Rodrigo Soto
La situación de violencia e inseguridad es un tema que afecta no solamente a Nuevo León y a México, sino a diversos países del orbe. Además tiene un elevado costo económico, pues solamente en México, la inseguridad equivale a 1 billón 950 mil millones de pesos, es decir 15 puntos porcentuales del PIB del país en 2010, según cifras de diversos organismos no gubernamentales y privados, presentados por Israel Rodríguez en escrito de La Jornada.
Lo anterior resulta alarmante pero para darnos una idea un poco más clara del problema, debemos seguir comentando los datos presentados por Israel Rodríguez, pues nos dice que el Centro de Estudios del Sector Privado (CESSP), calcula que el costo de la violencia es mayor a los 15 puntos porcentuales del PIB y al compararlo, resulta más del doble de lo que el país gasta en educación al año.
Para atacar este problema, es necesario comprender sus raíces, con el fin de ofrecer soluciones concretas que tengan impacto real. Una vertiente que puede explicar el fenómeno de la inseguridad y parte de la violencia, es la conocida Teoría de la venta rota, misma que fue desarrollada por los científicos sociales James Q. Wilson y George L. Kelling y que analiza los efectos del desorden urbano y el vandalismo ligados a la aparición y aumento de crimen y comportamientos antisociales.
Existe documentación del psicólogo, Phillip Zimbardo, que estando en Stanford, llevó a cabo un experimento, publicado en artículo en The Atlantic titulado “Broken Windows”, para comprobar la teoría antes mencionada, el cual consistió en dejar un automóvil sin placas estacionado, con el cofre levantado, en una calle del Bronx en Nueva York y otro automóvil, con las mismas características y variables, en una calle en Palo Alto, California.
El automóvil en el Bronx fue atacado por vándalos a los 10 minutos de ser estacionado y después de 24 horas, prácticamente todo lo de valor había sido removido, para que posteriormente viniera la destrucción del mismo, le rompieron las ventanas, algunas otras partes desmembradas, etc. Mientras que el automóvil de Palo Alto, en California, se mantuvo intacto una semana, hasta que Zimbardo entonces rompió uno de las ventanas y otras partes del auto, abriendo paso a que otros actos de vandalismo se presentaran y también quedara el auto destrozado. Curiosamente, y a pesar de lo que se pueda pensar, en ambos casos los vándalos principales o más recurrentes fueron de raza blanca y aparentemente de clase media.
La experiencia y conclusión del experimento es que una vez que las normas o barreras sociales se han sobrepasado, en este caso el cristal roto, la percepción de propiedad abandonada y descuidada, da pie al vandalismo en cualquier ciudad, de cualquier nivel socioeconómico. Siendo la única diferencia el tiempo de ataque o surgimiento del vandalismo, que puede variar a razón de la zona en donde se deje la propiedad, en este caso el auto, y el sentido de que nadie se preocupa y que nadie lo va a reclamar cuando esa propiedad está dañada o violada en su seguridad, como es el caso de la venta rota.
Nuestra mente asocia ese vehículo abandonado como una cosa que no tiene dueño y que podemos usar y explotar a nuestras anchas, además de que si está dañado, invita a que continuemos ese ataca de vandalismo por mera diversión u ocio, ligado a comportamientos sociológicos de inestabilidad emocional y de una falta de sentido de pertenencia a una comunidad.
Otra asociación mental en algunos seres humanos, investigada por Nathan Glazer, sociólogo estadounidense, publicado también en el mismo artículo en The Atlantic, habla de que la proliferación del grafiti, a pesar de no ser obsceno, por ejemplo en el metro de cualquier ciudad, hace pensar al usuario de este sistema de transporte que va a enfrentar un ambiente fuera de control y que no puede ser controlado, además de que cualquiera puede infringir la ley y hacer lo que le plazca.
Sin embargo, antes de dar por sentada una verdad, es necesario remarcar que la Teoría de las ventanas rotas ha sido cuestionada por diversos medios e investigadores, pero la prueba fehaciente de su certeza y credibilidad radica en que en un estudio hecho por Kees Keizer y algunos colegas de la Universidad de Groningen, en donde diversos experimentos controlados trataron de determinar el efecto de algún desorden social, como el tirar basura o el grafiti, pueden ser detonantes en el aumento de la incidencia y la aparición de nuevos crímenes, así como comportamiento antisocial.
En el desarrollo del experimento crearon dos situaciones, seleccionando diversas áreas urbanas, en donde una se tenía controlada bajo el esquema de orden y limpieza, logrando que no existieran casos de grafiti, ni de ventanas rotas. Mientras que otra locación dio la impresión de que a nadie le importaba y estaba olvidada, dando paso a que surgieran grafitis, ventanas rotas y otros tipos de vandalismo. Las conclusiones de este trabajo, fueron publicadas en Science, argumentando que un ejemplo de desorden social como el grafiti o el tirar basura, puede de hecho alentar a otro tipo desorden social o crimen como es el robo o asalto.
Después de leer lo anterior, considero necesario mencionar que nos resulta de vital importancia el detectar cualquier comportamiento antisocial o cualquier desorden social, es decir: identificar nuestra “ventana rota” y repararla, con el fin de que ésta no sea la detonante del surgimiento y posible aumento de nuevos actos de vandalismo que resulten en crímenes de mayor envergadura.
Considero que muchos seres humanos se sienten fuera del sistema de la sociedad actual, otros se sienten repelidos y rechazados por la misma sociedad y en ese afán de gritar que también existen y denotar que así es, se lanzan a contra corriente para romper reglas y rebelarse ante un sistema represivo, desde su punto de vista, y obtener así su libertad.
A mi parecer estos jóvenes o adultos se encuentran fuera del mercado y no han sido incorporados al mismo, ya sea por la mala calidad del sistema educativo del país o también por la falta de oportunidades laborales y esquemas de modelo emprendedor que les permita subirse al barco de la legalidad.
Pero basta de palabrería y vamos a la acción, pues en este medio no queremos caer en activismo sin sentido, mismo que puede derivar en una especie de movimiento “hippie” que solamente crítica al “status quo”, pero no promueve soluciones concretas, aplicables y replicables.
Retomando el punto de detectar “las ventanas rotas”, es importante entonces obtener toda la información posible de lo que sucede en las calles, dentro de las comunidades, colonias, fraccionamientos, ciudades, etc. Para lograr esto, requerimos un amplio sistema de informadores que a tiempo real nos ofrezcan la última noticia en cuanto a desorden social o comportamiento antisocial.
La solución somos nosotros mismos, quienes por medio del uso de las tecnologías de información y comunicación nos podemos convertir en reporteros urbanos y sociales, para alertar a la comunidad gubernamental y empresarial sobre las problemáticas que se presentan en nuestro andar por la jungla de asfalto.
Esta visión la comparte una empresa que se llama CitiVox, que es una plataforma para tomadores de decisiones que quieran contribuir a mejorar el mundo. Su proceso es muy simple, en donde primero recolectan información a través de reportes, llamadas telefónicas, mensajes de texto, aplicaciones móviles, sitios web, twitter y otras redes sociales; posteriormente existe una administración de reportes con el fin de organizar, filtrar y canalizar los reportes para que se conviertan en acciones concretas para darles solución; luego realizan estadísticas, analíticas y visuales, de toda esa información para darle seguimiento a las demandas ciudadanas; para al final ofrecer una comunicación efectiva en cuando a los resultados obtenidos, creando una cadena virtuosa.
Es decir, el ciudadano tradicional detecta un desorden social en su colonia, donde existe basura en una esquina donde gatos, perros y ratas están sacándole provecho al hacer un festín, situación que puede derivar en una plaga de enfermedades de diversa índole, es por ello que este individuo reporta esa situación a través de las redes sociales, entras así al sistema de CitiVox y la información es analizada y canalizada al departamento adecuado para su solución, posteriormente se llama a la empresa que tiene la tarea de recolectar esa basura para que la haga a la brevedad y no derive en otros problemas sociales de mayor grado, para que al final se le informe al ciudadano que su problema ha sido resulto. Es así que el gobierno logra aumentar su capital social y el ciudadano se siente parte del mercado social al ser escuchado.
Invitamos entonces a los gobiernos y empresarios a que adopten este sistema práctico y de soluciones concretas, para detectar y reparar ventanas rotas. Lo pueden consultar en http://citivox.com/