Confieso estar indignado…

Rodrigo Soto

En varias ocasiones, en que estoy sentado en un restaurante esperando degustar algo de comida o refrescar mi sentido del gusto con alguna bebida, me gusta observar algo de la coreografía social del medio en donde me encuentro y dentro de esos breves, pero profundos pensamientos, me cuestiono en relación a la que Balzac en su momento llamó “La Comedia Humana”, en el sentido de que usamos ciertas máscaras para movernos en el complejo marco social al que pertenezcamos.

Con lo anterior me refiero a que curiosamente los seres humanos hemos creado una división de actividades y por ende de trabajo, en donde se supone que se premia a cada quien por sus aptitudes y desempeño, tratando de ofrecer igualdad de oportunidades a cada uno de nosotros. Situación que en la realidad no se cumple, pues me resulta claro que dentro de un simple restaurante se pueden observar las diferentes clases sociales que tenemos y la gran diferencia marcada entre unos seres humanos y otros. Unos sirven a otros, unos consumen mucho y desperdician, jactándose de ello, gracias a su poder adquisitivo y otros esperan dar su mejor desempeño con prontitud para recibir, aparte de su sueldo, alguna gratificación por el servicio ofrecido, otros cocinan, otros cobran, otros limpian los baños y ofrecen una toalla seca para secarnos las manos y de reojo nos señalan que existe un recipiente para colocar algunas monedas o si tienen suerte algún billete que mejore su día, mientras que sucede todo esto, no es raro que al salir veamos a personajes de muy escasos recursos que nos ofrecen una cara sombría y melancólica, tratando de que nos apiademos y por ende demos algunas monedas o de perdido tengan acceso a las sobras de lo que no consumimos dentro.

En varias partes del mundo, al igual que en nuestro país, la igualdad de oportunidades es un mito, solamente es un eslogan publicitario que busca atraer votos en cada momento que existen elecciones. Por otro lado la iniciativa privada no sale exenta, pues en mi particular percepción, en ocasiones ofrece empleo en forma de nepotismo o para saldar algún favor en relación de amistad o simplemente con el objetivo de “eficientar” procesos y maximizar la utilidad de los dueños, se despide gente a diestra y siniestra, sin tomar en cuenta lo importante que es el capital humano y lo que daña la mala reputación empresarial de boca en boca.

Dentro de este tenor, me declaro no creyente de los procesos de selección de personal en los filtros de recursos humanos, pues no siempre un pedazo de papel es un reflejo exacto de las capacidades y aptitudes del individuo que lo presenta, sino que simplemente puede ser una farsa muy bien elaborada, bajo la bandera de la inteligencia maquiavélica, con tal de conseguir el ansiado puesto, situación que se ve al descubierto solamente cuando “en pie de guerra” de negocios se observan las carencias del empleado en cuestión. Resulta indignante ver cómo un compañero de trabajo no tiene los conocimientos, ni las habilidades, ni aptitudes para desempeñarse correctamente en su trabajo y aunado a ello recibe un sueldo alto o superior a nosotros. De ahí que considere que el tener un alto puesto, no es necesariamente la viva imagen de inteligencia, pues muchos de los de abajo nos sabemos mejores que muchos de los de arriba.

Siguiendo en el tema central del escrito que como el título señala es declararme indignado, comparto ese sentimiento de impotencia y enfado hacia la desigualdad que se vive, no solamente en mi país, sino en todo el mundo. Pero para nosotros, lo más importante es partir de lo general hacia lo particular y llegar al caso de México. Ahora leamos el porqué de la indignación que siento.

Iniciemos con el ejemplo, de que a nivel global, la información del Human Development Report de la ONU, nos dice que el 20% de los más ricos tienen 3/4 partes del ingreso mundial y el 40% de la población que vive con menos de 2 dólares al día tienen el 5% del ingreso global. Al igual tenemos que según datos de la directora ejecutiva del Banco Mundial, Ngozi Okonjo-Iweala, se tienen 1,200 millones de personas viviendo con menos de 1.25 dólares al día. A esta cantidad le tenemos que agregar, como lo dice Okonjo-Iweala, que existen 900 millones personas que se van a dormir con hambre. Siguiendo este tenor, dentro de la revista Foreign Policy se señala que debido a la pobreza, así como a la falta de las instalaciones básicas de salud para prevenir las enfermedades, un niño muere cada 4 segundos en alguna parte del mundo.

También sabemos que México y Chile son los dos países con mayor grado de desigualdad, de acuerdo a un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Buscando más información al respecto, contamos con un video, también de la OCDE, titulado: “Record inequality between rich and poor”, en donde se habla de que el ingreso de los más ricos ha ido en incremento, comparado con el ingreso de los más pobres, sobre todo en los países: Australia, Finlandia, Dinamarca, Inglaterra, Estados Unidos y México. Solamente en países como España, Francia y Portugal, la diferencia entre el ingreso de ricos y pobres se ha mantenido igual. Partiendo de todo esto, el ingreso promedio de los más ricos, dentro de la OCDE, comparado con el ingreso de los más pobres es 9 a 1. Analizando esa razón, dentro del video, se tiene que es de 6 a 1 en Noruega y Dinamarca; 10 a 1 en Japón, Italia, Corea del Sur e Inglaterra; 14 a 1 en Turquía, Israel y los Estados Unidos; pero lo increíble es que es 27 a 1 en México y Chile.

La desigualdad se puede medir con el coeficiente de Gini, que de acuerdo a Wikipedia: “El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno)”. Además, dice de igual forma Wikipedia: “El índice de Gini es el coeficiente de Gini expresado en porcentaje, y es igual al coeficiente de Gini multiplicado por 100”.

De acuerdo con información de la OCDE, del 15 de abril de 2011, tenemos que textualmente nos ofrecen lo siguiente: “Chile tiene el coeficiente Gini más alto entre los países de la OCDE, que es de 0.5, lo que significa la desigualdad más alta. En segundo lugar está México con un coeficiente de Gini de 0.48. Mientras la desigualdad creció en México desde mediados de los 80s hasta finales del 2000, Chile la ha reducido considerablemente. La República Checa, Suecia y Finlandia son los países de la OCDE en que más aumentó la desigualdad durante esta época. Sin embargo todavía pertenecen a los países con más igualdad en cuanto a la distribución del ingreso”.

“Aunque la pobreza relativa también disminuyó en Chile, todavía es muy alta. Sólo en Israel y México es mayor. Aproximadamente una de cada 5 personas es pobre en México y Chile, mientras el promedio de la OCDE es una de cada 10. Además el 38% de los chilenos reporta que le es difícil vivir de sus ingresos actuales, un porcentaje muy por encima de la media de la OCDE de 24%. Relacionado con la alta tasa de pobreza y la distribución inequitativa del ingreso es el nivel de confianza en las demás personas; el 87% de los chilenos y el 74% de los mexicanos sospechan de la gente. Con estas cifras ambos países se encuentran significativamente por arriba del promedio de la OCDE de 41%”.

En otro dato importante, en el artículo titulado: “OCDE: los ricos ganan en México 26 veces más que los pobres” publicado en Proceso y escrito por Carlos Acosta Córdova, se menciona que “en últimos 25 años, los ingresos de los hogares crecieron así: 1.7% para el 10% de los mexicanos más ricos, contra sólo un 0.8% para el 10% más pobre”.

Aunado a esto debemos recordar que contamos con información del artículo de Gerardo Esquivel, titulado: “Pobreza y trivialidades”, publicado en la revista Nexos de septiembre de 2011, donde se nos ofrece la cifra de que de 2006 a 2010 los pobres en el país aumentaron de 45.5 millones a 57.7 millones, es decir un incremento de 12.2 millones de personas. Además de que el número de pobres extremos crecieron de 14.7 millones a 21.2 millones, en el mismo período, lo que equivale a un aumento de 6.5 millones.

Al leer lo anterior, muchos estudiosos y líderes tanto empresariales como de gobierno, se avocan a la tarea de establecer grandes proyectos que puedan abatir la desigualdad, crear oportunidades para todos y finalizar con la indignación del pueblo, pero al final del día la solución puede estar en la esquina de nuestra cuadra o incluso afuera de nuestra oficina, que puede ser mi caso, ya que al ayudar al prójimo es contribuir con un pequeño grano de arena, pero se incide de forma directa en ayuda a cierta persona. A veces la ayuda más pequeña puede tener el impacto más fuerte, como si fuese un efecto mariposa, aunque siempre enseñando a pescar y no solamente dando el pescado. A lo mejor si cada mexicano nos diéramos a la tarea de ayudar a alguien, enseñándole a pescar, tendríamos un país con mayores oportunidades, además de promover el emprendedurismo para la creación de empresas y empleo bajo la bandera del conocimiento científico y tecnológico.

Al final tal vez sería bueno recordar lo que dijo el gran poeta veracruzano Salvador Díaz Mirón en su poema Asonancias: “…nadie tendrá derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto” y esperar que el final de este poema se haga realidad, por lo menos en México, pues dice: “Y la equidad se sentará en el trono de que huya el egoísmo, y a la ley del embudo, que hoy impera, sucederá la ley del equilibrio”. Ojalá que así sea…

 

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