Sociedad red

José Leal

¿Es Internet una aldea global o un sexto continente? Cierto que sus millones de conexiones alcanzan en mayor o menor medida a todos los pueblos del mundo pero, tal como sucedió durante la revolución industrial, las sociedades se integran al informacionalismo de modos y a ritmos muy diferentes. Dentro de las “tuberías” digitales fluye la sangre de la nueva economía global: impulsos electrónicos. Miles de millones de símbolos que cuya abundancia de información y ausencia de significado abruman a individuos y organizaciones en su lucha por los espacios virtuales. El núcleo cabal de la “sociedad red” lo constituyen los mercados financieros globales que determinan lo que tiene valor y lo que carece de él. Desde estos centros económicos la red distingue a los elementos (individuos y organizaciones) que agregan valor al sistema y favorece su conexión, al tiempo que “desconecta” a quienes no lo tienen. Aquellos excluidos de la sociedad red quedan fuera de las oportunidades de desarrollo en la nueva era.

Las grandes corporaciones generan marcas, patentes y derechos de autor en avanzados centros de investigación localizados en las naciones centrales que luego son transferidos a las periferias manufactureras, cuya función es aprovechar yacimientos naturales y mano de obra barata para ofrecer a los mercados internacionales bienes “competitivos.” Son estas marcas y patentes la mayor fuente de riqueza en la economía red, puesto que otorgan a sus titulares los monopolios temporales sobre bienes y servicios altamente tecnificados con que dominan la escena económica mundial. En este nuevo sistema de producción y gestión, dice Manuel Castells, la mano de obra opera como un a red de toma de decisiones e implementación de tareas en constante transformación.” Una mano de obra cuya competitividad estriba no sólo el conocimiento de las tecnologías informacionales sino en la capacidad para aprender a mayor velocidad que su ritmo natural de obsolescencia y evitar, en términos del benerable Alvin Toffler, su “choque con el futuro”.

Las formas tradicionales de organización de la era industrial, cerradas y bien contenidas, cambian para adaptarse a las nuevas reglas del juego. Las redes reagrupan los tradicionales organigramas que ahora interconectan a diferentes empresas para el desarrollo de objetivos comerciales específicos, frecuentemente temporales o regionales. Estas nuevas organizaciones demandan una mano de obra diferente; no estandarizada y repetitiva como en otros tiempos, sino creativa y autoprogramable; capaz de procesar los caudales simbólicos del mundo digital, sintetizar nuevos flujos de información valiosa y devolverlos a la red para su aprovechamiento. La “empresa red” y sus nuevas formas organizacionales desplazan a las prácticas tradicionales –tal como en su momento formas industrializadas de organización dominaron a las agrarias- simplemente porque son más productivas.

El repentino auge de las redes sociales envía ondas de choque o lo largo y ancho del planeta con repercusiones que apenas se adivinan. Su poder para defragmentar a las sociedades civiles, hasta hace muy poco avasalladas por el “triunfo” del individualismo y la cosmopolitanización, obliga a estados y capitales a repensar un mundo que creyeron domesticado por la efímera utopía neoliberal. En este nuevo universo de lo instantáneo e incensurable hasta el más modesto de los individuos, que sea capaz de infiltrar una idea a la red puede, igual, producir un frívolo fenómeno de audiencia en you-tube o una revolución social en Oriente Medio. Los infructuosos esfuerzos de China, Egipto y otros estados por contener o acotar los flujos de información en momentos críticos de tensión social han sucumbido ante la acción sigilosa y determinante de los piratas cibernéticos o hackers, cuyo miserable estatuto de nerds y geeks, socialmente marginados, abre paso a románticas y a hasta heroicas figuras de nuevos justicieros informacionales, entrenados en las disciplinas del allanamiento institucional. Movimientos civiles multimodales que inician en Internet terminan abarrotando plazas y calles con manifestaciones cuyos números e intensidad recuerdan tiempos que se creían pasados.

Por su lado, el activismo de consumidores preconizado por Noreena Hertz en los años 80 se revigoriza en un ambiente que escapa del control de corporaciones, organismos regulatorios y agencias internacionales incapaces de seguir el ritmo de expansión y cambio de un nuevo orden que, desafiando hasta lo imaginado por sus propios creadores, adquiere vida propia. Sociedades virtuales conformadas por redes de consumidores para la persecución de objetivos específicos exhiben la mano de obra infantil de Nike en Yakarta o la exfoliación selvática de Exxon en la Amazonía. La responsabilidad social del empresario y el burócrata desborda los obsoletos causes de la mercadotecnia e inunda foros públicos virtuales para beneplácito y escrutinio de consumidores que apenas experimentan con el poder de estas nuevas palancas de presión social efectiva.

Wiki-pedia, wiki-leaks, wiki-todo; velocidad y sorpresas serán los signos la nueva era, el triunfalismo neoliberal cede terreno a las nuevas consignas populares que demandan con voz fuerte su sitio y derechos en este virtual nuevo continente.

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