente budista, encontraremos monjes caminando por las calles, a Buda en pequeñas o grandes esculturas y sus respectivos templos. Así que, de alguna u otra forma, se ha construido una identidad grupal que pervive en esa dinámica social.

Sin embargo, ya nada es como antes… Si en algún  momento de la línea histórica del tiempo pensamos que de una religión dependería nuestro sistema de creencias, nos equivocamos. Significado importante es saber que si hay tres religiones en el mundo que son las de mayores adeptos, son, precisamente, las de los países con mayor población, las que representan los mundos opuestos: oriente y occidente, las que representaron en algún momento las grandes conquistas imperiales. Lo que tampoco es fortuito es que con los cambios que hemos experimentado como sociedades, se hayan roto las fronteras en este tema.

Regreso a mi pregunta, ¿la religión tiene sentido para mí? No y lo expongo con franqueza porque en el tránsito de buscar mayor información encontré que no soy la única persona que piensa que, si bien es indispensable estudiar a la religiones por todo lo que representan para nuestras sociedades, también lo es que el concepto comienza a ser desfasado y que para esta generación la espiritualidad ha sustuido al concepto. Sin pretender que no sea un tema de importancia, es necesario hacer una radiografía que nos permita comprender por qué su significado ha dejado de ser tan relevante para algunos jóvenes, como para otros lo es tanto que comienzan a temprana edad a realizar sus propias búsquedas para determinar por sí solos cuál es la religión que desean practicar. De ahí que usted conozca más de una familia que esté en la situación donde ya no todos sus integrantes practican la misma religión.

El primer factor por lo que la religión agudiza como concepto social es por el desencanto. Hemos visto “el síndrome del desencanto” por todos lados. Los jóvenes menores de 30 años somos esa generación que ha vivido tantas crisis que no reconoce otro modus vivendi. Nos mandaron a la escuela (a algunos) para tener trabajo. No tenemos. Nos dijeron que seguir el modelo de familia papá, mamá e hijos sería parte de la fortaleza al núcleo de las sociedades para ser mejores. No lo somos, de hecho, en México se ha incrementado la tasa de divorcios en los últimos 25 años. El año pasado, el Instituto de Investigación en Psicología Clínica y Social, informaba que 20 de cada 100 parejas firman el acta de divorcio antes del primer año de casados. Y, para variar, también nos prometieron que todos esos derechos por los que se derramó sangre en revoluciones serían respetados. Hoy, México, ocupa uno de los primeros lugares a nivel mundial en asesinatos y violaciones a los derechos humanos, de hecho para este tiempo tenemos condicionada hasta la partida presupuestal de nuestro vecino país del norte por no atender estos casos. Para acabar este párrafo pronto: Somos la generación del desencanto.

En esa premisa encontramos que la religión, ante el descubrimiento y testigos de casos fuertes, ha comenzado a agonizar debido al comportamiento de algunos de sus miembros. Se han fincado responsabilidades sobre casos de abuso sexual a mujeres y niños, extorsión, corrupción, colución con el crimen organizado, suicidios colectivos, entre otras cosas. Nosotros crecimos escuchando o leyendo sobre estos casos. Con el beneficio de la duda o con todas las interrogantes que se puedan generar, aprendimos que las religiones no son intocables, que dentro de ellas existe impunidad y que, de alguna u otra manera, la apertura ha permitido cuestionarlas.

Toda esta información no la sabríamos de no ser por el segundo factor: la globalización y las nuevas tecnologías de comunicación. Después del proteccionismo económico de los años 80, una vez abiertas las fronteras y ante la crisis del petróleo, la migración entre las ciudades y del campo a la ciudad ha desatado un fenómeno social imposible e inplensable detener hasta este tiempo. Se proyecta que para el 2025 más del 70 por ciento de la población viviremos en las ciudades y además no precisamente en las que son cercanas a nuestro origen geográfico. Por tanto, esto nos puede explicar la facilidad que ha permitido las fronteras que con la globalización y esas nuevas tecnologías se vuelve cada vez más prenetrables. De tal forma, que con relativa sencillez se pueden conocer otras formas no sólo formas de ver a las religiones, sino adoptar nuevas creencias e implementarlas en los lugares destino. Por eso no debe sorprendernos que en los últimos 20 años existan en nuestro país más practicantes de iglesias protestantes, después de todos los migrantes mexicanos que residen en Estados Unidos, como tampoco las de los últimos 5 años, a partir de la expansión del “Tigre Asiático” con las religiones orientales.

En esa interacción, conforme más se avanza en la industria de la comunicación, más se puede hacer la evangelización de nuevos conceptos, algunos que son cercanos a las grandes religiones como el budismo, el cristianismo o el hinduismo y otras que ya no se denominan religiones en sí mismas sino que generan corrientes con conceptos integrales, incluyentes y no orgánicos (es decir, sin estructuras o jerarquía definidas) para poder aglutinar a las personas afines que comulgan con este tipo de concepciones o visiones del mundo de lo intangible.

El tercer factor lo relaciono con la sociedad líquida de la que profundiza Zigmun Bauman en su libro Tiempos Líquidos, en el cual nos explica estas sociedades posmodernas han cambiado su definición sobre sí mismas a partir de las transformaciones descritas en los dos factores anteriores. Seres humanos que se deshacen de sus relaciones humanas para establecer conexiones, que se conciben así mismos como una red, que les es difícil comprometerse. La metáfora misma de lo que significa el estado físico del agua: un cubo sólido que ante esas y otras variables, dejan de ser permanentes, estables, inmutables para trasladarse a sus antónimos. No significa que esto sea peor o mejor que lo anterior, sin embargo, este autor coincide con el sociólogo Alain Touraine cuando describen a una sociedad donde las estructuras, las instituciones o lo que conocimos como el status quo comienza, ante la falta de respuestas o resultados inconclusos, a cuestionarse.

Las religiones son parte de esas estructuras que agonizan. Algunas han tenido que reinventarse o verse en la crítica situación de desaparecer. Otras, muchas más, han podido establecerse bajo los conceptos e imaginarios de los habitantes. Otras han sido cuestionadas severamente por los casos que hemos citado, pero tampoco podemos hablar del fin de las religiones cuando siguen siendo parte de esos ejes estructurales que han dominado sobre la costumbre, la cultura o la idiosincrasia. Tan el lenguaje simbólico ha dejado de ser el mismo que son las mismas religiones las que ahora utilizan el desencanto, la globalización y nuevas tecnologías, como esta sociedad de características “lìquidas”, como las maneras de ganar adeptos o recuperarlos. Tan sólo echemos un vistazo a las redes sociales para ver que cada día más miembros de estas iglesias predican desde ahí o incluso tienen sus propios canales de televisión. Es esta dicotomía lo que ha generado incluso debates dentro de las mismas religiones sobre si es o no la manera de convencer a los demás de sus creencias.

De ahí, el punto por dónde comenzamos este artículo. Es indudable que al enumerar todas las religiones que conozcamos caeremos en la cuenta que son más de las que habían hace treinta años. Pero al volverme a preguntar por qué en mi agenda personal no existe ese significado vital o trascendental que para otros representa, encontré por las respuestas de otros amigos de estas generaciones que estamos justo en esa parte del proceso en donde vamos definiendo ante un contexto diferente en la historia de la humanidad cuál es el papel de las religiones tanto en nuestras vidas personales como en la colectividad.

Si bien es cierto que hay posturas sobre la separación de las religiones del Estado, al ser éste laico según las leyes mexicanas, también lo es que el tener la libertad de decidir si queremos o no tener religión y si la tenemos cómo vamos a vivir esos predicamentos, es un derecho al que todos los ciudadanos debemos acceder en un país que se dice democrático. Los jóvenes participamos en las dinámicas sociales que van marcando las pautas del contexto social para otorgarle a las religiones ese renovado papel que necesitamos. Somos esta generación que reflexionando en todo lo escrito puede determinar el rumbo de las religiones, tanto practicantes como creyentes. Al gestarse estas nuevas formas nos hacemos susceptibles a comprometernos al respeto a las diversas, cada vez más diversas, maneras en las que los seres humanos han coincidido que pueden establecer una relación con su fe, su espiritualidad y sus dioses.

 

La Cristiada que nunca nos contaron

Gabriel Contreras

“¿Cómo está la familia?” Eso es lo primero que le pregunta Plutarco Elías Calles al General Gorostieta cuando se encuentran frente a frente por única vez en la película “La Cristiada”.

Encarnados por Rubén Blades y Andy García respectivamente, los personajes nos dejan ver una amenaza en la trastienda de ese diálogo tan breve y certero.

Calles, de voz imperativa y decidida, le sirve a Gorostieta un vaso de tequila cristalino e irresistible. El líder cristero desconfía y hace un enroque. Se toma el caballito de Calles, ofreciéndole el propio.

Lo cierto es que, en los días de ese hipotético diálogo, Tula, la esposa de Enrique Gorostieta, vivía a salto de mata, huyendo de aquí para allá, temerosa de perder la vida en cualquier momento.

No la mataron. Tula vivió hasta los 84. Y platicó muchas veces con uno de sus nietos: Eduardo Pérez Gorostieta.

Enrique Gorostieta fue de las figuras clave en la llamada Guerra Cristera, un conflicto que enfrentó al poder del naciente Estado mexicano emanado de la Revolución y  comandado por Plutarco Elías Calles, con las fuerzas militantes de la Iglesia Católica.

La segunda década del Siglo XX llegaba a su culminación, y el anuncio de la llamada “Ley Calles” provocaba toda clase de acciones y reacciones, tanto en el bando militar como entre los civiles.

Pero la Cristiada es, hoy en día, además de un capítulo  histórico silenciado, una cinta que ha generado cierta atracción en las pantallas cinematográficas.

Y mucho más que interés, “La Cristiada” ha levantado una polvareda de discusiones, en las que se ha hecho evidente la escasez de materiales documentales firmes, además de una cierta opacidad propia del tema.

Hoy, en una banca del Campus del ITESM en Monterrey, un hombre nos ayuda a adentrarnos en la aventura del General Enrique Gorostieta, estratega y líder del movimiento cristero. Eduardo Pérez Gorostieta, el nieto del general, es regiomontano y se dedica por entero a labores de tipo académico. Eduardo es el niño al que Tula, la mujer interpretada en la película por Eva Longoria, le contó muchas, muchísimas cosas sobre esta guerra silenciada.

 

Pérez Gorostieta habla para nosotros.

Se esmera en describir a su abuela, y se demora al explicarnos que, en sus conversaciones, Tula, Doña Gertrudis, se dejaba ver como una mujer muy católica, firme creyente, y que fue a casarse con Enrique Gorostieta en el año de 1922.

Con el apoyo de unas cuantas fotos añejas, que por cierto aparecen como insertos al final de la película, la abuela iba barajando una y otra vez las batallas encabezadas por su pareja, pero en ningún momento describió la marginación y persecución que sufrió ella misma a raíz de aquella guerra, nos explica Eduardo, quien es hoy en día un apasionado lector de la filosofía clásica y de la obra de Shakespeare.

Enrique Gorostieta fue militar por decisión, participó en las filas de Huerta, y pasa a integrarse a la Liga de Defensa de la Libertad Nacional Religiosa, encabezándola gracias a sus conocimientos en materia de estrategia.

Según nos muestra la película “La Cristiada”, Gorostieta participó  en aquel conflicto sencillamente por dinero. El guión ofrece el retrato de un mercenario de cuerpo entero.

Y hoy, Eduardo Pérez Gorostieta nos aclara que su abuelo acabaría siendo un creyente, y que su fe se trasluce en muchas de las cartas que le escribió a Tula, cartas que serán publicadas en junio próximo por el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad Autónoma de Nuevo León y serán donadas al municipio de Atotonilco.

Al personaje que se muestra en esta película, nos explica Eduardo, “nosotros lo conocimos a través de las conversaciones con mi abuela, y estamos orgullosos de que su figura sea retratada en una película de estas dimensiones, y que haya sido encarnado por Andy García”.

El nieto del líder cristero añade: “el guionista privilegia, por ejemplo, su pasión por el ajedrez, su condición de caballero, y su formalidad en cuanto a la formación de un código a aplicar en el ámbito de la guerra”. Todo eso es un acierto histórico.

Pero también se puede subrayar el que Gorostieta era un patriota, un hombre que estaba en contra de las matanzas que le precedieron.

Y otra cosa, afirma el descendiente, “el General tenía en mente el honor y la justicia. El sale a defender sus ideas con gran fervor, y la película ilustra cómo va profundizando en sus ideas, en sus valores”.

En la visión de Eduardo Pérez Gorostieta, es evidente la conversión que sufre el General, que se libra en su mente una lucha por las libertades.

¿Cómo es visto Enrique Gorostieta en su familia, hoy?

Hubo un período de ocultamiento, señala Eduardo, “hubo un periodo de callar en torno a mi abuelo. Y sólo cobra algo de vida su imagen cuando aparecen los primeros libros sobre La Cristiada.

¿Qué sabían, que no sabían?

Mi abuela nos platicaba y nos daba su propia imagen de esos episodios. Además, existen alrededor de 22 cartas que mi abuelo le envió. Son cartas plenas de romanticismo, pero en las que también se reflejan los conflictos sociales y de conciencia que enfrenta Enrique Gorostieta, líder del movimiento cristero mexicano.

¿Su capítulo final, como es?

Al final el se siente traicionado, porque los acuerdos que enfriaron el conflicto fueron firmados por la iglesia, no por los Cristeros.

¿Cómo se recuerda a los cristeros en México?

Esa guerra puso en cuestión el asunto de la libertad de culto en México, la libertad de creencias, y hoy en día se puede observar con mucho interés todavía.

La imagen de Tula aparece en la película como la de una mujer creyente, extremadamente católica, ¿Cómo era en realidad?

“Yo nací en el 56, ella murió en el 84. De modo que pudo contarnos, a la familia entera, en torno a esa búsqueda de la libertad, el honor y la justicia. Ella sufrió mucho ese tiempo, porque tuvo que vivir escondida en con sus hijos”.

Eduardo Perez Gorostieta confía en que las investigaciones en torno a su abuelo sigan en marcha…

“Mi abuela, un día, tomó una decisión: no hablar más de esa guerra. Y lo cumplió”.

Religión y Política, o más bien la Religión en la Política

Cinthya Araiza

La religión es el opio de los pueblos…” K.Marx

Sería lógico pensar que la religión y la política son asuntos totalmente distintos debido a la dimensión que ambas abarcan. Por un lado, a la religión le concierne la espiritualidad y el alma del hombre, y por el otro, la política es una ciencia a la cual se le atribuye las cuestiones meramente terrenales tales como: el quehacer de los dirigentes y representantes de un país, la ambición material y el servicio social para el bien común de la sociedad.  Sin embargo, tanto la religión como la política sí llegan a coincidir en varios aspectos y llegan a ser muy parecidas. Ambas instituciones, dependen del funcionamiento burocrático, además al interior de ambas, existe una gran variedad de ideologías que desafortunadamente difieren y pelean por ser acreedores tanto del poder divino, como del poder material respectivamente.

La poderosa fuerza conservadora de la Iglesia (hablando de la católica), es para muchos la mejor aliada del poder político, sobre todo en los Estados católicos. En México, el estado liberal presidido por Benito Juárez en 1867, declara que nuestro país fue establecido como Estado laico, que no mantenía relaciones jurídicas con la Iglesia católica de México ni mucho menos relaciones diplomáticas con la Santa Sede en Roma, contemplando a ambas como enemigas del Estado liberal. Era evidente que la razón por la que la separación completa entre ambos poderes, fue simplemente para asegurar la independencia del país con respecto a la influencia de los clérigos, sobre todo en la educación.

Se cree que el  catolicismo, –religión que la  gran mayoría de los mexicanos practicamos–  guarda una relación estrecha (aunque algo perversa) con la política debido a su comportamiento. Muchos escépticos dan por hecho esta relación y concluyen que la línea entre lo espiritual y lo terrenal se ha ido borrando, al grado de inferir que ambas van de la mano y no sólo eso, sino que también se mezclan.

La religión desde un punto de vista de análisis crítico se ha convertido en una especie de tabú en nuestro entorno, sobre todo en la política. Hoy por hoy, cuestionarla ó atacarla sería prácticamente inútil e ilógico. Fue Nicolás Maquiavelo, uno de los más grandes críticos de la religión, quien cuestionara el poder del Papa y de la misma religión como fuente legítima de organización política en una sociedad de hombres. Esta crítica queda plasmada en su obra “El Príncipe” en donde expone que “el poder político no viene de Dios, sino de la sociedad, es decir de la gente”, haciendo a un lado a la Iglesia y cediéndole la autoridad legítima al poder político (en este caso un Rey), razón por las que fuera excomulgado. Para Max Weber, el sentido carismático atribuido a un líder ó jefe, depende mucho de sus seguidores, más que de las cualidades del mismo líder, desvirtuando así al Papa, pues son los miles de fieles guiados por la fe quienes le atribuyen la virtud de que el Papa es el representante de Cristo en la tierra. Para Weber, el Papa en turno juega el papel jefe de un Estado (el Vaticano) que lleva consigo una burocracia eclesial haciendo pues una comparación entre ambas religión y política.

Desde la época del Renacimiento la crítica a la religión se hace presente en obras de pensadores y filósofos, muchos de ellos perseguidos y excomulgados por la misma Iglesia. El proceso de lucha entre la razón y la fe, entre la ley del hombre y la de Dios, entre el derecho positivo y el derecho natural, culminó con la Revolución Francesa, instaurando así por primera vez, el Estado laico y democrático. Sin duda alguna, este suceso histórico marcó el comienzo de una nueva era, en donde la política intentó separarse por completo de la religión. Sin embargo, para muchos, el divorcio de dicho matrimonio no ha llegado a consumarse. Probablemente los autores del Renacimiento tenían razón en que los problemas que vivimos en la actualidad no corresponden a la religión, ya que se trata de cuestiones materiales, producidos por el hombre. Es válido que se recurra a la fe para apoyarse espiritualmente, pero, la solución no recae en la religión, sino en el terreno de la política, en donde el hombre es el autor y actor principal.

 

3 consecuencias del fanatismo religioso

Milton Mata.

Aquí 3 de las que en mi opinión son consecuencias del fanatismo religioso:

Oposición o desprecio hacia la Ciencia…

Me considero un hombre apasionado por la Ciencia, ya que para mí la Ciencia es una de las mejores cosas que existen, por lo cual me resulta grato compartir con otros lo que he aprendido, por esta razón en el transcurso de mi vida en incontables ocasiones me he topado con “fanáticos religiosos”, algunos de estos encuentros han resultado ser molestos para mí, ya que en más de una ocasión alguno de estos “fanáticos religiosos” ha proferido contra mí persona todo tipo de insultos, por ejemplo, uno de los que más recuerdo es cuando en cierta ocasión me llamaron “siervo de satanás”, ya que dicha persona alegaba que la Ciencia es “cosa del diablo” y que como yo hablo siempre de Ciencia (es cierto) eso me convertía en alguien malo; pero que idea tan absurda e irracional es ésta.

Pérdida de la libertad personal…

Muchos “fanáticos religiosos” permiten que en la religión que profesan les sean prohibidas algunas cosas, con lo cual pierden su libertad, por ejemplo, algunas religiones prohíben ciertas maneras de vestirse o arreglarse por parte de hombres o mujeres (según sea el caso), ya que se considera que esto resulta ser algo inmoral o indecente; esto me parece algo absurdo, ya que considero que tanto la calidad o integridad moral así como la decencia de una persona va más allá de su manera de vestirse o arreglarse, a fin de cuentas la ropa es sólo átomos. Quizá el tema del arreglo personal pueda parecer algo trivial, pero las restricciones de parte de ciertas religiones atentan contra diversos aspectos de la vida personal, por ejemplo, muchos “fanáticos religiosos” permiten que se les prohíba cierta manera de pensar o de actuar en su vida, con lo cual, reitero, pierden una de las cosas más valiosas que posee un ser humano, “la libertad”.

Pérdida de la capacidad de pensar o razonar por sí mismo…

Muchos “fanáticos religiosos” aceptan ciegamente todas las imposiciones ideológicas que su religión les impone, esto lo hacen sin siquiera detenerse un poco a pensar o razonar en si las “ideas o enseñanzas” que están aprendiendo son buenas o malas para ellos mismos, con lo cual están perdiendo su capacidad crítica, en pocas palabras su capacidad de discernimiento de las cosas.

“Reflexiona: ¡Vas a vivir tu vida como otros quieren que la vivas o serás libre!”

 

Ateneo De las Ideas tiene su origen en la preocupación manifiesta de muchos jóvenes que se nos han acercado con un grado mayúsculo de inconformidad con esta época de globalización hecha esclava de la economía liberal y al servicio de un cambio dramático en el pensar existencial de la juventud que la ha empujado al monetarismo ilustrado, o sea, saber para tener y no para ser.

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