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Hay muchas maneras de matar…

Indira Kempis

Hay muchas maneras de matar. Pueden meterte un cuchillo en el vientre, quitarte el pan, no curarte una enfermedad, meterte en una mala vivienda, empujarte al suicidio, torturarte hasta la muerte por medio del trabajo, llevarte a la guerra, etcétera. Sólo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado.

Las letras del poeta y dramaturgo alemán Bertolt Bretch no distan de ser tan vigentes como en los  ecos de las críticas a la Primera Guerra Mundial.  Nuestro país, actualmente, es uno de los focos rojos a nivel internacional por el incremento diario de las estadísticas de la violencia, la delincuencia y el crimen organizado. Mucho se ha escrito sobre las causas de la situación que nos tiene intranquilos y con el futuro incierto. La mayoría se ha centrado en establecer la relación del narcotráfico con la corrupción en las esferas del poder, una estrategia para legitimar la presidencia, o bien, la tan aclamada crisis de valores.

Probablemente, todas las respuestas quepan en el caleidoscopio multifactorial del problema. Sin embargo, poco se ha comentado de esas otras armas que sin ser tener un número de serie, han propiciado sociedades, que como caldo de cultivo perfecto, son productoras de niños y jóvenes que entran a las actividades delictivas, de ciudadanos que viven en el silencio de lo que sucede en su entorno, de políticos sin voluntad y empresarios a sueldo.

La relación pobreza-narcotráfico a veces parece evidente con el simple hecho de colocar a la pobreza como una de las piezas del rompecabezas. No obstante, esta relación es más profunda de lo que imaginamos o lo que aparentan en las estadísticas o de esa clasificación que se ha hecho por parte de la Secretaría de Desarrollo Social: la pobreza alimentaria, la patrimonial y la de capacidades.

La relación pobreza-narcotráfico en los ojos de la realidad mexicana se ha convertido en EL factor de riesgo latente, en el negocio de los pobres, la fuerza de trabajo del narcotráfico y lo que nos adolece a todos y todas: los peores escenarios para la nota roja del día siguiente.

Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata…

Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local
, así describía a los pobres el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Sin embargo, aunque no lo queremos ver, “no son cifras, tienen nombre”, tal como un grupo de activistas y defensores de derechos humanos, a nivel nacional, (@contingenteMX)  le han puesto a su campaña de hacer visibles a las víctimas.

El Blog del Narco es un sitio especializado en el narcotráfico que se ha convertido en fuente de consulta. Basta un botón para ver un video de descuartizados, persecuciones, enfrentamientos. Fotografías de descabezados, narcomensajes, radiografías de sangre. El periódico y la televisión también se han convertido en la muerte al portador. Esa clase de muerte que se ha convertido en “estrella” porque también vende. En ella sus actores son diversos. Hay quienes afirman que diversos nombres y apellidos en todos los niveles del gobierno y en el mundo empresarial, están coludidos. Hay quienes se atreven a denunciar a militares y policías implicados en estos crímenes. También existe el señalamiento de responsabilidades a los Ministerios Públicos, el Poder Judicial, los Jueces. Todo apunta hacia la incertidumbre, porque de todas esas impugnaciones, pocas son las que pueden comprobarse.

Lo que es un hecho son los más de 50 mil muertos, según datos oficiales de Presidencia, que se lleva en esta estrategia de “lucha contra el narcotráfico”. Ese blog como muchos otros sitios, las redes sociales virtuales, así como otros medios de alternativos de comunicación están registrando casos alarmantes no sólo de muertos, también de masacres y desapariciones forzadas, ¿por qué no alcanzan el aparador mediático o la agenda pública de los gobiernos?, ¿por qué no se habla de los 101 casos de desaparición forzada que tiene documentados la organización Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos (CADHAC)?

De acuerdo con Ángel Plascencia, periodista para Reporte Índigo, en su reportaje Desapariciones Forzadas, afirma: El procurador Adrián de la Garza minimiza el problema al indicar que el 99 por ciento de los desaparecidos en la ciudad están vinculados al crimen organizado. Y se acabó. Con esta actitud se explica la queja más recurrente de familiares de víctimas que acuden a presentar una denuncia ante la Procuraduría: tratan como irrelevante la pérdida de su familiar y en muchos casos -principalmente si es joven- lo criminalizan. Lamentablemente, no hay respuestas, CADHAC estima existen más de mil casos de desaparición forzada en el estado. A pesar de eso, en Nuevo León todavía no existe la tipificación del delito y ni siquiera estadísticas oficiales.

Esta situación es desesperante para las familias afectadas. Sus casos han sacado a la luz una realidad dolorosa: familias que no sólo comienzan una búsqueda de justicia sin cejar a pesar de lo que esto significa ante las amenazas y la estigmatización de los vecinos (el que se les juzgue socialmente por aparentemente estar “involucrados”). También se insertan a las filas de la pobreza si no es que en ella ya estaban. La desaparición de un familiar implica quedarse en algunos casos sin el sostén de la casa. Solventar los gastos básicos ha implicado para algunas de estas familias, un camino de deudas, de renuncias al trabajo, de años escolares sin cumplir, entre otras complicadas situaciones económicas. Así lo señala doña Maximina Hernández, quien ha hecho público el caso de su hijo: Se presentó formal denuncia ante el Ministerio Público, pero el trabajo de investigación no se realiza ni avanza y por tanto no hay resultados. Desde el día de su desaparición busco a mi hijo y continuaré hasta encontrarlo. Mi hija mayor, que ahora cuenta con apenas 13 años de edad, se hace cargo de sus hermanos menores cada vez que yo debo dedicarme a la causa de encontrar a Ever. Nuestros recursos económicos son escasos, pero nuestra voluntad de encontrarlo nos alcanza.

Atrapada está la ciudadanía en esas cuentas no claras sobre las investigaciones, sus resultados, los culpables, menos los castigos. Aquí en donde parece que para las autoridades todos y todas tenemos alguna “necesidad” de ser criminales. Pero lo peor no es solamente eso. Esto va acompañado de prejuicios sociales en donde los que son pobres se llevan la peor parte, la del castigo social que como bien apunta Ángel Plasencia, los criminaliza de inmediato sin pruebas.

Sanjuana Martínez, periodista de La Jornada, en su libro La Frontera del Narco, escribe una de estas historias que ya parecen cuentos para quedarse en la memoria colectiva o en el olvido selectivo:

A punta de cuernos de chivo mataron a 21 en el famoso antro Sabino Gordo “¡Se los va a cargar la chingada, cabrones!”, gritaron los gatilleros al llegar. Eran ocho hombres a cara descubierta. Eran las 10 de la noche y la banda tocaba con ambiente guapachón (… ). Los asesinos fueron eligiendo clientes, músicos y damas de compañía para ordenarles que salieran del lugar. Luego formaron a algunos clientes, meseros, cantineros y vigilantes. Los pusieron en la pared y empezaron a disparar a corta distancia. Fusilados. En cinco minutos cayó un centenar de balas. La sangre fluyó. Al salir, dispararon a un vendedor de hot dogs y a un taxista. Ambos estaban en la esquina sin deberla ni temerla.

(…) Los Zetas se deslindaron del asesinato masivo colocando sendas mantas en distintos puntos de la ciudad. El mensaje fue enviado. Y para restar importancia a la masacre, las autoridades se apresuraron a decir que los muertos “no eran gente de bien”. Las buenas conciencias de esta ciudad no deben sentirse ofendidas. La gente de bien no acude a estos tugurios, mucho menos trabaja en ellos”.

No ser “gente bien” se ha vuelto la excusa perfecta para justificar el asesinato de los pobres del “Sabino Gordo” por los que ni siquiera hay que iniciar una revuelta. Eran pobres. Nombres y apellidos comunes. Eran pobres.  Según , el periodista Javier Estrada, corresponsal de CNN en Nuevo León “15,000 nuevos pobres se incorporaron a las estadísticas entre 2008 y 2010 en el estado industrial de Nuevo León, la tercera entidad de México que más aporta al Producto Interno Bruto (PIB), con alrededor del 8%. La falta de oportunidades, ingresos o acceso a la seguridad social son los principales factores de ese incremento”.

Los pobres se han vuelto el blanco fácil del narcotráfico como de las autoridades que trabajan para  el crimen organizado, también. Javier Estrada explica que las zonas del sur del estado de Nuevo León son las más afectadas por la pobreza. Carmen Farías de Zihuame Mochilla (organización dedicada a promover los derechos de los indígenas en Nuevo León) le comenta en entrevista que los indígenas migrantes son afectados, principalmente, por la pobreza patrimonial o por carecer de seguridad social. No sólo eso, la inseguridad los ha alcanzado.

No puede haber coincidencia cuando nos remitimos a lo sucedido el 13 de mayo de este año, fecha en la que 5 familiares de la comunidad otomí fueron asesinados presuntamente a manos de la delincuencia organizada. En un principio, como ha pasado en la mayoría de los asesinatos –incluyendo el de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey-, las autoridades mencionaron que las 5 víctimas pertenecían al crimen organizado. Aclarado, posteriormente, se supo que se trataba de 5 hombres indígenas dedicados a la albañilería, hombres de trabajo comprometidos con sus responsabilidades familiares y comunitarias. Nada más. Pero el daño moral ya estaba hecho en las rotativas: criminales sin nombre.

La discriminación a los indígenas, en un estado que según la Encuesta Nacional de Discriminación elaborada por la CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) es la entidad que resultó con los mayores niveles de segregación por color de piel –entre otros-,  se suma a la pobreza o la muerte impune, o al revés: la pobreza y la muerte impune se suma a la discriminación de los “nadie”.

 

Shadow economy: uno a veces…

Uno, a veces desearía morir.  Pero en algunos lugares ya no hay sitio a causa de tanta muerte, es la poesía de Paco Roda, ¿dónde se puede desear morir?

Yo me sentí como una loca. Me decían: “Mira que eres una malagradecida y miserable”. Ellos me sacaron de la pobreza en Venezuela y así les pagaba con mis berrinches. Y yo pensaba, ¿estaré loca? A mí no me gusta eso de que me hagan sexo a la fuerza, a veces me dan asco, estoy cansada, huelen mal. No me gustan los borrachos. “Si esto es un trabajo como cualquiera”, me decía la señora que cuidaba la mansión. Yo nomás quería bailar y ya. Yo no sé si una está loca porque no le gusta obedecer.

Es la narración de Arely de diecinueve años escrita por la defensora de derechos humanos, Lydia Cacho, en su libro Esclavas del poder. Un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo. Arely  “trabajaba” –como le hicieron creer- en una mansión en San Pedro Garza García, Nuevo León. En un viaje a Cancún, estando en la cárcel municipal, el equipo del CIAM (Centro Integral de Apoyo a la Mujer), la rescató. Lydia Cacho relata el diagnóstico de los psicólogos sobre cómo encontraron a la joven:

Supimos que Arely no estaba loca. Ella, como miles de mujeres víctimas de la violencia y la trata para la explotación sexual, mostraba desesperación ante una situación enloquecedora. Los dueños de los centros nocturnos de Monterrey la mandaron a trabajar a la plaza de Cancún. Ella ansiaba alejarse de esa forma de esclavitud y sabía que intentarlo podía costarle la vida, y sin embargo, lo hizo. Pasó dos días en que vomitaba lo que comía; estábamos casi seguras de que la habían inducido a la adicción de algún tipo de droga, ella decía que no, sin embargo, tenía los síntomas de abstinencia. Luego pudimos entender que los síntomas que mostraba no estaban relacionados con una adicción, sino con la abrumadora realidad de la forma de victimización, aunada al estrés postraumático y a la sobredosis de narcóticos inyectada irresponsablemente por el médico de la cárcel.

 

El crimen organizado es un negocio ilegal con fines económicos y a los que participan en él se les llama gánsteres, mafias, redes o cárteles. Estos personajes se inscriben en la llamada shadow economy (“economía en la sombra”), aquella que no paga impuestos directos a los gobiernos legítimos, pero que necesita negocia con ellos para sostenerse. Los delitos más evidentes del pacto entre el Estado y los delincuentes organizados son la compraventa de armas, drogas y personas. Las actividades que caracterizan a estos infractores están perfectamente definidas por especialistas en seguridad: robo, fraude y transporte ilegal de bienes y personas, escribe la periodista en la introducción de su libro.

Esto es especialmente importante porque el narcotráfico ha dejado de ser “empresa” de un sólo producto. Cada vez más, los delitos del fuero común, la trata de personas, la desaparición forzada, la piratería, la esclavitud sexual y la pornografía infantil están vinculados al negocio de las drogas. Con o sin ellas, aunado a la impunidad y corrupción, han hecho crecer a la delincuencia, diversificado los delitos a perseguir.

Hablamos de los recursos humanos de la delincuencia organizada. De los que sostienen las ganancias de los delincuentes Aquí encontramos no sólo a los pobres, sino a los niños, las niñas, los hombres y mujeres jóvenes. Con un salario mínimo en el promedio nacional que no alcanza para la canasta básica, en esos hogares donde no existe la seguridad social ni para la gripa, donde no sólo no hay oportunidades de empleo si no rebasas la educación primaria, sino que el que hay dista de ser el trabajo soñado. En las ciudades donde 2,3,4 familias viven en 50 metros cuadrados. Ahí en el cerro de la Colonia Independencia cuyo territorio ha derribado cualquier franja invisible entre el narcotráfico y los habitantes no vinculados al negocio porque, simplemente, coexisten.

No puede pasar desapercibido que mientras no se eliminen las condiciones que propician la pobreza, ésta será determinante en el contexto social para alentar la violencia y la delincuencia. El Proyecto de Decreto para la Prevención Social de la Delincuencia y la Violencia en observación de la Comisiones Unidas de Seguridad Pública y de Estudios Legislativos, Primera, sostiene que desde principios de esta década, los indicadores en México demuestran que la edad más frecuente de los delincuentes fluctuaba entre los 12 y 25 años y que suma casi el 40 por ciento del total, es decir, la delincuencia sigue aumentando y cada vez son más niños los que incursionan a las bandas delictivas…, también especifica que se deben tomar en cuenta los problemas sociales, definidos por la degradación de valores, ramificación de la corrupción, disolución familiar y violencia doméstica, alcoholismo, drogadicción y pandillerismo, así como el desempleo y la marginación, para explicar dicho incremento.

Antanas Mockus, ex Alcalde de Bogotá, afirma que uno no nace violento, se hace violento. Queda claro que el ingreso a una carrera delictiva es en parte una decisión individual, pero es también un condicionamiento por parte de una violencia primaria, la que no garantiza ni la salud, ni la alimentación, ni la vivienda, ni el empleo como derechos humanos fundamentales para dejar de encontrar en el narcotráfico o el crimen organizado una puerta de entrada a la oportunidad.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en su artículo 25 que:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.

Mientras que en el 22 afirma:

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

La prevención social de la delincuencia justo debe centrar los temas de la agenda en la puerta de entrada. Esa “economía de sombra” que otorga lo que la misma Declaración Universal de los Derechos Humanos manifiesta. Historias sobran y, sin embargo, siguen sin ser parte de un estudio integral sobre lo que sucede en Nuevo León. El periodista Santiago Igartúa del semanario PROCESO recopila algunas de éstas en Colonia Independencia de Monterrey, en su artículo La Guerra vista desde la Infancia:

Quiero ser policía para matar a mi papá”, se escucha desde el fondo del salón. Aguda la voz, se estremecen la piel y el alma. La pregunta es inevitable y la respuesta del niño, clara, implacable: “Porque es zeta”. Los ojos se le llenaron de fuego.

Las historias de los niños, que van de los siete a los 11 años, golpean de tanta sangre, tanta muerte, tanta ofensa. Llega una detrás de la otra, como olas que rompen en las piedras. Las cuentan en primera persona. Ellos las sufrieron.

Los niños describen a los criminales con los que conviven como hombres que secuestran, extorsionan, cortan cabezas, desmembran, violan y venden droga. “Matan a los de su mismo equipo (cártel). Ya no tienen sentimientos. Se les hace el corazón de fierro”. Ganan mucho dinero y están “cerca”, por “todas partes.

(…) Un pequeño dice ser halcón, un vigilante al servicio de la organización zeta que alquila sus ojos por 50 pesos diarios. Tiene nueve años. Platica sin desparpajo: “Estás con los mira lejos (radios). Tienes que estar mirando que no vengan los federales o que no venga el ejército. Y si llegan a haber redadas, yo inmediatamente voy con ‘el pelón'”. Seductores el dinero y el poder, el alboroto fue inmediato entre sus compañeros, que no titubearon en cuestionarle. “Yo también quiero trabajar con ellos”, calaba el eco profundo.

 

Pero los problemas del antiguo San Luisito (Colonia Independencia) no comenzaron el día del reportaje de Santiago Igartúa. Hace ocho años, la poetisa regiomontana Carmen Alanís encontró este panorama haciendo trabajo social en la Colonia Tanques de Guadalupe, una zona marginada de Monterrey; justo donde ahora hay un alto nivel de muerte y violencia La ciudad del dolor, se titula su crónica:

Desde este escalón lleno de tierra, veo el centro de la ciudad de Monterrey. (…) Veo la Avenida Constitución, línea gris que no promete inicio ni término, con sus carros -como de juguete- a alta velocidad. Veo los hoteles de lujo, cuyas ventanas lanzan destellos de sol que encandilan; veo El Rey del Cabrito, que por la chimenea lanza un humo cuyo olor hasta aquí no alcanza, pero que seguro abre el apetito a quienes conducen esos carros como de juguete. También miro el Palacio Municipal, con su anacrónico estilo y su desalentadora monocromía. Sobresale el MARCO, que los miércoles abre gratuitamente sus puertas de vidrio, helado y grueso, a los otros, a esos que no pueden pagar la cuota establecida (…) Veo allá ese conglomerado de gente, propia y extraña; vehículos, austeros y de lujo; comercios, de pequeña o insospechada inversión; transacciones económicas, de unos cuantos pesos o millonarias.

Veo todo eso y yo aquí, casi tocando estos matorrales, este polvo de nunca acabar, este olor a leña ardiendo, estas fugas de pútridos líquidos, estos moscos encima de un gallo en descomposición, estos hongos que habitan las paredes húmedas, estos gatos que maúllan noche y día, estos asnos que cargan más de lo que resisten, estas casas de concreto, de madera, de papel, de viento, estos niños y niñas y jóvenes y adultos y ancianos que no tienen más casa que su tristeza.

En las cuestiones sociales se dice que no hay fórmulas. La vida colectiva es tan cambiante que parece casi impredecible, inestable, totalmente incierta. Pero, la violencia y la delincuencia están dejando las pruebas más importantes de que hay constantes en las sociedades que poco distan de ser parte de los diagnósticos. No existe la casualidad ni lo fortuito. No está la suerte de las pobres echada sobre la casa de apuestas de Dios o el universo. Porque si algo podemos aprender de este fenómeno social es que no puede haber avances significativos en la seguridad mientras no se resuelva sustantivamente la pobreza.

Las acciones, por tanto, de los todos los actores de este sistema (ciudadanía, empresarios, políticos, funcionarios, etc.) deberían dirigirse con mayor énfasis a la puerta de entrada a la violencia y la delincuencia. A la prevención que pocos seguidores genera porque, en apariencia, no resuelve el problema de inmediato. Actualmente, en proporción, sólo se destina 1 peso de cada 10 para este tema público a nivel federal.

Debemos recordar que el futuro es también presente y en esa medida tarde o temprano tendremos que asumir las consecuencias positivas o negativas de haber atendido a tiempo y en su momento las causas de los efectos. Porque mientras existan pobres, los “nadie”, esos de la “economía de sombra”, habrán reducidos resultados en la paz, el respeto a los derechos humanos y el incremento de la calidad de vida de los habitantes de las ciudades en el mundo.

En sus palabras de despedida en su columna Plaza Pública del periódico Reforma, Miguel Ángel Granados Chapa, quien siempre en sus escritos apostó por la dignidad humana, escribió:

Casi nadie entre los firmantes, y por supuesto entre los mexicanos todos, puede negar la terrible situación en que nos hallamos envueltos: la inequidad social, la pobreza, la incontenible violencia criminal, la corrupción que tantos beneficiarios genera, la lenidad recíproca, unos peores que otros, la desesperanza social. Todos esos factores, y otros que omito involuntariamente pero que actúan en conjunto, forman un cambalache como esa masa maloliente a la que cantó Enrique Santos Discépolo en la Argentina de 1945.

Con todo, pudo cantarle. Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en él creo, pues he visto que esa mutación se concrete…

… Me cuesta escribirle lector(a), que fui pobre. Pertenecí a ese mundo del que hoy escribo. Puedo, entonces, decirle con franqueza que si a mí me hubieran dado a elegir los muchos años de esfuerzo que han implicado el de al menos llegar a la universidad o los 500 pesos y la AK47, quizá este artículo que usted lee jamás hubiera sido escrito con mi nombre. “Acabar con la pobreza no es un gesto de caridad, es un acto de justicia”, eso lo dijo Nelson Mandela. Justicia, por tanto, es combatir esas otras “muchas maneras de matar”.

La Mexicanización de Norteamérica

José Leal

 

“… pero al que no tenga nada, se le quitará aun lo poquito que tenga.”

Marcos 4;24.

Cuando en 1994 se inauguró el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, México parecía estar cumpliendo un destino manifiesto. El hijo pródigo de la gran hegemonía estadounidense que -por fin- habría madurado política, social y económicamente lo suficiente para formar parte del sistema interestatal de comercio más grande del mundo. El TLC representaba entonces la plena inserción de Mexico en la geocultura del capitalismo globalizado; los motores del desarrollo social serían: apertura comercial, desregulación y privatización de grandes sectores de la economía. El combate focalizado a la pobreza y la intensificación de los programas sociales garantizarían la inclusión de los sectores más rezagados de la población: el plan parecía infalible.

Hoy, a poco más de quince años, algo parece estar saliendo mal: desarrollo asimétrico con enormes zonas de exclusión social; crecimiento descontrolado de pobreza,  informalidad y precariedad laboral. En este breve período, Mexico se ha convertido en fuente ingobernable de pobreza extrema y violencia social. La utopía neoliberal que preconizaba un sitio de privilegio para ciudades como Tijuana, Juarez o Monterrey en la cosmópolis de la Posmodernidad, abre paso a una pesadilla medieval materializada en miseria, anarquía delincuencial y carnicería humana. Mientras, un Estado achicado y fiscalmente exhausto, incapaz de mantener la calidad de programas sociales básicos como salud o educación ni la funcionalidad de sus propias estructuras policiacas y judiciales, moviliza a las Fuerzas Armadas bajo el patrocinio del omnipresente plan Merida.

El fracaso del proyecto neoliberal mexicano no es la consecuencia de un complot ni de un mal proyecto, sino de una multitud de causas históricas cuya discusión parece ociosa frente a la necesidad de reconstruir velozmente el apabullado pacto social, y crear uno más humano e incluyente. Por ello resulta inexplicable la pasividad del poder Legislativo que contempla al país en llamas y no hace lo necesario para detener el imperio de corrupción, mafias, monopolios y poderes factuales o el desastre educativo nacional o los alarmantes déficits fiscal y judicial (98% de impunidad), mucho menos la vergonzosa pobreza que amenaza con eternizarse en nuestro país y extenderse hacia el Norte.

Asistimos a la mexicanización de Norteamérica, diría quizá Ulrich Beck, que desde 1999 pronosticaba en su “Nuevo mundo feliz” la devastación de los mercados laborales de Occidente y la globalización de la desigualdad social. Este proceso, según explica el notable sociólogo alemán, es consecuencia natural del triunfo de la automatización y las telecomunicaciones en favor de la productividad. Irónicamente, ese capitalismo multinacional altamente tecnificado, el mismo que se encargaría de exportar el pleno empleo a los países en desarrollo, de pronto se encuentra reimportando el subdesarrollo -desde el tercer Mundo- a sus naciones de origen en la forma de migración ilegal masiva y precariedad laboral. Así se explican las persistentes tasas de desempleo que se observan hoy en México, los Estados Unidos y tantos otros países, no como consecuencia de las crisis económicas coyunturales, sino de ese proceso de automatización que desde los años 70 viene revolucionando los sistemas de generación de la riqueza. Según parece, el nuevo capitalismo informacional está logrando prescindir efectivamente de grandes plantillas laborales por todo el mundo e incrementando al mismo tiempo la productividad; un riesgo laboral materializado no por causa del supuesto fracaso del capitalismo, sino debido a su triunfo avasallaste.

Analizar la pobreza en Mexico fuera del contexto multinacional es como estudiar un planeta sin saber nada de la estrella entorno a la que gira. En la relación bilateral persisten inmensas distorsiones jurídicas que son causa, a su vez, de gigantescas distorsiones económicas y sociales. Las prohibiciones impuestas por los Estados Unidos contra el cruce fronterizo de la mano de obra mexicana y contra las drogas operan en concomitancia eternizando, la primera, un abismo social internacional que se manifiesta en incesante migración laboral y, la segunda, la militarización indefinida de esta periferia estratégica que no termina de comprender su papel en el nuevo esquema de distribución internacional del trabajo.

El complejo y prolongado declive de los Estados Unidos como hegemonía mundial, junto con su ingenuo proteccionismo cultural y laboral (que desde el inicio del TLC soñó con fronteras abiertas a bienes y capitales, pero convenientemente cerradas a la mano de obra mexicana), hoy se topa con la realidad insoslayable de una frontera porosa, corruptible e imposible de sellar. Internamente, Washington contempla tazas de desempleo abrumadoras provocadas por el reciente ciclo inflación-recesión y su saldo asombro: 46 millones de norteamericanos viviendo por debajo de la línea de pobreza, la cifra más alta en 52 años. En  México, por ejemplo, hay 52 millones de pobres (coneval.com).

Burbuja financiera, burbuja punto-com, burbuja inmobiliaria, burbuja de las nuevas tecnologías de la imagen en movimiento. Una tras otra revientan y reconcentran capitales, arrojan enormes saldos de pobreza en ambos lados de la frontera y debilitan los Estados. Pero las burbujas que aun se aprestan a estallar prometen estruendos aun mayores: burbuja fiscal, burbuja de recursos naturales (energía, alimento, agua).

La falacia neoliberal del Estado mínimo y mercados internacionales “libres” pero convenientemente cerrados a la competencia laboral mexicana, se desmorona; la realidad irrumpe con nefastas manifestaciones: pobreza, informalidad laboral, mercados negros de todo, desde drogas y armas, hasta personas y sus órganos. En lo social, poco a poco se legitima un apartheid de facto: adentro, clases medias y altas urbanas enfrascadas en feroz competencia económica; al otro lado de la raya comunidades rurales desplazadas, familias atrapadas en guetos de miseria, madres solteras, niños y ancianos de la calle, miles y miles de migrantes atiborrando los vagones del tren y las fosas clandestinas. Millones de personas sin oportunidad alguna en los vertiginosos procesos de la nueva economía informacional y, por ello situados en un total afuera social. De un modelo de “desarrollo” así es razonable esperar grandes cuotas de violencia.

La alternativa a la militarización indefinida y los otros escenarios indeseables permanece tan simple como inalcanzable: drásticas reformas fiscal, judicial, educativa y, sobre todo, el establecimiento de un Estado de Bienestar Sustentable que amortigüe el daño socioambiental causado por el desarrollismo tradicional, e impulse inversiones masivas en energías renovables, tecnología  y servicios culturales de alto valor agregado, como el turismo ecológico y la educación; la renovación del keynesianismo sustentable es posiblemente la única forma de asegurar la generación de suficientes empleos social y ambientalmente responsables, como principal medida para retener a las poblaciones migrantes en sus lugares de origen.

La nueva tendencia mundial hacia la indignación social llegará tarde o temprano a México y, junto con las elecciones del 2012, encontrará espacios civiles militarizados -acaso preventivamente- en apuntalamiento de un modelo de desarrollo que se resiste a morir. La relación causa-efecto que la pobreza tiene sobre la violencia social es tan real como el Sol, pero hemos decidido ignorarla demasiado tiempo.

Por cada peso que gano, alguien deja de ganarlo…

Rodrigo Soto

Todavía puedo verme sentado en ese pupitre, hasta el final del salón, incluso haciendo memoria de los compañeros que se sentaban a un lado mío, todos utilizando el uniforme de la escuela que me vio crecer y desarrollarme, tanto física como mentalmente, desde la primaria hasta la preparatoria.

Lo anterior me resulta interesante, pues veo que al introducirme en mi cerebro para buscar cierta información, siempre surgen recuerdos que están muy bien colocados y fijados en las conexiones neuronales. Cada uno de ellos en diferentes áreas del conocimiento.

Para este escrito recuerdo en cierta ocasión, que dentro de la clase que teníamos de economía en la preparatoria “Las Hayas”, que se ubica entre la carretera de Xalapa y Coatepec, dentro del estado de Veracruz, el profesor Tomás Berlín nos explicaba las diferentes teorías económicas dentro del planeta.

En esa clase en particular, me llamó la atención de lo que explicaba de John Maynard Keynes, en donde se decía que si pudiéramos tomar todo el dinero que hay en el mundo y repartirlo equitativamente entre las diferentes personas que lo habitamos, con el fin de tener igualdad entre todas las personas, de todas formas se volverían a crear las diferentes clases sociales. Simplemente porque, por ejemplo, una persona gastaría el dinero y se quedaría pobre, otra lo dejaría estático guardado dentro del colchón y se mantendría constante, mientras que otro lo invertiría y obtendría un rendimiento por el mismo, haciéndose éste último más rico que los otros dos.

El resultado, a simple vista, si solamente tuviéramos esas tres personas y esos tres escenarios de acción con el dinero, sería entonces una persona pobre, una persona de clase media y otra de clase rica. Esta situación me causó revuelo, porque aparentemente no se podía eliminar la pobreza tan fácil, ni siquiera si dividíamos el dinero en partes iguales. Se requiere entonces hacer algo más que simplemente dejarle el dinero a las personas, tal vez educarlas en el manejo financiero, pero aquí caemos en dicotomías bancarias de que esas instituciones realmente funcionen como asesores financieros en beneficio del cliente y no solamente en beneficio de la misma institución.

Para explicar de forma, aparentemente sencilla y simple, sería desde mi punto de vista la siguiente: “por cada peso que tú ganas, otra persona no gana ese peso”. No existe dinero infinito, sino recursos escasos que se deben maximizar, en donde si una persona recibe cierta percepción, otra no gana la misma, creando cierta competitividad de acuerdo a las capacidades de cada individuo.

Valga esta pequeña introducción para dar inicio al tema central de este escrito que es la pobreza y para ello me voy a permitir ofrecer unos datos, para ubicarnos en el contexto adecuado. De acuerdo a la nota de CNN, titulada: “La crisis alimentaria ha sumido a 44 millones en la pobreza extrema”, publicada el 12 de mayo del 2011, se remarca que ha aumentado la pobreza extrema debido al alza de los alimentos y según datos de la directora ejecutiva del Banco Mundial, Ngozi Okonjo-Iweala, se tienen 1,200 millones de personas viviendo con menos de 1.25 dólares al día. A esta cantidad le tenemos que agregar, como lo dice Okonjo-Iweala, que tenemos 900 millones personas que se van a dormir con hambre.

Expandiendo un poco este tema del hambre, otros datos que me parecen muy interesantes para transcribir, son los referentes a un video del Banco Mundial, en donde se habla en relación a los 900 millones de personas se van a dormir con hambre, casi 1 persona de cada 7, mismas que como dijimos anteriormente viven con alrededor de 1.25 dólares al día y gastan aproximadamente 85 centavos en alimentar a su familia, sumando a eso los exorbitantes precios de los alimentos, que suben casi a diario. Además de que a cada minuto 170 personas se vuelven pobres.

El video continúa su curso y nos explica que si una persona es pobre, es muy probable que se encuentre desnutrido, enfermo, muy débil para trabajar y para ir a la escuela por el hambre que padece. Lo impresionante, que también nos dice ese video, es que si alguno de estos pobres sobrevive, es muy probable que siga siendo pobre, sobre todo si es una mujer o un niño.

El Banco Mundial sigue analizando los factores en el mismo video, para decirnos que aunado a esto existen ineficientes producciones de alimentos que si le agregamos los cambios climáticos recientes, nos da una pobre cosecha para llevarla al plato mundial de los hambrientos, que promueve la escasez, los mercados cerrados al comercio y da como resultado alimentos con alto precio y obviamente más pobres con hambre.

Una solución para el Banco Mundial es invertir en una mejor producción agrícola, apoyar a los pequeños agricultores, además de crear una red de comercio y producción entre ellos, proteger a los pobres y ayudar a los hambrientos para así evitar que tengan hambre y se encuentren enfermos y desnutridos. Parece fácil, pero es una tarea que requiere mucha cooperación y coordinación global.

Siguiendo este tenor y pasando al caso de México, contamos con información del artículo de Gerardo Esquivel, titulado: “Pobreza y trivialidades”, publicado en la revista Nexos de septiembre de 2011, donde se nos ofrece la cifra de que de 2006 a 2010 los pobres en el país aumentaron de 45.5 millones a 57.7 millones, es decir un incremento de 12.2 millones de personas. Además de que el número de pobres extremos crecieron de 14.7 millones a 21.2 millones, en el mismo período, lo que equivale a un aumento de 6.5 millones.

Los números anteriores muestran su frialdad y en mi caso particular, me causan asombro y desilusión. Quien tenga un poco de conciencia se sentirá preocupado porque existen otros seres humanos que no tienen las mismas oportunidades, muchas o pocas, que nosotros tenemos en la actualidad, como es el caso de poder escribir este artículo.

En la actualidad, hemos visto que un sistema totalmente capitalista o socialista, no funciona de forma perfecta, muchas veces debido a malos manejos de los seres humanos que operan determinado modelo económico, sobre todo si hablamos de la reciente crisis mundial que fue gracias a la avaricia de banqueros, que no tienen saciedad para sus necesidades de dinero, sin importarles afectar a otros.

Muchos atribuyen el problema de la pobreza a la reciente crisis económica mundial, a la corrupción del país, a la falta de oportunidades para conseguir un trabajo digno, a la falta de incentivos fiscales para la instauración de empresas, a la falta de mano de obra calificada y especializada, desigualdad en el ingreso, entre muchas otras.

Resulta muy complejo al querer dar una solución simple al problema de la pobreza, pero lo que sí podemos hacer es tratar de mitigarla. Pues cuando he caminado por alguna calle o manejando por la ciudad siempre me pregunto si esa persona o aquella otra tendría una vida mejor, o incluso yo mismo, si hubiera estudiado aún más. Puede ser que sí, puede ser que la diferencia entre un individuo y otro radique en la cantidad de libros que cada quien haya leído, absorbiendo conocimiento de cada uno de ellos. Sin embargo, también quiero puntualizar que aquella persona que tiene dinero no es necesariamente inteligente; lo que sí puede ser, es que la persona leída tiene mayores oportunidades de tener mejor posición económica que aquella que no le gusta leer, aunque existe excepciones a la regla y no todo está escrito en piedra, pero siguiendo este razonamiento podemos decir que una variable clave, a prestar atención, para tratar de disminuir la pobreza sería la educación.

Sin embargo, imaginemos a aquellos individuos que tienen carencia para alimentarse. Sería muy complejo decirles que tienen que estudiar para salir de su pobreza y así poder comer algo, pues su principal prioridad no es el alimento de la mente, sino el alimento nutricional básico para que siga funcionando el cuerpo. Aquí es necesario garantizarles la alimentación a los más pobres, para que sus hijos y ellos puedan acceder al conocimiento y puedan cultivar su mente al proveerles el sustento básico.

Tal vez la misma pobreza, así como el ímpetu desmedido por adquirir recursos sea otra de las causas del narcotráfico en el país. Dentro de un esquema que para el ciudadano no ofrece oportunidades reales de supervivencia, éste se tiene que aferrar a la vida y buscar recursos de cualquier forma, no es una justificación sino solamente un análisis de una posible causa. Es importante permitir la creación de empresas, bajo un modelo emprendedor, que haga que cada vez más jóvenes puedan incursionar como empresarios para generar fuentes de empleo y no solamente emplearse en la tradicional cadena productiva. A su vez es importante ofrecer una especie de microcréditos al estilo del profesor Yunus de Bangladesh para crear microempresas productivas, que les permitan a los que menos tienen pagar poco, autoemplearse y así salir de la pobreza.

También creo que debemos de olvidarnos de tachar a las economías como capitalistas o socialistas, pues al observar al gobierno de Estados Unidos rescatar a sus bancos y a empresas ante la crisis mundial, así como ver a China comerciando con todo el mundo e inundando de sus productos en todos los mercados, nos queda claro que no utilizan solamente un modelo económico y lo mismo debemos adoptar en México, es decir, trabajar para una economía mixta con diferentes aristas. Además de que la mano de obra del país debe ser calificada y especializada, pues nos resulta imposible competir con China en una siempre manufactura de productos, ya simplemente por cantidad de habitantes, aparte de sus bajos precios, nos derrotan con facilidad. Caso contrario, sucedería, si especializamos los productos mexicanos para diseñarlos en México, producirlos en México, fabricarlos en México, etcétera. La creatividad del mexicano no está solamente en cuestiones de estereotipos de flojos, como nos catalogaron recientemente en el programa inglés de “Top Gear”, sino que podemos competir directamente con cualquiera, tenemos la misma herramienta que otros: el cerebro. Falta ponerlo a trabajar.

Es hora de dejar de sentirnos conquistados, pues considero que ese sentimiento nos hace catalogarnos como un pueblo inferior. Es mejor vernos como cuna de la civilización de Mesoamérica con la cultura de los Olmecas y por otro lado alabar la inteligencia de los Mayas. Todo esto, sumado con la rica mezcla de ingredientes genéticos de muchas generaciones, debe ser motivo de orgullo y no una losa pesada que debemos cargar y que nos haga derrotarnos antes de ni siquiera ver el campo de batalla. Existe mucha gente valiosa en el país.

De igual manera resulta imperativo lograr que no exista demasiada diferencia en los salarios entre obrero y patrón, tomando el ejemplo de países europeos en donde se premia al trabajador, remunerándolo por su esfuerzo de forma equitativa por el mismo. Es importante que los jefes reconozcan que no se encuentran en una torre de marfil inalcanzable, sino que deben estar atentos de las necesidades de sus trabajadores y aunque se sientan una especie de reyes o reinas en el tablero de ajedrez, recordemos que el peón es parte de la guardia protectora del rey o de la reina y que esa insignificante pieza, el peón, también puede hacer un jaque mate o entregar a su rey o reina al bando contrario en una movimiento desesperado de auxilio, similar a lo que hemos visto en las caídas de los dictadores recientes, como es el caso de Muamar el Gadafi.

Es así que los movimientos en contra de los centros financieros mundiales y también en contra de las políticas financieras de los gobiernos de diferentes países, nos dan a pensar que la población se siente lesionada por la falta de empleo y oportunidades, como ejemplo de esto el artículo en The Economist titulado “Rage against the machine” nos dice que la gente tiene razón en estar molesta, pero también nos debe preocupar hacia donde nos puede llevar el populismo político en este sentido, ya que cuando la pobreza sube de nivel y empieza a ser endémica en la clase media, es cuando la economía puede paralizarse, pues es esta clase media la que muchas veces cuenta con el peso específico mayor en el soporte de la pirámide económica. Los números no mienten, pues según datos de ese escrito, en los Estados Unidos el 17.1% de los ciudadanos menores de 25 años están sin empleo, comparado con un 20.9% de los ciudadanos menores de 25 años de la Unión Europea, destacando el caso de España con un 46.2% de desempleo para los jóvenes.

Estos manifestantes, en resumidas cuentas como lo dice el artículo en esa prestigiosa revista inglesa, piensan que el modelo de libre mercado ha generado solamente burbujas de activos, alimentados por deuda y que solamente ha dado ganancias a una elite financiera, dejando fuera a la mayoría de la población y por ende el eslogan: “el 1% de la población ha obtenido ganancias a expensas del trabajo del 99% restante”.

Este análisis breve y somero pareciera darnos esperanza en que se puede abatir esa inequidad indestructible, pero siempre ronda en mi mente las palabras de mi maestro a analizar a Keynes, en donde aunque lográramos buscar la equidad e igualdad económica, no se podría porque el mercado tendería a reordenarse creando de nueva cuenta las clases sociales. Pero bueno, vale la pena intentarlo, preguntémonos, entonces, ¿no sería mejor librar una guerra en contra de la pobreza? en lugar de la que tenemos en contra del narcotráfico.

Tomando en consideración el título del escrito, para finalizar, así como analizando en que vivimos en un modelo económico que busca administrar la escasez, la pregunta a responder es si verdaderamente estamos dispuestos a dejar de ganar un peso, para que otra persona lo gane y exista ese mundo utópico que sea una afrenta pública en contra de ese modelo de Keynes, según mis recuerdos de bachillerato escolar, y tratar de destruir lo que pareciera ser una inequidad indestructible, como lo es la pobreza.

La cultura de la pobreza, el método Lewis

Gabriel Contreras

En 1959 se publica por primera vez un estudio que llega a convertirse en un infaltable de las ciencias sociales. Hablamos de “Antropología de la pobreza”, del norteamericano Oscar Lewis.

Es un libro que resulta revelador ya que, por principio de cuentas, viene a enfrentar mucho de las patrañas que solían revestir las concepciones populares de “la pobreza” y su contexto mexicano.

“Antropología de la pobreza” fue escrito originalmente en ingles, y su primera edición en español se da a conocer hasta 1961, de manera que los lectores vendríamos a conocer este libro solo indirectamente por vía de una traducción “extraña”, ya que esa versión se basa en los apuntes y grabaciones de campo del mismo Lewis, no en un texto propiamente dicho.

Este estudio de Oscar Lewis goza de un desarrollo minucioso, un planteamiento interesante y, sobre todo, una lección en materia de método. De esto último es que queremos hablar un momento.

Para realizar esta visión, Oscar Lewis cuenta con un plan de trabajo que le costaría 15 anos de seguimiento, numerosas visitas, innumerables entrevistas, la aplicación de diversas encuestas y pruebas clínicas, además de la asesoría de un grupo privilegiado de especialistas.

Así, Lewis, en “Antropología de la pobreza” opera no solo como se lo indica su profesión especifica, sino que incurre también en un panorama de carácter sociológico, psicoanalítico, comunicacional e incluso literario. Lewis refleja, sin que su libro tenga una forma académica, aspectos muy diversos de la “cultura de la pobreza”, aplicables a muchas latitudes y grupos, pero también nos ofrece una perspectiva histórica, a través de la cual se puede observar, como una silueta, la estampa de un México que se urbaniza, se moderniza, se reorganiza, se expande a través de una sociedad que, al mismo tiempo, estaba siendo retratada por Ismael Rodríguez y Luis Bunuel. El de Lewis es el México urbano, el de los migrantes, el de “nosotros los pobres”, ese país era puesto en páginas por un testigo profesional, que contaba -por cierto- con la ventaja de ser científico y, al mismo tiempo, extranjero.

Pero, ¿cómo opera el método de Oscar Lewis? ¿Cuál es la formula interdisciplinaria que pone en juego, fortaleciendo tanto sus incursiones de campo? Lewis lo explica en forma elemental y sencilla, en un par de páginas realmente memorables. Veamos.

Oscar Lewis recorta su objeto de investigación, y lo establece en la familia mexicana. Así, para representar a la “familia mexicana” recurre al seguimiento de cinco familias “comunes y corrientes”, que habitan en poblaciones urbanas cercanas a la Ciudad de México, y que han sido afectadas de alguna manera por los asuntos de la “vida moderna”, por ejemplo problemas relativos a la vida campesina, la migración a la ciudad, además de los nuevos problemas de la “vida moderna”.

Para Lewis, México entero, en ese momento, se concentra en cinco familias, y a esa muestra le dedicaría un largo y profunda atención. Lewis vivió prácticamente con esas familias por anos, en visitas que duraban meses y meses, que aprovechaba para aplicar diversos enfoques, exámenes y pruebas, además de entrevistas a profundidad.

El investigador se compromete con una observación participante, y complemento sus anotaciones y grabaciones de audio con una observación de corte psicoanalítico, para la cual recibe la asesoría de gente como Miguel León Portilla y Jose Perres.

Cubierta ya el área de las entrevistas a profundidad, con un enfoque antropológico-histórico-psicoanalítico, Oscar Lewis complemento el asunto de la “familia mexicana” como objeto, con la conformación de otro artificio, que le permitió ejemplificar y, a la vez, generalizar su visión de manera plena. Oscar Lewis decidió contar Un día en la vida de cada familia. No un mes, ni un año, ni una temporada, solo un día cualquiera. Y el objetivo de esto fue radicalizar, precisamente, la claridad de su registro. De este modo, el estudio de Lewis consiste en “Un día en la vida de cinco familias mexicanas”. El artificio metodológico se completa poco a poco.

El primer recurso técnico que aplica Lewis sorprendentemente es… aborda a la familia como si fuera una comunidad entera, una sociedad en sí misma. Así como otros antropólogos abordan una tribu, el aborda a cada familia.

El segundo recurso a observar es lo que él llama el estilo Rashomon, que consiste en procurar ubicarse en distintos puntos de vista para observar cada crisis o fenómeno social.

El tercer aspecto que Lewis valora altamente en su abordaje es, precisamente, el factor crisis, a través del cual engloba algunas de sus observaciones grupales.

Y por último, cuarto punto, ahí esta la cuestión del día como unidad narrativa, procurando que este sea un día común y corriente, sin grandes alteraciones que lo conviertan en algo especial o excepcional.

De este modo, uniendo estos cuatro preceptos metodológicos a la aplicación de diversos test proyectivos, e incluso de inteligencia, el antropólogo norteamericano consigue crear el que, hasta hoy es tal vez el mejor retrato de la “clase popular” afectada por la construcción de la gran urbe en México. Su aporte fundamental, además del resultado en sí mismo, es una cuestión de método que hoy, sin duda, podría ser altamente apreciada por los seguidores de la metodología cualitativa.

 

Los retos de la Globalización ante la pobreza: un mal social histórico

Cinthya Araiza

Fue Adam Smith quien dijera por primera vez que  “las riquezas de la metrópoli rebosarían y se derramarían a las colonias” haciendo referencia al origen de la globalización, el comercio exterior. Smith idealizaba y creía en la necesidad del comercio exterior para impulsar la expansión industrial, esto, según él, se lograría a costa de los excedentes agrícolas. Sin embargo, jamás se imaginó que los orígenes y objetivos tanto políticos como económicos de unos cuantos, truncarían su utópica creencia. En el debate clásico de principios de nuestra época, la conceptualización del imperialismo quedó estrechamente ligada al tema de globalización, el gran debate sobre si el imperialismo es mera política ó sólo una fase del sistema capitalista; la internacionalización de la economía como proceso neoliberal ó una simple reacción al reacomodo del sistema internacional.

Hablar de globalización es hablar de un proceso asimétrico, en el que se generan los altos niveles de desigualdad debido a la existente brecha entre los ricos y los pobres, cada vez más ancha. No es nada nuevo escuchar que sólo una pequeña porción de la población mundial- y de algunos países- son privilegiados y gozan de una verdadera calidad de vida, cuentan con lo necesario para vivir, y no para sobrevivir. Los menos afortunados, mejor conocidos como los menos desarrollados, la periferia, los sub, quedan severamente expuestos a los riesgos de la misma globalización recibiendo menos beneficios ó sólo lo peor de ella. La globalización, fenómeno de dos caras, también ha generado beneficios a nivel mundial, sólo que la mayor parte de dichos beneficios se encuentra concentrada en los países más ricos y en unos cuantos países en desarrollo. Hoy, cerca de tres mil millones de seres humanos (la mitad de la población mundial aproximadamente) sobreviven con un ingreso promedio de 2 dólares diarios y viven en condiciones precarias sin los más mínimos servicios públicos. Además, el crecimiento económico y la relocalización de los procesos productivos alrededor del mundo también han agravado los problemas de contaminación ambiental. Si bien la globalización no creó estos problemas, pues tampoco ha contribuido a reducirlos.

La pobreza como campo de circunstancias, es sin lugar a dudas el resultado del conjunto de acciones negativas producto de situaciones del pasado, que resultan en la situación actual. En realidad es carecer de lo necesario para vivir lo cual no permite satisfacer las necesidades más básicas. La razón por la que exista la pobreza no es una, hay miles y muy complejas. Lo mismo pasa con el término globalización, no existe una definición etimológica exacta hay miles y también complejas; sin embargo, se deduce fácilmente que en efecto, globalización, globalizar, globalizado, y demás derivados, provienen de “global” ó más bien “tomado en conjunto”, ó mejor dicho, lo que abarca todo, por lo que la pobreza no es producto del fenómeno en sí, sino de todas las implicaciones políticas, económicas, socioculturales, de medio ambiente que han ido surgiendo con los cambios, con la polarización de las clases, con el surgimiento de nuevos actores en el escenario internacional.

Si bien es verdad que la pobreza no es un problema actual, ha existido siempre. Claro está que en algunos lugares peor que en otros, sin embargo y a pesar de ser un mal social, es combatible y se puede superar. Hablar del pasado, es hablar del origen.

Muchos pudieran ser los orígenes de la pobreza; las guerras nacionales, locales y sobre todo las guerras mundiales han traído consigo consecuencias devastadoras, una desorganización mundial, una polarización que difícilmente pudo ser solucionada; aunado a esto, se encuentran las diversas crisis económicas que a escala global golpearon a los países más pobres con una fuerza tal, que fenómenos como la corrupción dentro de los gobiernos y la creación de colonias provocaron graves problemas sociales, ejemplo de esto fue la esclavitud y las dictaduras.

En las últimas décadas, el triunfo del sistema neoliberal junto con el libre comercio, generó un cambio radical en la reorganización mundial. Se borraron fronteras y se llegó a una regionalización casi imposible de creer, tanto que muchos escépticos –globalifóbicos- criticaron a dicho fenómeno denominado globalización por ser favorable para la prosperidad económica pero un monstruo que ataca a la sociedad sin piedad.  El debate comienza cuando se cuestiona la efectividad de organismos internacionales, producto del sistema global actual; tal vez la OMC, FMI, ONU, etc. no han sabido manifestar suficiente conciencia para afrontar los problemas sociales globales como la pobreza con el mismo interés que con los financieros. Las crisis es sin lugar a duda producto de la liberalización del capital, que a mediano y corto plazo, han provocado graves crisis en países como México y Argentina, regiones como el sudeste asiático, etc. por lo que se ha generado un ambiente internacional frío y hostil, sin tener éxito en las relaciones diplomáticas de las zonas más afectadas.

Los globalifóbicos creen firmemente que el fenómeno de la globalización ó mundialización no es más que la causa de todo mal social, como lo es la reducción de los salarios y la falta de empleos a escalas globales. Sin embargo, y a pesar de que el crecimiento económico sea una necesidad para todo país y su bienestar, éste no tendrá exitoso sin la vigilancia de un Estado de Derecho y el combate a la corrupción, una batalla de dentro hacia fuera para combatir a la pobreza; lucha que debe ser emprendida no solo por actores globales, sino por actores tradicionales (el Estado, la sociedad, empresas competitivas) sobre todo en países menos desarrollados en donde los pobres abundan. La toma de decisiones de los agentes económicos deben coincidir con una visión congruente y a largo plazo en donde el sistema fiscal juegue un rol fundamental al brindar al mismo Estado los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas de una población.

La competitividad es característica básica de toda economía en un mundo globalizado, en donde el combate a la desigualdad y la desvalorización del ser humano son los retos principales para una estabilidad global tanto económica como social, para un futuro sostenible y eficiente en donde la pobreza deje de ser un mal de para comunidad internacional y se convierta en  algo histórico, un suceso que lejos de haber sido eliminado, sea esquivado, al menos por la mayoría de los Estados miembros de este sistema internacional. El darle a la globalización una cara humana, es darle oportunidad a la solidaridad y subsidiaridad a un mundo más globalizado, pero mejor; después de todo, es el individuo, el ser humano el fin último del desarrollo económico.

Breve Reflexión sobre la Riqueza y la Pobreza

Milton Mata

Riqueza y pobreza son dos antónimos, así como también lo son sapiencia e ignorancia, grandeza y pequeñez, fuerza y debilidad, etcétera.

No tenemos que consultar un diccionario para conocer el significado de las palabras riqueza y pobreza, ya que todos conocemos su significado. Riqueza  simplemente significa abundancia y pobreza simplemente significa escasez.

El rico es aquel que tiene más de lo que necesita y el pobre es aquel que tiene menos de lo que necesita, así de sencillo.

En el mundo actual prevalece una muy notoria e innegable desigualdad en lo que se refiere a la distribución de la riqueza; mientras hay algunas personas inmensamente ricas también hay personas muy pobres.

Una realidad indiscutible es que la mayor parte de todas las riquezas del mundo están concentradas en muy pocas manos; esto no quiere decir que sea algo malo que existan personas poseedoras de grandes riquezas, ya que muchos de ellos(as) dan empleo a muchas personas, es decir, de ellos dependen muchas familias; pero mientras algunos de estos súper ricos dedican parte de su vida a la filantropía, otros simplemente tienen en su vida como único propósito el acumular la mayor cantidad de riqueza posible.

El poder adquisitivo mejor conocido como capacidad de compra, como su nombre lo indica se refiere a cuanto eres capaz de comprar, es decir, cuánto dinero tienes para gastar y el ingreso per cápita es el ingreso promedio de un habitante de un país.

Mientras los ricos son capaces de adquirir no sólo lo que necesitan para vivir sino que también tienen la capacidad de vivir rodeados de lujos; hay millones de personas en el mundo que no cuentan ni con lo mínimo necesario para tener una vida digna.

 

“Selección de Citas”

 

“Todo lo que se come sin necesidad se roba al estómago de los pobres”

(Mahatma Gandhi).

 

“La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan”

(Anatole France).

 

“La igualdad de la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”

(Jean Jacques Rousseau).

 

“El rico come; el pobre se alimenta”

(Francisco de Quevedo).

 

“El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes. La virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de miseria”

(Winston Churchill).

 

“Yo creo que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla”

(Benjamín Franklin).

 

“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados”

(Adam Smith).

 

“Aconsejar economía a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar que coma menos al que se está muriendo de hambre”

(Oscar Wilde).

 

“Quien toma bienes de los pobres es un asesino de la caridad. Quien a ellos ayuda, es un virtuoso de la justicia”

(San Agustín).

La batalla de Monterrey

Tomado de Letras Libres

Ricardo Cayuela Gally

Entre el aeropuerto Mariano Escobedo, en el municipio industrial de Apodaca, y mi hotel en San Pedro Garza García, pasadas las once de la noche y tras cruzar entera la ciudad de Monterrey, no veo ni un solo policía o soldado, pese a cumplirse una semana del mayor atentado contra la población civil en México: el incendio del Casino Royale, provocado por sicarios que actuaron con impunidad a plena luz del día, donde murieron 52 personas. Y esa será una de las constantes más insólitas de esta visita. Ni en la entrevista con el secretario de gobierno, Javier Treviño, ni con la amenazada alcaldesa de Guadalupe, Ivonne Álvarez, ni en el recorrido que hice por el Barrio Antiguo, ni siquiera para entrar al Tec a una ceremonia presidida por dos de los empresarios más importantes de México, nunca nadie me pidió una identificación, me revisó la mochila ni confirmó si tenía cita previa o invitación.

La explicación a esta falta de controles me la da Jorge Tello Peón, coordinador sin sueldo del gabinete de seguridad del gobierno de Nuevo León. Creador del Cisen, antiguo colaborador de Fernando Gutiérrez Barrios y quizá uno de los mayores conocedores de los entretelones de los cuerpos de seguridad en México, Tello es enfático durante un desayuno en un restaurante sobriamente llamado Wall Street: “Nuevo León enfrenta un alarmante déficit de policías.” Las sistemáticas limpias de elementos corruptos, cuando no a sueldo del crimen organizado, han dejado los cuerpos del estado, y de la mayoría de los municipios, en números testimoniales. Bernardo González-Aréchiga, director de la Escuela de Graduados en Administración Pública del Tec y experto en temas de seguridad, corrobora las cifras: “Nuevo León tiene operativos menos de ocho mil policías y debería contar, dada su población y en estándares de la ONU [al menos 2.8 policías por cada mil habitantes], con veinte mil, y en estándares de la medición Goode [que mide el número de bajas de la policía para calcular el número requerido], con cuarenta mil.” Existe un programa estatal para construir una nueva policía, pero no es fácil reclutar. Nadie quiere un trabajo en que te juegas la vida si no te corrompes. Y eso que las condiciones han mejorado radicalmente: el gobierno ofrece catorce mil pesos mensuales de sueldo y buenas prestaciones. La convocatoria ha tenido que hacerse fuera del estado y ofrecer casa para los no residentes. Ni así. Además, el proceso de incorporación es inevitablemente lento. Nada es más peligroso que reclutar gente desesperada y darle un arma sin un adecuado adoctrinamiento. Lo sabe el Ejército mexicano, que enfrenta la deserción de no pocos mandos de sus batallones especiales convertidos en los líderes del cártel de Los Zetas. “En febrero –me dice Tello por poner un ejemplo– dimos de alta a treinta policías, y necesitamos quinientos al mes.”

Pero entonces, ¿por qué la ciudad era segura antes? De hecho, todo el país era seguro, salvo los barrios rojos de las ciudades de frontera y la capital. Recuerdo que cuando se fundó esta revista me tocó vivir un mes en Monterrey. Allí sigue el despacho de diseño que creó la maqueta original. Estuve hospedado en el porfiriano hotel Ancira del Barrio Antiguo, y nada me daba más placer, tras maratónicas jornadas de trabajo, como capitalino, que la sensación de libertad de poder caminar por sus calles sin miedo a cualquier hora de la noche. Hoy se cuentan por miles los regios que han emigrado a Texas o a la ciudad de México. La explicación que da Tello es que durante décadas hubo una complicidad total entre el crimen y la policía, “con la salvedad de que los delincuentes sabían quién mandaba y hasta dónde podían hacer”. Era un mundo sórdido y corrupto. De grandes fortunas construidas al amparo del poder. La “pax priista”. Pero la línea roja estaba claramente marcada. Hoy las reglas han cambiado para todos.

Desde el atentado al casino, los medios de Monterrey trabajan a destajo y no dejan un día sin alguna revelación escabrosa. El Norte y Milenio,en la prensa diaria, y Reporte Índigo, en su revista digital, han informado puntualmente de la profundidad del abismo: los permisos chuecos de Gobernación, los amparos bordeando lo ilegal de ciertos jueces, la complicidad de las autoridades municipales, el papel de ciertos exfuncionarios reconvertidos en dueños de casinos, el cobro de comisiones millonarias, los donativos a campañas electorales de todos los partidos, el apoyo de al menos un policía estatal a los sicarios que cometieron el atentado, la facilidad con que algunos de los asesinos habían anteriormente evadido la acción de la justicia por la corrupción de ministerios públicos. Un expolicía, que tras pasar por la lucha libre, se vuelve sicario. Un “jefe de plaza” apodado “el Quemado”. Un “lugarteniente” llamado “Comandante Mataperros”. El negocio del juego está mal regulado, con licencias tan costosas y difíciles que son en sí mismas la puerta de entrada de la corrupción. Y la cereza del pastel: la facilidad para lavar dinero en un ámbito en que, al no ser posible prever las pérdidas de los clientes, es sencillo fingirlas.

Reporte Índigo se encuentra en el barrio del Obispado, en una casona que bulle de actividad. Su director, Ramón Alberto Garza, exdirector de Reforma y El Norte, me recibe un jueves de cierre. Pese a que aparece cada viernes como una revista semanal por internet, Reporte Índigo lleva tres días seguidos publicando adelantos, y las exclusivas y revelaciones lo tienen sin aliento. Se respira la adrenalina de las viejas redacciones. Pide una Coca-Cola de dieta a su secretaria e intenta concentrarse en la conversación. Imposible. Debe volar a México al día siguiente en la madrugada. No tiene aún planchada la camisa de la boda a la que tiene que acudir por la noche y su chofer no contesta el celular. Eso sí, la conclusión es tajante: “El Casino Royale es la punta del iceberg.” Y todos, por una razón u otra, están atrapados en su telaraña. Bajo a la redacción para ver a Hugo Gutiérrez, su brazo derecho. La cajas de comida chatarra delatan la cantidad de horas que lleva en la oficina. Me dice que están por publicar información que demuestra que el dueño del Casino Royale había creado un grupo armado para defender sus instalaciones del crimen y que por eso lo atacaron de día, ya que sus guardias solo trabajaban de noche. La ley del Oeste. Con una mano me anota el teléfono que le pedí, con la otra me muestra una gráfica en la pantalla y con los ojos me pide clemencia: tiene que cerrar y el reloj avanza indiferente.

Salgo a la ciudad y sin darme cuenta, tras bajar el cerro donde se asienta el barrio, estoy delante del Casino Caliente de la avenida Gonzalitos. La normalidad es total. Abierto y lleno. Las pantallas con carreras de caballos y partidos de beisbol se repiten como en una pesadilla de Escher. ¿Tiene su licencia en orden? ¿Aprobó Protección Civil sus salidas de emergencia? ¿No ha sido amenazado? ¿Nadie le tose a Hank Rhon?

 

La casa que empezó por el techo

Mauricio Fernández Garza, el polémico alcalde de San Pedro Garza García, me concede una entrevista en su residencia, la famosa Milarca. La casa, que el arquitecto japonés Tadao Ando calificó como el espacio privado más hermoso del mundo, empezó por el tejado. Con veinticinco años, vio en la prensa de Estados Unidos que se vendía un techo histórico. Sin más información decidió comprarlo. Se convirtió en el orgulloso propietario de sesenta toneladas de madera. El techo, de casi cuarenta metros de largo por trece de ancho, lo había adquirido el magnate William Randolph Hearst para su castillo privado de San Diego, pero la gran depresión lo obligó a venderlo sin haberlo instalado. Pertenecía a la nave de la iglesia de la Universidad del Rosario de Almagro, en La Mancha, y es un ejemplo perfecto de arte mudéjar. Para transportarlo de Carolina del Norte, donde lo tenían arrumbado sus dueños, a una bodega de Monterrey, tuvo que rentar doce tráileres e introducirlo despiezado después de trámites kafkianos en la aduana de México. El techo es un elemento más de una casa que tiene otros dos techos históricos, la mayor colección de fósiles del mundo o la espada de Hernán Cortés. Desde la terraza, con una alberca que remata un arco gótico original, es fácil entender, que no compartir, su visión del mundo. Con un ingreso per cápita de cuarenta mil dólares anuales, cifras superiores a las de Canadá, y con más egresados en finanzas y mercadotecnia de universidades norteamericanas que ninguna otra localidad del mundo, San Pedro Garza García, en las boscosas estribaciones de la Sierra Madre, puede darse el lujo de empezar por el techo, como la casa de su alcalde. Esto es, despedir a todos sus policías y contratar cuantos necesite, superando cómodamente el índice recomendado por la ONU. Montar un servicio de  inteligencia municipal. Llevar un escandaloso registro  de los trabajadores domésticos. Incluso el alcalde propone una rebaja en la edad penal hasta los doce años. Por no hablar de los rumores que corren sobre “un grupo de rudos” al servicio del alcalde. Con índices de aprobación de más del ochenta por ciento, según diversas encuestas, Fernández Garza puede presumir de cero secuestros en lo que va del año y solo dos asesinatos, frente a los cuarenta semanales  del resto del área metropolitana de Monterrey. Obviamente, el “método” del alcalde-sheriff no es extrapolable.

Parte del éxito lo debe a una recaudación histórica en su primer año de mandato. Descubrió que muchos de los hombres más ricos de la entidad, algunos vecinos suyos finca con finca, llevaban años si pagar el predial, impuesto que cobran los municipios y que es básico para cuadrar sus cuentas: “Cosas de sus abogados para justificar la chamba”, me dice para exculparlos. Y los amenazó con publicar sus retrasos en el suplemento de vida social Sierra Madre, que edita El Norte para los suscriptores de ese municipio. Santo remedio: una cosa es defraudar al fisco, una abstracción molesta, y otra muy distinta ser la comidilla del Club Campestre.

El triunfo del dinero fácil

Justamente una de las quejas que escuché durante la cena en casa de un prominente empresario fue lo profundamente que han cambiado los valores de la sociedad regia y cómo el dinero fácil y la ostentación son ahora las divisas, de las que el Sierra Madre es solo un síntoma. De una persona como Eugenio Garza Sada, cuya figura sigue gravitando en la vida regiomontana, que se sabía el nombre de todos los operarios de su cervecería, a una cultura del nuevo rico que gusta de presumir los quince años de su hija con artistas de la farándula, bodas en enclaves exóticos (avión privado incluido para los invitados) o bautizos con mil asistentes (cardenal incluido). La vida como una excusa para una permanente pool party. “Y esa cultura del dinero fácil enmascara a no pocos delincuentes que dignifican su dinero en las páginas de sociedad”, remata enérgica la anfitriona, cuya máxima es que sus hijos no crezcan como juniors, ajenos a su ciudad y sus problemas. El narco entró en sus escuelas, deportivos, restaurantes. ¿Habrá entrado también en sus negocios?

Lo mismo piensa el arquitecto Ricardo Padilla, cuyo esfuerzo fundamental está en su asociación civil Reforestación Extrema y cuyos intereses pasan por la mejora del trazo urbano, el espacio público y el transporte masivo, tres de las carencias del modelo de desarrollo en Monterrey. Problemas que la Encuesta de Cultura Ciudadana, que se ha aplicado en otras grandes ciudades de Latinoamérica, pone de manifiesto. Por ejemplo, Monterrey es la ciudad en la región que tiene el mayor uso de automóvil privado, con más de un tercio de los desplazamientos en ese medio. Y, como me confirma González-Aréchiga, “empieza a ser habitual que la gente desperdicie en su automóvil más de dos horas al día transportándose a su trabajo”.

Pero quizá lo que más llama la atención de la encuesta es que, si bien casi dos tercios de los regiomontanos se sienten orgullosos de su ciudad, más de la mitad estarían dispuestos a infringir la ley si esa es la única manera de ayudar a su familia. Es decir, la responsabilidad ciudadana acaba cuando empiezan las necesidades de los parientes, lo que puede ser la puerta de entrada para justificar lo injustificable. La desafección hacia la autoridad es alarmante y obviamente los responsables no son los ciudadanos: una cuarta parte de la población piensa que su ciudad es insegura porque los organismos de seguridad no son confiables y a cuatro de cada diez no les gustaría tener de vecino a un policía. Además, uno de cada cuatro regios está de acuerdo o completamente de acuerdo con portar un arma para defenderse.

 

El peso de la historia

Para hablar de la permanencia de esta moral tradicional en la ciudad más moderna de México y entender sus claves históricas, me reúno con el historiador César Morado, director del archivo histórico de Nuevo León y coautor de una de las pocas monografías sobre la historia de Monterrey. Para Morado, la lógica de Monterrey es la lógica de la frontera. No en su fundación ni en su transcurrir colonial, cuando era un enclave inestable y poco importante, subsidiario de Saltillo, sino a partir de la derrota mexicana en la guerra con Estados Unidos de 1846, y la pérdida de la  mitad del territorio, lo que volvió a una villa perdida en  la inmensidad del Norte un punto estratégico en la frontera con Texas. A esta singularidad repentina contribuyó decididamente la Guerra Civil americana, cuando las escuadras de Ulysses Grant cerraron los puertos fluviales de los secesionistas y estos buscaron dar salida a su algodón a través de México. Y desde luego en el Porfiriato, cuando la ciudad crecía al diez por ciento anual y desarrolló toda una cultura industrial, basada en la cerveza, el cemento y el acero. Clave de esto fue la inteligente política de excepciones fiscales del gobernador Bernardo Reyes.

La Revolución descarriló este proceso, y las grandes industrias se adaptaron a regañadientes a la nueva realidad, incómodas sobre todo con el apoyo a las cooperativas de obreros del régimen de Cárdenas y su idea de una educación socialista. No en vano fue uno de los centros urbanos que más decididamente apoyaron la candidatura de Almazán y la creación de Acción Nacional. Con Ávila Camacho, pero sobre todo con Miguel Alemán, se inició un periodo de estabilidad que duró hasta Echeverría. De 1942 es el famoso discurso de Alfonso Reyes “Los regiomontanos”, a los que califica de “héroes en manga de camisa” y “paladines en blusa de obrero”. Si exceptuamos la agria disputa contra la imposición, en 1962, por el gobierno de López Mateos, del libro de texto único, que movilizó en las calles de la ciudad a trescientos mil regios, se trató de un matrimonio de conveniencia entre el centro y la Sultana del Norte: la industria, favorecida por el control de las importaciones y la energía subsidiada, se ramificó y creció a ritmos de la actual China. Monterrey pasó a representar por sí solo el diez por ciento del producto interno bruto del país y ahí nacieron las grandes organizaciones empresariales de todo el país, empezando por la Coparmex. El populismo de Echeverría, el desorden en las finanzas públicas y las devaluaciones arruinaron ese de por sí tenso acuerdo. El intento de secuestro y asesinato, en 1973, por parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de Eugenio Garza Sada, dueño de la Cervecería Cuauhtémoc y fundador del Tec de Monterrey, entre otros emblemas de la ciudad, desató una sorda indignación y profundizó un desapego del centro que aún continúa. López Portillo intentó reconciliarse con la industria de Monterrey a través de la Alianza para la Producción, pero el caos económico de su gobierno y la nacionalización de la banca en 1982, que en buena medida estaban en manos de financieros e industriales de Monterrey, llevaron las cosas al borde del rompimiento. Con Salinas, hijo predilecto de Agualeguas, Nuevo León, pasó de la euforia a la decepción: de recuperar la banca a tener que saldarla en el extranjero tras el mal llamado “error de diciembre”.

Esta difícil relación con el poder central explica el auge del PAN en el estado y el decidido apoyo de los empresarios de Monterrey a Vicente Fox en su empeño por “sacar al PRI de Los Pinos”, mientras sus verdaderos esfuerzos se concentraban en lograr competir en un mercado abierto. Es ahora, azorados por la ola de violencia criminal, cuando vuelven los ojos a su edén subvertido por la metralla e intentan rescatarlo. Y por ello impulsan diversos organismos ciudadanos, como el CCINLAC (Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo León, A. C.) que encabeza Miguel Treviño y que no solo hace propuestas concretas de buen gobierno sino que mide la eficacia de las autoridades con base en parámetros objetivos.

Esta historia generó una mentalidad emprendedora  en el grueso de la población y una moral del esfuerzo  más próxima a la cultura de Texas que al centro de México, explicable también por la ausencia de grandes culturas indígenas y de un importante legado colonial, cargas de profundidad y atavismos sin los que es imposible entender la mentalidad del centro y sur del país. Un abismo separa esta lógica con la visión que de la riqueza se tiene en el centro, donde se ve como una gracia, o concesión, que otorga el poder político. Un verbo la define: “jalar”, sinónimo de trabajar. Por eso, cuando una protesta cierra una calle, no pocos automovilistas insultan a los manifestantes con una frase: “Ya pónganse a jalar.” Es decir, la salida está en el trabajo individual y no en la protesta colectiva. Por eso, llevar a dos mil personas  a la Macroplaza para protestar contra los políticos, como sucedió el primer domingo de septiembre, en palabras de una de sus organizadoras, Tatiana Clouthier, “es un gran triunfo”.

El problema para César Morado es que esta imagen de Monterrey como un enclave emprendedor es una construcción con una parte de verdad y otra hecha de mitos, que simplifica una realidad más compleja. Como me dijo González-Aréchiga, Monterrey se diversificó, los servicios son ahora el motor de su economía y el peso relativo de las grandes empresas ha disminuido; además, no hay que menospreciar el peso que la población inmigrante tiene en tejido social.

La ola criminal

Nadie de las decenas de personas con las que conversé durante mi estancia en la ciudad de Monterrey desmiente la información oficial: la espiral de violencia es producto de la ruptura entre el cártel del Golfo y Los Zetas a principios del 2010. Pero para entender el alcance de este rompimiento es necesario ir atrás. Monterrey es históricamente un enclave estratégico para dominar la frontera de Texas, pero a diferencia de Nuevo Laredo, Matamoros o Reynosa, cuyo único valor es el de garita de paso, Monterrey es un centro financiero de tal magnitud que es posible lavar grandes cantidades de dinero sin levantar sospechas; además, tiene universidades y barrios residenciales en donde las familias de los narcos pueden pasar inadvertidas y un nivel de riqueza que, por una parte, genera un público no despreciable para el consumo de cocaína y, por la otra, es un botín económico en sí mismo para la extorsión, el secuestro o el robo de casas y coches. Sumando diversas fuentes, se puede inferir que el cártel del Pacífico les encargó a los Beltrán Leyva el control de la plaza y que el cártel del Golfo hizo lo mismo con su brazo armado, Los Zetas. Una vez en Monterrey, estos grupos se vieron seducidos por el poder y la riqueza de la Sultana del Norte y rompieron con sus respectivos jefes. Los Beltrán Leyva fueron desarticulados por sucesivos golpes de la policía federal y ahora sus fuerzas se concentran aparentemente en otras partes del país, pero la guerra entre “Golfos” y Zetas por Monterrey es despiadada: de un estado que tenía un promedio de doscientos asesinados al año, pasó a ser uno donde se asesina a más de dos mil. Y donde los delitos del fuero común han crecido exponencialmente.

Lo grave no es solo la lucha entre dos grupos rivales, sino que ambos actúan bajo el amparo de policías municipales y con el respaldo de jueces y ministerios públicos también a sueldo. Además, pasar grandes cantidades de cocaína a los Estados Unidos requiere de una infraestructura y de un “músculo económico” que no es fácil de mantener cuando se está en mitad de una guerra fratricida, de ahí la necesidad de hacerse con recursos fáciles y rápidos y pasar al asalto directo de la ciudadanía. Cada esquina en que se vende droga es una trinchera de esta guerra y todos los locales comerciales, sobre todo en giros de la noche y el juego, un botón potencial para la extorsión y el cobro “de piso”. Como me explicó Fernando Elizondo, excandidato del PAN al gobierno del estado: “estos grupos arman a antiguos pandilleros de poca monta de los barrios marginales con armas largas y un salario fijo, y así, de un problema de marginalidad y exclusión social, se pasó a escenarios que no es gratuito calificar de bélicos”. Toma de calles, “ejecución” de rehenes, guerra psicológica, colgados, “encajuelados”, “encobijados”: una gramática del terror que estremece. Además, no se trata, de acuerdo con Tello, de grupos que otorguen una credencial, lo cual hace que otros delincuentes comunes actúen por imitación y que las traiciones y asesinatos dentro de cada facción sean constantes. La ley de la selva.

Una de las cosas que más me impresionó de la conversación con Jorge Tello fue la historia de unos policías de Cerralvo que al ser detenidos por la policía confesaron que lo único que le pedían a Dios es que la Marina o el Ejército los mataran “en combate”, para al menos morir dignamente y escapar del horror que les obligaban a hacer sus nuevos “jefes”: asesinar al azar al primer peatón que cruza la calle para demostrar lealtad o despellejar vivo a uno de cada diez compañeros para abortar cualquier atisbo de delación. Lo mismo me dijo el coronel Enrique Alberto San Miguel Sánchez, secretario de Seguridad Pública del municipio de Guadalupe: “No se imagina usted lo crueles que pueden llegar a ser cuando tienen a un hombre desarmado en sus manos. Ahora, si uno los enfrenta, aunque sea con una simple pistola, entonces son unos cobardes.”

 

El coronel y la locutora

La historia de la alcaldesa de Guadalupe es esclarecedora. Cuando llegó a la presidencia municipal Ivonne Liliana Álvarez García, nadie daba un céntimo por su gestión. Exdiputada local del PRI y extitular de Desarrollo Social del municipio, su trayectoria profesional venía de la televisión privada, como conductora de programas  de entretenimiento, lo que en México quiere decir vacuidad y frivolidad en estado puro (circula incluso un video en la red donde se la ve instruir a la audiencia en el arte de comer un plátano). Sin embargo, cuando llegó a su despacho descubrió que tenía dos opciones: “mirar para el otro lado” o “entrarle de lleno al tema de la seguridad”. La mayoría de los alcaldes, comprensiblemente, me había dicho Tello, optan por la primera: “solo van a estar tres años en el cargo y nadie quiere perder inútilmente su vida”. Ella, no. Tras cinco meses se dio cuenta de que  su secretario de Seguridad, un policía civil de toda la vida en la corporación, era un corrupto. Lo despidió (ella usa un eufemismo: “ya no compartíamos los esfuerzos”) y buscó, a través de la Secretaría de la Defensa Nacional, a un titular para ese cargo clave. Pese al discurso oficial de la guerra contra el narco como prioridad, y pese a tratarse de uno de los municipios más calientes del país, la Defensa tardó casi nueve meses en darle una respuesta, y lo hizo por la presión que la alcaldesa ejerció a través de la Cuarta Región Militar del país, con sede en Nuevo León.

Fue entonces cuando apareció en el municipio el coronel retirado Enrique Alberto San Miguel Sánchez, un hombre robusto de suaves modales y voz dulce que dice, sin apenas mediar pregunta, que “odia a las personas corruptas”, “cáncer de México”. Su objetivo, “crear un verdadero espíritu de cuerpo en su corporación” y que lo vean como un “líder no por el escritorio sino por ser uno más de sus propios hombres en el trabajo de calle”. Nunca antes había tenido la extraña sensación de hablar con alguien que podría estar asesinado para cuando los lectores de la revista lean estas líneas. Le han arrojado cuerpos de colaboradores descuartizados a las puertas de su oficina y ha enfrentado toda suerte de atentados con granadas y armas largas. La alcaldesa y el coronel dieron de baja, en números redondos, a cerca de seiscientos cincuenta  de los ochocientos policías con que contaba el municipio, y han logrado “fincarles responsabilidades penales”, eufemismo de meter a la cárcel, a setenta de ellos. En turnos de veinticuatro por veinticuatro horas, ciento cincuenta policías honestos, que pasaron todos los controles de confianza, apoyados por un cuerpo reducido de exmilitares en labores de policía que logró reclutar el coronel, han logrado bajar los índices delictivos de un municipio de setecientos mil habitantes, en el cinturón urbano de la ciudad de Monterrey.

El ejemplo de Guadalupe toca consideraciones cruciales: ¿mando único para crear 32 policías estatales, una inevitable pirámide burocrática, o una policía confiable en cada municipio? ¿Para cuándo se instaurará la reelección de los alcaldes, que permita a los ciudadanos apoyar proyectos de transformación con su voto? ¿Qué garantiza a los pequeños comerciantes y obreros de Guadalupe que el próximo alcalde vaya a resistir la extorsión? ¿Si mañana leemos en la prensa que fue asesinado el Director de Seguridad de Guadalupe, Nuevo León, nos extrañaría? Si sobrevive, ¿qué va a pasar con el trabajo del coronel San Miguel?

Visita a un pueblo fantasma

Recorro el Barrio Antiguo un sábado por la noche, acompañado de Ximena Peredo, líder social de diversas agrupaciones que reclama un análisis profundo de las verdaderas causas de la situación de su estado desde su columna en la prensa local; David Pulido, uno de los promotores de la organización civil Pueblo Bicicletero, y Claudio Tapia Salinas, exfuncionario público, quien dejó el Distrito Federal por Monterrey, adonde llegó como delegado de la Secretaría de Hacienda y renunció a sus cargos públicos para significarse como luchador social del estado, entre sus causas más importantes está la protección de la reserva forestal de La Pastora, en el cerro de La Silla, donde la Semarnat y el municipio de Guadalupe han otorgado ya los permisos y licencias a FEMSA para construir un nuevo estadio para los Rayados del Monterrey.

La distancia entre defensores y detractores del proyecto es insalvable. Vidal Garza Cantú, director de la Fundación FEMSA, habla de los alcances de un proyecto que va a regenerar una zona deprimida de la ciudad, ayudar al propio bosque de La Pastora con un andador ecológico y un rescate integral del zoológico; me asegura que no se va a talar ningún árbol –“si acaso trasladar algunos cientos”– y que la recuperación económica del proyecto es a largo plazo, más de cincuenta años, por lo que descarta el afán mercantil como motivación. La alcaldesa de Guadalupe me aclara que ella simplemente esperó a que la Semarnat diera su visto bueno al impacto ambiental del proyecto antes de conceder la licencia de uso de suelo. Y Tapia, Peredo y Pulido insisten, con vehemencia, en que se trata de un proyecto ecocida, cuya melodía es el poder del dinero.

Durante nuestro recorrido nocturno son como tres guías de turismo arqueológico por un pueblo fantasma que se detienen ante cada local para explicar su historia, la vida que los animaba, los grupos que tocaban, las mesas improvisadas que llegaban hasta la calle. Me acuerdo sin querer de Jorge Manrique: “¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían?” Me quedo petrificado ante una fachada baleada (el célebre Café Iguana, epicentro de la movida rock de la ciudad), unos postigos echados (“el local era de una francesa que lo cerró cuando unos adolescentes la amenazaron con una pistola en el cuello”), unas cancelas rotas. En los pocos lugares abiertos somos los únicos clientes. El miedo se palpa en el ambiente. Noto su aprensión creciente conforme nos alejamos del coche. Calles sin luz, camionetas a baja velocidad, ni una sola patrulla, ni un solo soldado, pese a la llegada de tres mil efectivos de refuerzo tras el atentado del Casino Royale.

Lo grave del centro, me habían dicho los empresarios que me invitaron a cenar a su casa, es que con su muerte repentina se acabó uno de los pocos espacios de convivencia interclasista de la ciudad. Para Ximena Peredo, lo que hay detrás de este abandono es un intento de expulsar a los viejos residentes del centro y comprar a precio de ganga sus casas para especular con ellas cuando las cosas se calmen. No comparto su teoría, pero en la sección de avisos inmobiliarios de la prensa al día siguiente descubro una casa de seis habitaciones, cuatro baños y ¡diez lugares de estacionamiento! a la venta por un millón escaso de pesos. Por la misma casa, en San Pedro, no se paga ni el enganche.

La fantasmal noche remata en La Nacional, en la calzada Madero. El bar, que nació en 2003 en pleno auge de la vida nocturna, quiere rescatar la tradición cantinera pero con un toque de sofisticación en la cocina que estiliza platos típicos, como los tacos de perro atropellado o la barbacoa, y los combina con perejil frito o alcachofa asada. Los precios son accesibles. El lugar cuenta con estacionamiento. Es sábado en la noche. La decoración es sobria y acogedora. La música deja hablar. Somos los únicos clientes.

Al día siguiente, Daniel de la Fuente, reportero de El Norte, me manda un enlace con la noticia de la última balacera en el centro, pocas horas después de que dejamos el lugar. Fue el propio Daniel quien me contó esta historia. Él va todos los fines de semana a un parque de la colonia Cumbres a tomar café con amigos mientras sus hijos se entrenan de boy scouts en el mismo lugar. Una mañana, mientras hacía trabajo de reportero gonzo como forense, lo llamaron a levantar los cadáveres de unos jóvenes asesinados en un ajuste de cuentas entre narcomenudistas. En cuanto se abrió la puerta de la carroza fúnebre reconoció el parque. El cuerpo de uno de ellos estaba en el árbol en que el sábado anterior había estado jugando con sus hijos. Por primera vez en su vida de reportero curtido en la calle sintió miedo.

En la colonia Independencia

Si uno entrecierra los ojos en San Pedro Garza García y deja volar la imaginación, podría estar en Canadá. En la colonia Independencia, aunque uno los cierre con fuerza, no puede escapar de África. En la llamada Loma Larga y a cinco minutos en coche de la Macroplaza, la colonia Independencia ocupa la barrera natural que separa Monterrey de San Pedro. Más arriba en el cerro hay otras colonias aún peores, como La Risca. Vinculada a la ciudad como barrio marginal desde los tiempos de Fundidora, hace más de un siglo, cuando se le conocía como San Luisito, en la Indepe está la Basílica de Guadalupe y la tradición de Semana Santa más viva. No es recomendable ir solo ni adentrarse demasiado. Con cerca de setenta mil habitantes, es el barrio marginal más grande de todo Nuevo León. Muchos de sus jóvenes trabajan para los cárteles que se disputan la ciudad, en los rangos más bajos, de “halcones” o sicarios. Las ráfagas de metralleta son habituales.

Indira Kempis llegó a Monterrey desde su natal Morelos para estudiar en el Tec el doctorado en ciencias políticas, como miles de graduados. Tras el asesinato por parte del Ejército de dos estudiantes a los que confundió con delincuentes, hecho que significó la renuncia como protesta del respetado rector Rafael Rangel Sostmann, empezó a organizar a grupos de estudiantes para manifestarse contra la inseguridad. Para alguien que nació en Anenecuilco, el pueblo de Emiliano Zapata, de tez morena, traje de manta y una curiosa mezcla de ancestros judíos e indígenas, Monterrey era un enigma del que se sentía excluida hasta que vio la fuerza que podía tener la organización de los estudiantes en redes sociales. Su activismo es pragmático: prefiere hacer el bien concreto, aunque sea formando parte de ciertos programas públicos, que la soflama redentora. Por ello, cada fin de semana pone en la escalinata del Palacio de Gobierno cientos de pares de zapatos vacíos, en alusión a las víctimas civiles del conflicto, pero entre semana trabaja en talleres de teatro y danza para los niños de las colonias más desfavorecidas. Es ella quien me organiza una visita a la colonia Independencia.

Édgar Olaiz, coordinador de Programas Sociales de la Secretaría de Desarrollo Social de Nuevo León, con rango de subsecretario, está empeñado en repetir la experiencia de radical transformación de Medellín, Colombia, en su ciudad y tiene un proyecto piloto en esta colonia. Lo acompaño en un recorrido de trabajo, junto a Gabriel Todd, subsecretario de Desarrollo Urbano. El director de la secundaria número dos Ignacio Morones Prieto es nuestro guía. Pero ni él mismo acaba de entender qué paso. Con casi setenta años y a punto de jubilarse, y tras pasar por diversas y tranquilas escuelas rurales, la llegada a la secundaria de la Indepe constituyó un pequeño cataclismo personal: grupos saturados, pleitos, navajazos, deserción temprana, indisciplina, instalaciones ruinosas. Hoy la situación es tan diferente que el profe Mauro no sabe explicarla. El terrenal de piedras donde jugaban es una cancha de futbol rápido con pasto artificial. Unas aulas abandonadas son talleres vespertinos para las madres de familia. El descampado insalubre donde se llevaban a cabo las ceremonias cívicas y recreativas es un lugar dignamente techado y asfaltado. “Se acabaron los grafitis y los pleitos.” Como la visita no estaba preparada, doy fe de sus palabras. Los alumnos no logran aún subir su nivel académico –“que vengan todos los días a la escuela es ya un triunfo”, dice– pero la escuela es por primera vez “un lugar de contención de la cultura del crimen”.

Subimos a la explanada de las bombas, lugar que creó Bernardo Reyes en 1909 para almacenar agua potable.Encima de este lugar, que sirve de parque a los vecinos, se está levantando un centro comunitario de grandes dimensiones, como los parques-bibliotecas de Colombia, con canchas deportivas, salones de actos, biblioteca, talleres y demás. Sin bardas que lo aíslen del barrio, como se hace en Medellín, y con dignidad estética, el proyecto lo ganó un grupo de estudiantes de arquitectura del Tec que quería contribuir a la transformación de su ciudad. Con una capacidad inmensa en sus seis hectáreas de terreno, la esperanza de Olaiz es que se convierta en un punto de encuentro de todos los vecinos y que ninguna banda de las que ahora mismo se disputan a tiros las calles de la colonia se lo adueñe. Hay un trabajo de campo para lograr eso, me explica Todd, con énfasis en lo deportivo. El recorrido termina en la Casa del Exboxeador, en la calle Tamiahua. Antes un jacal sostenido con palos en  un terreno donado por un exalcalde como una dádiva personal en una zona de “alta exclusión social”, eufemismo de amoladísima, hoy un gimnasio digno, con cuartos para exboxeadores que no tengan dónde vivir (la marginación de ese mundo es inmensa), un salón de memorabilia encabezada por Lauro Salas, primer campeón del mundo neoleonés, y un ring profesional en el que se entrenan treinta varones  y doce mujeres cada día.

El siguiente paso, me dice Olaiz, es conseguir que el gobernador “compre” la idea del teleférico, que uniría la Macroplaza con San Pedro Garza García, con dos o tres estaciones en la colonia Independencia. Así, dejaría de ser un barrio inaccesible. El proyecto uniría el barrio  de oficinas públicas con el barrio residencial de la ciudad de  manera ecológica y rápida, y tendría un gran atractivo turístico. Podría ser el detonador de otros proyectos, como la restauración de la basílica de Guadalupe o la construcción de un santuario en la parte más alta de la loma, con una vista única de Monterrey, como el Cristo del Corcovado en Rio de Janeiro. “El problema es que el huracán Alex nos dejó sin recursos, dice Todd, todo lo tuvimos que gastar en restaurar la ciudad, lo que aún no se logra plenamente.”

La guerra política

A la destrucción del huracán Alex en 2010 y la crisis de seguridad provocada por la guerra entre “Golfos” y Zetas hay que sumarle una sorda disputa política que tiene de cabeza a las instituciones del estado y la ciudad. Aquí no se trata de la sana alternancia entre partidos, sino de una batalla por dominar un estado clave de cara a las elecciones del 2012, en la que las diversas familias políticas que lo integran toman sus posiciones y forman alianzas contra natura.

Este tejemaneje cínico, denunciado por figuras tan respetadas en el estado como Fernando Elizondo, produce malestar fuera de los círculos políticos. A Javier Treviño, secretario de Gobierno del estado, le pregunté si era consciente del nivel de desafección que tenía la ciudadanía hacia su clase política. Y no solo por las marchas y protestas semanales, algo insólito para Monterrey, ni siquiera por las reiteradas ocho columnas de los medios locales pidiendo la renuncia ya del gobernador, ya del alcalde, sino porque actores tan trascendentes como los grandes empresarios habían alzado la voz y habían dicho “Ya basta” en diversos escenarios. El más comentado, el discurso de José Antonio Fernández, presidente de FEMSA, en la entrega de los premios Eugenio Garza Sada en el Tec de Monterrey el jueves primero de septiembre. Fernández dijo que si las cosas no estaban peor era porque a los delincuentes no les interesaba. Lo que no se comentó en la prensa, y que vi con mis ojos, fue el aplauso de pie que le tributó un anfiteatro lleno a rebosar de jóvenes estudiantes. Treviño me explica, como corresponde a su cargo, que están trabajando todos los días para recuperar esa confianza. Y me presenta los cuatro “pilares” en que se sostiene la acción del gobierno: mejorar la relación con el poder federal, construir una nueva policía,  transformar el marco jurídico del sistema penal y una fuerte inversión social. La conversación tiene lugar en un anexo de su oficina, en una sólida mesa de madera para al menos veinte comensales, cada lugar con un lápiz afilado, un blog de notas y una botellita de agua. Es obvio que alguna importante reunión está por tener lugar en cuanto deje de quitársele su tiempo al político de más alto rango del estado, exceptuando al gobernador. Cuando le pregunto si se arrepiente de trabajar en el gobierno –tenía una trayectoria brillante en el sector privado– me dice que no con convicción. Pero al acompañarme a la salida de su despacho en el Palacio de Gobierno me comenta con humor: “Antes tenía pelo, pero en esta oficina me estoy quedando calvo.”

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Muchas de las personas con las que hablé en Monterrey acuden a fábulas para intentar comprender lo que está pasando. Una que escuché un par de ocasiones, por increíble que parezca, como si su moraleja se hubiera lexicalizado, cuenta que si uno ve una rata esconderse en un basurero de la calle, no se inmuta: es el lugar en que debe estar; si la ve cruzar el jardín de su casa, anota en su agenda hablar al fumigador el lunes; pero si la descubre bajo la cama, no duerme hasta darle caza. Algo así sucede en Monterrey hoy, como en muchas otras ciudades de México. Con una salvedad: la ratas eran parte de la familia y pedían su cereal cada mañana. Apenas ahora, tras once años de alternancia, estamos dándonos cuenta de lo que significó el concordato entre el crimen y el viejo régimen y cómo sus estructuras más profundas se resisten violentamente a cualquier cambio. No tenemos ni las instituciones ni el marco legal ni la claridad estratégica ni la voluntad colectiva para hacer frente a esta “casa tomada”. De hecho, Monterrey es la ciudad mejor preparada para dar esta batalla. Por su tamaño, cohesión social, riqueza, cultura emprendedora. Por construir en mitad del desierto la ciudad más moderna y próspera de México.

De regreso al aeropuerto, una clara mañana de domingo, me pregunto qué le pasaría a México si la batalla de Monterrey se pierde. Muchas de las cosas que vi me inducen a pensar que esto no va a suceder: demasiada gente talentosa reunida, aun en el desacuerdo, como para dejar su ciudad y su estado en manos de los criminales, por más que tengan cómplices en el poder y en la sociedad.

En España, aparta de mí esta cáliz, César Vallejo se preguntaba sobre el destino del mundo si la República española perdía la guerra civil: “Si España cae –digo, es un decir–”… Y no puedo quitarme de la mente esta idea: Si Monterrey cae –digo, es un decir–. ~

Yo quiero ser presidente

Indira Kempis

No he conocido a alguien valiente capaz de levantar la mano. Ni siquiera en los sueños de los niños como en aquella canción original de Miguel Mateos, “¿qué vas a ser cuando seas grande?” He hecho esta pregunta en algunas zonas de mayor conflicto y violencia del norte del país, la respuesta no dista mucho del narcotráfico y no es alentadora. Pocos son los que quisieran estudiar una carrera y menos aquellos que pudieran dirigir su imaginación de residir en Los Pinos. Continue reading Yo quiero ser presidente

Sabina Berman o la inteligencia del corazón

Gabriel Contreras

Su novela “La mujer que buceó dentro del corazón del mundo” es todo un suceso. Sus páginas se leen en las mesas de café, se comentan en las plazas de la Condesa, en el Aeropuerto de Guadalajara, en las bibliotecas más exclusivas y las más elementales.

“La mujer que buceo dentro del corazon del mundo” es una obra de grandes ambiciones y grandes logros. Hasta el momento ha sido traducida a ocho lenguas y se vende ya en once países. Lo que sigue es colocarla en trece paises más, según nos cuenta su autora con un entusiasmo que se le sale por los poros.

La protagonista de esta obra de ficción, nos dice Berman, es una mujer autista, y su firmante y creadora es psicóloga y escritora. Berman ha asumido esta oportunidad artistica como un reto muy particular: “la posibilidad de dialogar con lo no-humano”. Continue reading Sabina Berman o la inteligencia del corazón

Ciencia y tecnología, primer punto de la agenda

Gabriel Contreras

Escasa densidad, débil compromiso ante un potencial debate intelectual de altura, ausencia de ideas innovadoras y ligadas a cuestiones científicas y tecnológicas. Estas son algunas de las invariables que nos dibujan el perfil del debate rumbo al cambio presidencial en México. Así nos conducen a pensar los personajes integrados en esta breve encuesta, todos ellos comprometidos desde distintas plataformas de pensamiento con puntos claves nuestra historia contemporánea. Jorge Castañeda, Pedro Salazar, Guadalupe Loaeza, Otto Granados… Todos ellos dueños de opiniones sólidas y dotadas de cierta influencia e interés público.

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